Maria Reiche

Nacida en Dresde el 15 de mayo de 1903, con el título de magisterio en Matemáticas, Física, Filosofía, Pedagogía y Geografía por la Universidad Técnica de Dresde en 1928, dedicó su vida al estudio de las Líneas de Nazca, en Perú.

Comenzó a trabajar en las Líneas junto al profesor estadounidense Paul Kosok en 1939. De carácter reservado y solitario, no dudó en instalarse en una casita del desierto, a 27 km de la ciudad de Nazca, durante casi catorce años, para dedicarse a recorrer el desierto limpiando, midiendo, dibujando y fotografiando los misteriosos geoglifos, observando su orientación según los astros y demostrando que constituían un gran calendario astronómico. La conservación y protección de estas Líneas fue su mayor preocupación.

Murió en Lima el 8 de junio de 1998, a los 95 años de edad.

Sus principales obras son:

Los dibujos gigantescos en el suelo de las Pampas de Nazca y Palpa. Descripción y ensayo de interpretación, 1948, editado por Editora Médica (Lima),

Secreto de la Pampa, 1968, editado por Heinrich Fink GmbH (Alemania).

Contribuciones a la geometría y la astronomía en el Perú Antiguo, 1993, editada por la Asociación María Reiche para las Líneas de Nazca.


 

El 21 de marzo de 1989 el profesor Juan Manuel de Faramiñán Gilbert tuvo la oportunidad, junto con su amigo Horacio, de conversar con doña María Reiche, después de sobrevolar las misteriosas Líneas de Nazca. Su guía, Picaso, les recogió en el aeropuerto en una camioneta y les llevó al «Hotel de los Turistas», en Nazca, en donde vivía María, postrada en cama por el párkinson. De esta entrevista[1], extraemos los siguientes fragmentos:

(…) «Nos atendió la señora Lina Caspani, que se ocupaba de su cuidado, y nos llevó hasta la cama en la que ella reposaba.

–Resulta para nosotros un honor y una enorme satisfacción el poder conocerla.

–Para mí también. ¿De dónde son ustedes? –dijo en un perfecto español, pero con claro acento germano.

–Venimos de España. Somos profesores y estamos interesados desde hace mucho tiempo en estos temas.

–¡Ah –dijo ella–, qué suerte, qué interesante!

Miraba hacia arriba con una gran dignidad. Su pelo cano, su rostro marcado por el sol de tantos años, desde 1940, cuando comenzó sus estudios en la Pampa de Nazca, y las manos firmes, fuertes, reposando sobre su pecho. A modo de almohada, unas toallas enroscadas y, sobre ellas, un pañuelo de seda. Solo una sábana blanca cubría su cuerpo. La habitación, pequeña, con vistas al agradable jardín del hotel, estaba llena de libros, de revistas y de una amplia mesa de dibujo, llena de escuadras, lápices y compases. Allí estaba alguien que, para nosotros, para todos aquellos que durante tantos años hemos leído y analizado los misterios de las culturas antiguas, resultaba un mito viviente.

–¿Qué cree usted, doña María, que puedan significar estas líneas?

–Son un calendario. Mis trabajos, que comencé hace ya tanto tiempo, están siendo continuados por una astrónoma americana del Planetario de Chicago, la señora Philips Piglua. Los pueblos del pasado eran inteligentes y conocían muchas cosas que hoy no entendemos.

–Doña María, ¿no cree usted que es sumamente curioso que todos los pueblos antiguos hayan dejado en distintas partes del mundo calendarios relacionados con los astros?

–Sí. Muy interesante: Egipto, Inglaterra… Hay monumentos en América Central que son como un gran reloj gigante… Pero hay que seguir trabajando, falta mucho por conocer todavía.

–¿Tiene que haber existido algún tipo de relaciones entre todos estos pueblos?

–Es probable. Un japonés, hace unos años, al llegar aquí descubrió que entendía perfectamente un dialecto del aimará. Es increíble… ¡Cuántas cosas aún faltan por saberse!

Sus ojos miraban siempre hacia arriba, como cargados de una mirada que ya no tenía tiempo. ¡Cuántas líneas, cuántos misterios, cuántas horas sobre la Pampa de Nazca guardaban aquellas pupilas hoy ya cansadas! Lo que más nos impresionó fue la juventud interior de aquella dama. Ese interés por saber cada vez más profundamente. Aquella señora que el 15 de mayo de este año cumplía 87 años, nos dio una lección de tesón y de inquietud intelectual y espiritual.

–¿Qué tal la gente de aquí, cómo la tratan?

–Es gente muy buena. Me han dado esta habitación y me ayudan mucho. Hace años quise hacer una cooperativa con la gente del pueblo para que compraran algunos aviones y así haber podido organizarlos mejor económicamente, pero no pudo ser…

Al irnos, entre sus textos vimos algunos sobre la vida en otros planetas y le preguntamos qué opinaba de todo aquello.

–Vida, seguramente haya en otros mundos. Pero estas líneas de Nazca las hicieron los hombres.

–¿Eran hombres espirituales?

–Sí.

–Qué importante es saber buscar siempre algo más, ¿no es verdad?

–¡Es tan interesante todo esto!…

(…) Y nos alejamos con esa sensación de que en esta vida, a veces tan rutinaria, tan mediocre, el poder tener contacto, aunque sea unos minutos, con aquellos seres humanos que saben huir de la monotonía y de la vulgaridad, para encaramarse en el mundo de las fábulas y de los mitos, deja en el alma esa sensación de las cosas importantes. (…) Y Horacio y yo sentimos, mientras caminábamos por los jardines del Hotel de los Turistas de Nazca, que habíamos vivido junto a María Reiche, durante casi tres cuartos de hora, una experiencia profunda e inolvidable».

María Reiche murió en 1998, en Lima, de un cáncer de ovarios, recibiendo en sus últimos años todos los honores y reconocimientos por toda una vida de dura dedicación a un sueño.

Pero ¿quién fue esta extraordinaria mujer? ¿Qué le impulsó a dedicar por completo su vida al desierto más seco del planeta, aislada del mundo y de las más elementales comodidades?

María Reiche nació el 15 de mayo de 1903 en Dresde, donde su padre, el Dr. Felix Reiche Grosse ejercía de consejero del Juzgado Municipal. Su madre, Ana Elisabeth Newman, a la que se describe como de «férreo carácter y sólida formación intelectual», debió hacerse cargo de la familia en 1916, cuando la tragedia de la Primera Guerra Mundial se llevó al Dr. Reiche. Contaba con tres hijos: María, la mayor, Renate y Franz.

La discapacidad del pequeño Franz, que murió en su adolescencia, acaparó desde su nacimiento la atención de sus padres, lo cual hizo a María sentirse apartada y aislada y le confirió un carácter reservado:

«Todo me había preparado para esta vida. El aislamiento en que me encontraba: mis padres me pusieron a un lado después de que nació mi hermano, mi miopía no se había detectado, todo me hizo una persona introvertida. Me hizo distante porque nunca fui del tipo popular. Ahora los turistas me han hecho popular. ¡Pero nunca fui popular! A veces quería ser, pero yo nunca podría ser. Lo que me obligó en esta búsqueda fue mi curiosidad. ¡Quería saber!».[2]

Fue, probablemente, esta necesidad de conocimiento lo que hizo que esta soledad no se tradujera en un trauma infantil, sino en una gran riqueza interior que le hacía estar a gusto consigo misma y la preparó para la misión de su vida, pues desde su infancia le acompañó una gran fascinación por las antiguas culturas peruanas, y el sentimiento de que un destino especial la aguardaba.

A los trece años María ingresa en el Instituto Municipal (hoy Instituto Romain-Rolland) mostrando una temprana vocación por las matemáticas y la astronomía. El agradecimiento que manifestaría después por sus maestros demuestra la humildad de su carácter:

«Mis ancianos profesores jamás me perdonarían en el cielo si me olvidara de aquellos tiempos. La base de los resultados de mi trabajo actual se encuentra en aquella educación…».

En 1924 ingresó en la Universidad Técnica de Dresde (Technische Hochschule Dresden), pasando el examen superior de magisterio en Matemáticas, Física, Filosofía, Pedagogía y Geografía cuatro años más tarde, en 1928. Hablaba cinco idiomas: alemán, francés, español, inglés e italiano.

Contando con veinticinco años, se dedica a buscar empleo, pero solo encuentra trabajos temporales que no se adecuan a su preparación. Dos años más tarde lee un anuncio en el periódico solicitando un profesor particular para los hijos del cónsul alemán en Cuzco. Entre ochenta candidatos presentados, fue su solicitud la elegida, lo cual debió de ser realmente emocionante para la joven María, que por fin encontraba la posibilidad de viajar al exótico país que tanto le fascinaba. Y así, en febrero de 1932, empaquetaba sus cosas y embarcaba rumbo al Perú, del cual jamás volvería a su tierra natal.

Podemos imaginar a María, de veintinueve años, la reservada, humilde y dulce María, emocionada durante la travesía de cinco semanas desde Europa hasta el Perú, durante la cual contaba que se produjo un arco iris cuádruple, como una señal, bajo el cual pasó el barco:

«Fue una especie de destino. Cuando llegué por primera vez a Perú por mar, el barco pasó por el centro del arco iris, con cuatro arcos, uno dentro del otro. ¡Fue un espectáculo maravilloso! Debe de haber sido algún tipo de predicción o algo así. Imagínese un barco, un barco navegando a través del mar abierto, pasando por un arco iris cuyos arcos tocaban las olas».[3]

Desde el puerto del Callao, adonde arribó el barco, María se dirigió a Lima, donde pasó unos días antes de dirigirse al Cuzco. Aprovechó su estancia allí para visitar el Museo Nacional de Arqueología, un día tras otro, realmente fascinada por la riqueza cultural de los pueblos precolombinos que allí se exponía.

Cuando por fin llegó al Cuzco, congenió enseguida con sus alumnos. Para estimular sus ansias de aprender los llevaba al campo, en contacto con la naturaleza, en lugar de mantenerlos encerrados en los salones de la casa del cónsul. Y en sus ratos libres, en lugar de buscar la diversión y el contacto con otras personas que cualquier joven habría necesitado, se dedicaba a pasear por el campo y las ruinas de la antigua cultura inca.

Durante uno de estos paseos sufrió un accidente en el dedo medio de su mano izquierda, y se le infectó de tal modo que hubo que amputárselo. Cuando veinte años después, en 1952, descubrió en Nazca la figura del mono, con solo cuatro dedos en una mano, se convenció de que realmente estaba viviendo el destino para el que había nacido y que la había llevado tan lejos de su casa natal.

Aunque su contrato era de dos años, se canceló un año después por motivos poco claros. Su biógrafa Clorinda Caller Ibérico atribuye este hecho a los celos que debieron de sentir los padres, de carácter severo, al ver que los niños buscaban refugio en los brazos de María antes que en los suyos. Pero, aunque ella nunca dijo nada en ese sentido, quizás haya que tener en cuenta el panorama político que se estaba desarrollando en este periodo, en el que el nazismo triunfaba en Alemania, cuya ideología era contraria a la admiración que María sentía por otras culturas distintas a la suya.

Su carácter era tímido y reservado, pero no por ello débil. Y su fortaleza la demostró al no sentirse frustrada por este revés, pues, lejos de volver a su casa en Alemania, se marchó a Lima, sola, donde sobrevivió con distintos pequeños trabajos como profesora de inglés, traductora, masajista y hasta profesora de gimnasia. Era la confianza en el destino que la aguardaba lo que le transmitía esa fuerza, como podemos ver en este fragmento de una carta dirigida a su madre:

«Querida madre, tú me escribes acerca de las grandes expectativas que has cifrado en mí. Comparada con dichas expectativas soy un fracaso, y el mundo tiene derecho a esperar de mí más de lo que efectivamente rindo. Pero tienes razón, uno debe primero encontrarse a sí mismo antes de pretender ser algo para el mundo. Recién empiezo a conocer lo que realmente quiero. Desconozco la manera en que aquello que se cristaliza interiormente haya de adquirir una forma exterior. Es posible que viva algunos años más en el completo anonimato, hasta que el destino me considere digna de asignarme la tarea que ha determinado para mí, aquella tarea para la cual he nacido (…) yo creo que se trata de un trabajo específico para el cual me estoy preparando inconscientemente, formándome y aprendiendo».

Por aquellas fechas conoció a una inglesa, Amy Meredith, que se convertiría en una de sus mejores amigas. Amy era propietaria de un conocido salón de té frecuentado por los intelectuales limeños, y donde María conoció, en 1936, al profesor Julio César Tello (1880-1947), el padre de la arqueología peruana, con quien trabajó como traductora y como ayudante en el Museo Arqueológico, preparando sudarios. Y fue allí también donde se encontró con su tan esperado destino cuando conoció al profesor ruso-estadounidense Paul Kosok, en 1939. Tardó treinta y seis años en descubrir la misión de su vida, que tan pacientemente había esperado, pero a partir de este momento se dedicaría en cuerpo y alma a una sola cosa: la investigación y defensa de las Líneas de Nazca.

Paul Kosok (1896-1959), profesor en la Long Island University (LIU) de Nueva York, estaba estudiando las técnicas de irrigación de los antiguos peruanos y se proponía investigar unas líneas descubiertas y fotografiadas desde el aire por los pilotos estadounidenses y peruanos en la pampa de Nazca, pensando que eran canales de irrigación. Pero pronto se dio cuenta de que se trataba de otra cosa. Necesitaba una traductora y contrató a María, a la que transmitió sus conocimientos sobre el descubrimiento realizado y su convicción de que aquellas líneas tenían un sentido astronómico.

Cuando María acompañó a Kosok al desierto de Nazca, quedó profundamente impactada por el paisaje y por los geoglifos dibujados en el suelo. El norteamericano enseñó a María a medir y dibujar las figuras y juntos comenzaron el estudio sistemático de aquel misterio del desierto. Hasta que, durante una puesta de sol, al final de un día de duro trabajo, se dieron cuenta de que una de las líneas apuntaba directamente al Sol poniente. Kosok anunció entonces: «Nos encontramos ante el calendario astronómico más grande del mundo».

Pero en 1941 Kosok tuvo que volver a EE.UU., dejando sola a María, encargada de medir las líneas y comprobar sus relaciones con las alineaciones astronómicas, lo que ella emprendió con entusiasmo, hasta que en 1945 Perú declaró la guerra a Alemania. Por este motivo, María fue obligada a abandonar el desierto y vivir, como el resto de los alemanes residentes en Perú, en Lima. Y tuvo que esperar al final de la guerra para volver, en 1946.

A partir de entonces y durante casi catorce largos años, portando un sextante, una brújula, cinta métrica, una escalera para poder ver las líneas desde arriba y una escoba para limpiarlas de las piedras que las ocultaban, María fue recorriendo sistemáticamente el desierto, sin importarle las habladurías que se iban forjando alrededor de ella. Al principio viajaba diariamente desde Nazca hasta el desierto, haciendo autoestop o caminando, desde mucho antes de que saliera el sol, recorriendo el desierto sola y con escasas provisiones, pues apenas contaba con ningún apoyo económico. Poco tiempo después decidió mudarse al mismo desierto. A 27 km de la ciudad de Nazca, en la Pascana de San Pablo, junto al valle del Ingenio, había una casita abandonada a cuyos dueños pidió permiso para ocupar. Carecía de agua corriente y electricidad, pero a María no le importó, pues le permitía abarcar más superficie del desierto durante sus largas caminatas, que se iniciaban a las 5 de la madrugada, «para poder ganarle al Sol». Sin embargo, estas condiciones que para cualquiera habrían resultado duras e incluso inaceptables, ella las asumió con naturalidad gracias a su pasión por su trabajo:

«Mi vida raras veces ha sido dura, porque yo tenía que cumplir mi destino. Es así que durante todos estos años me he dedicado por completo al estudio de las Líneas y Figuras en el Gran Tablero de las Pampas de Nazca».[4]

La gente la veía con desconfianza, pues no comprendía qué podía hacer barriendo el desierto. La apodaron «la bruja del desierto», pues a menudo regañaba a los lugareños que pasaban con sus coches dañando las líneas que ella tan meticulosamente limpiaba, medía y cartografiaba. Pero ella sola, con su escoba, poco a poco fue liberando de la arena y las piedras miles de líneas, descubriendo los dibujos en toda su magnificencia.

Contó durante aquellos años con muy pocos apoyos, entre los que podemos mencionar el de un ingeniero piloto, que se dedicaba a la fumigación de los cultivos de aquellos valles, el cual le proporcionó valiosas fotografías aéreas. Cuando en 1946 descubrió y pudo realizar fotografías de la figura de la Araña, las mandó al profesor Kosok, lo cual le proporcionó una cierta financiación.

En 1948 publicó los primeros resultados de sus investigaciones en el libro Los dibujos gigantescos en el suelo de las Pampas de Nazca y Palpa. Descripción y ensayo de interpretación, editado por Editora Médica (Lima). En él presentaba su teoría de que el conjunto de las líneas y geoglifos constituían un calendario en el que las figuras estaban relacionadas con los astros, como por ejemplo la Araña, que ella identificó con la constelación de Orión. Los ingresos obtenidos por esta publicación los dedicó íntegramente a la protección de las líneas.

Lo que más la conmovía al estudiar aquellos dibujos era imaginarse al pueblo que fue capaz de realizarlos, por el cual profesaba una profunda admiración.

«Aunque se puedan tener diferentes opiniones sobre los dibujos y su significado, una cosa es cierta, sin embargo, y es que la existencia de las figuras demuestra que los habitantes de la costa peruana habían alcanzado un nivel cultural insospechado».

Convencida de que para la construcción de las líneas, algunas de varios km de longitud, los habitantes de la Pampa debían tener una visión especial, llegó a llevar a uno de ellos al oftalmólogo:

«Solo hay dos lugares en el mundo en los que tenemos este tipo de visión telescópica, donde la gente puede ver las cosas pequeñas a enormes distancias; uno es en Mongolia, en el desierto de Gobi, y el otro está aquí entre esta gente.

Presenté una de esas personas a un oculista… El oculista se sorprendió porque la carta no era lo suficientemente pequeña como para poner a prueba los límites de su extraordinaria visión, que era igual en ambos ojos. Él lo llamó hypometria. Este niño también puede dibujar imágenes muy pequeñas con una gran precisión. Creo que esto explica muchas cosas acerca de los dibujos de Nazca».

La vista de María, sin embargo, nunca había sido buena. Y las largas y continuadas exposiciones al sol del desierto terminaron afectando de tal manera a su visión que en sus últimos años se quedó casi ciega.

Durante los años 50 compaginó su trabajo en el desierto con una defensa activa y constante de las Líneas que le llevó a vivir momentos conflictivos, ante los cuales nunca se rindió. Con la intención de desarrollar grandes plantaciones de algodón en los valles de la región, se elaboraron grandes proyectos de irrigación que habrían destruido totalmente los valiosos geoglifos. María, entonces, se dedicó a ir de oficina en oficina, pidiendo, reclamando, exigiendo la protección de las líneas, y nadie le hacía caso. Publicó artículos en los periódicos locales y organizó una exposición fotográfica sobre las figuras de Nazca. Su lucha fue en solitario, y en contra de los intereses económicos de los nazqueños, que cifraban en el proyecto de irrigación sus esperanzas de progreso económico. Hasta que, por fin, consiguió hacerse oír por el alcalde de Nazca, que terminó bloqueando dicho proyecto, salvando este patrimonio único de la Humanidad. En 1954 María realizó una serie de fantásticas fotografías aéreas sujetándose al patín de un helicóptero para evitar las interferencias de la cabina sobre las imágenes. ¡Tenía cincuenta y dos años! La publicación de estas fotografías, que dieron la vuelta al mundo, la hicieron internacionalmente conocida.

Paul Kosok murió en 1959, cuando María ya llevaba muchos años trabajando sola en la Pampa, y pocos años después fallecía su amiga Amy Meredith, hecho muy doloroso para ella que le afectó profundamente, haciéndola abandonar el desierto. A los sesenta años, se merecía un poco de reposo para su cuerpo maltratado bajo el incesante sol del desierto y una exigua dieta consistente en fruta, pan integral y un extracto de caña de azúcar llamado chancaca. Cuando fue entrevistada por el periodista peruano Manuel Jesús Orbegozo, fue descrita por él de esta manera:

«(…) alta, delgada, impresionante, con un corte de pelo a lo garzón, con una simple chompa de algodón, una falda descolorida y un par de zapatos de precio ruin».

Así había estado viviendo durante quince largos años. Pero sin embargo, su trabajo no había terminado aún, pues tenía una enorme cantidad de datos recogidos escrupulosamente que ahora había que ordenar. Coordenadas, mediciones de las figuras, características… todos aquellos datos fueron sistemáticamente ordenados en un fichero. También continuó su lucha por la defensa de las líneas y figuras del desierto de Nazca, ahora frente a los turistas que poco a poco iban llegando para contemplarlas, pasando por encima de ellas con sus coches.

Ante el creciente potencial turístico de las líneas y figuras, se creó entre 1965 y 1968 la Corporación de Reconstrucción y Fomento de Ica, y los lugareños empezaron a cambiar su concepto sobre María, a la que dieron en llamar «la Dama del Desierto». En el mismo año 1968 María escribió el libro Secreto de la Pampa, editado en Alemania, y que cosechó un gran éxito. A partir de aquí la comunidad científica empezó a interesarse seriamente por su trabajo, y las investigaciones sobre los geoglifos por diferentes investigadores se fueron haciendo más numerosas.

En 1970, en el Congreso Internacional de Americanistas, María Reiche presentó, de nuevo, una petición de protección internacional para las Líneas y Figuras de Nazca, que seguían siendo muy dañadas por las visitas descontroladas de los turistas. Pero nuevamente su petición fue desatendida. Así pues, en 1976, con el único apoyo de su hermana Renate, se decidió a construir una torre-mirador como observatorio para los visitantes, y contrató a un vigilante para que controlara el acceso al desierto y los geoglifos. La torre está situada junto a la carretera Panamericana, a 3 km de la que había sido su espartana casa, y con ella consiguió una mejor observación de los dibujos sin que la gente tuviera que pisarlos. El acceso al observatorio era gratuito, pues María decía que, mientras ella viviera, nadie tendría que pagar por ver los geoglifos, aquellas misteriosas líneas que ella estuvo barriendo y conservando durante tantos años, mientras era «la mujer que barría el desierto».

«Yo quiero ser un instrumento para eliminar las injusticias culturales y que los peruanos y los extranjeros aprendan a no depredar lo que es patrimonio de una nación y sobre todo herencia de una cultura inigualable, porque la cultura es el reflejo de la idiosincrasia de un pueblo».

En esta década de los 70 María recibió numerosos apoyos, entre los que se destacan la difusión de su trabajo por Eva Pehlemann, y la primera gran exposición de fotografías sobre Nazca en Alemania (Munich) titulada Símbolos peruanos de tierra. Más tarde, Julian Nott y Jim Woodman sobrevolaron el desierto a bordo del globo Cóndor I intentando emular la tecnología que podrían haber desarrollado los constructores de Nazca para poder contemplar los dibujos desde el aire. Las Líneas de Nazca se habían convertido en un auténtico fenómeno turístico, que contribuyó a la mejora económica de la región.

Por fin, en 1978, se declara zona protegida a la región de Nazca, siendo visitada por importantes personalidades. María guardaba un especial recuerdo de la visita que doña Sofía, reina de España, realizó al año siguiente, guiada por la propia Dama del Desierto. Y a partir de entonces llueven los reconocimientos sobre esta humilde mujer que nunca había pedido nada para ella misma: es condecorada con la Orden de «Gran Oficial» por el presidente del Congreso peruano, doctorada honoris causa de Ica y de la universidad peruana de San Marcos, recibe la Cruz Federal al Mérito primera clase de la República Federal de Alemania…, al tiempo que se da su nombre a un centro educativo y una calle en Nazca. Su casucha del desierto es convertida en museo…

Mientras, el párkinson y la ceguera iban avanzando recluyéndola en la cama o en una silla de ruedas. Su hermana Renate, tres años menor que ella, llegó a Nazca en 1984 para cuidarla y tomar las riendas de su proyecto, dando clases sobre las líneas, pagando la conservación de las Líneas con su pensión de jubilación (era doctora en medicina) y apoyándola en su trabajo, hasta 1996, año en que murió. Pero a pesar de su enfermedad, desde su silla de ruedas María seguía trabajando en los 90, publicando en 1993 su última obra: Contribuciones a la geometría y la astronomía en el Perú Antiguo, editada por la Asociación María Reiche para las Líneas de Nazca que dirige Ana María Cogorno Mendoza, a la que María había intentado adoptar sin éxito, ya que Ana María era una persona adulta. Y, por fin, un año más tarde que esta publicación, en 1994, las Líneas de Nazca fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Quizás el premio que más la gratificó fue la concesión de la nacionalidad peruana, con el nombre Victoria María Reiche Newman, nacionalidad que tanto había solicitado y que se demoró hasta 1992.

María murió el 8 de junio de 1998, a los 95 años de edad, de un cáncer de ovarios. Sus restos descansan, junto con los de su hermana, en un mausoleo construido junto a la Casa Museo que la albergó en el desierto más desolado de la Tierra.

«Tengo definida mi vida hasta el último minuto de mi existencia: será para Nazca. El tiempo será poco para estudiar la maravilla que encierran las Pampas. Allí moriré».

Las señales la habían conducido hasta Nazca y ella, obediente, agradecida y maravillada, las había seguido hasta el final:

«Tenemos aquí el testimonio en gran escala y único en el mundo del primer despertar de las ciencias exactas en la evolución de la humanidad, esfuerzo gigantesco de la mente primitiva que se refleja en la grandeza de la ejecución bajo el cielo vasto de las pampas inmensas y solitarias, barridas por el viento y quemadas por el Sol»[5].

Alguien insinuó una vez si María había estado enamorada del Dr. Kosok, a lo que Ana María Cogorno respondió que María sí que estuvo enamorada, pero que «su gran amor eran las líneas y figuras desde Palpa hasta Nasca»[6].

«Me casé con Nazca y así soy feliz»[7].

 

NOTAS:

[1] «Entrevista con María Reiche», Juan Manuel de Faramiñán Gilbert, Revista Nueva Acrópolis, n.º 173, julio-agosto de 1989.

[2] http://www.labyrinthina.com/mariareiche.htm

[3] Página citada.

[4] alexguerraterra.blogspot.com.es/2013/05/maria-reiche-una-vida-para-nasca.html

[5] maricarmenvillares.blogspot.com.es/2010/09/maria-reiche-la-mujer-que-barria-el.html

[6] http://www3.uah.es/vivatacademia/anteriores/n51/sociedad.htm#Preámbulo de Ana María Cogorno

[7] http://pueblosoriginarios.com/biografias/reiche.html

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