María Zambrano

María Zambrano nació en 1904 en Vélez-Málaga. Fue discípula de Ortega y Gasset y una de las pocas mujeres que figuraron en los círculos intelectuales masculinos con voz propia. Critica el racionalismo que condena todo lo que no es explicable desde la razón: la poesía, la mística, el mito y las religiones, y apela a un saber intuicional que llama razón poética. Recibe el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981.


María Zambrano: la razón como medio, no como fin

«Un filósofo es el hombre en quien la intimidad se eleva a categoría racional; sus conflictos sentimentales, su encuentro con el mundo, se resuelven y se transforman en una teoría» (María Zambrano).

María Zambrano Alarcón nació el 22 de abril de 1904 en Vélez-Málaga. Fue hija de Blas José Zambrano y Araceli Alarcón, maestros en la escuela secundaria de Vélez-Málaga y destacados defensores de la izquierda socialista en una época políticamente inestable, plagada de de cambios e intensas luchas por la libertad cultural. Siendo muy niña y estando de vacaciones con su abuelo materno en Bélmez de la Moraleda, un pueblo de Jaén, María sufrió un colapso de varias horas durante el que incluso se la dio por muerta. Su salud, como se apreciaría a lo largo de su vida, sería siempre delicada.

A los cuatro años se traslada a Madrid, donde comenzó a asistir a la escuela primaria cerca de la Plaza de Oriente, y de allí a Segovia en 1909, donde su padre ocupó una cátedra en la Escuela Normal de Magisterio, y donde transcurre el resto de su infancia y su adolescencia. Según José Luis Mora, ha de subrayarse la deuda que María Zambrano tenía con su padre, defensor de los ideales de la generación del 98. Asegura que Blas Zambrano fue el puente que tenía María con la tradición heterodoxa que la llevaría a la España disidente. Finalmente, Blas fue nombrado presidente de la Agrupación Socialista Obrera y entabló una fuerte amistad con Antonio Machado, con quien colaboró en la fundación de la Universidad Popular.

En 1911 nació su hermana Araceli, que sería, según palabras de la propia María, la alegría más grande de su vida. Durante el periodo segoviano María Zambrano asistió a la escuela de Santa Eulalia y al Instituto de Segovia, donde ella y otra muchacha eran las únicas féminas. Fue entonces cuando María publicó, en la revista de antiguos alumnos del Instituto San Isidro, su primer artículo. En 1917 María había iniciado una relación con su primo Miguel Pizarro, que duró hasta 1921, cuando Blas Zambrano intervino prohibiendo lo que consideraba un amor incestuoso.

Diez años después del nacimiento de Araceli, María volvió a Madrid, donde estudia Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid como alumna libre. En esta época empezó a relacionarse con grandes escritores, como León Felipe, Federico García Lorca o Rosa Chacel.

Entre 1924 y 1926 asistió a las clases de García Morente, Manuel Bartolomé Cossío y Xavier Zubiri, entre otros. Conoció a Ortega y Gasset en un tribunal de exámenes, y ya desde aquel entonces se convirtió en una de sus discípulas más destacadas. En 1927 comenzó a formar parte de la tertulia de la Revista de Occidente, donde asumió un papel de mediadora entre Ortega y otros escritores más jóvenes, como Sánchez Barbudo y Maravall; y a partir de 1928 empezó a participar en las actividades de la Federación Universitaria Escolar (FUE), a impartir clases de Filosofía a alumnos de bachillerato en el Instituto Escuela y a preparar su tesis doctoral La salvación del individuo en Spinoza, que nunca llegaría a terminar.

Participó también en diversos actos públicos de propaganda de la Liga de Educación Social como vocal, pero en ese mismo año se le diagnosticó tuberculosis y tuvo que dejar de dar clase, aunque no abandonó sus colaboraciones con la FUE ni su tarea de escritora pues, por ese entonces, comenzó la redacción de su primer libro, Horizontes del liberalismo, fruto de los acontecimientos políticos de aquellos años y que se publicaría en 1930 con excelentes críticas.

María asistió a la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 y, desde ese mismo año, ejerció como profesora auxiliar de Zubiri en la cátedra de Metafísica en la Universidad Central de Madrid, a la vez que continuó con sus actividades de apoyo a la República. En esa época entró en contacto con la tertulia Pombo, lo que la llevó a conocer a Gómez de la Serna, Maruja Mallo, Valle-Inclán y Miguel Hernández, y en 1932 comenzó a colaborar con publicaciones en Los Cuatro Vientos, Cruz y Raya y Hoja Literaria; de hecho, María Zambrano fue una de las pocas mujeres que figuraron en los círculos intelectuales masculinos con voz propia.

Tras el alzamiento contra la República, María continuó luchando sin descanso a favor del Frente Popular, y el 18 de julio de 1936 se sumó al Manifiesto Fundacional de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura (AIDC), colaborando en su redacción, y en el que también figuraban, entre otros, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Concha Albornoz, Rosa Chacel y Timoteo Pérez Rubio.

En septiembre, en el juzgado de La Latina, contrajo matrimonio con Alfonso Rodríguez Aldave, que fue nombrado secretario de la embajada española en Chile, motivo por el cual viajaron allí a mediados de octubre. En aquel viaje, María pronunció una conferencia sobre Ortega y Gasset en La Habana y conoció a José Lezama Lima.

En 1937 regresaron a España. Ella se instaló en Valencia y se integró en Hora de España, donde pasó a ser jefa de redacción. Participó en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la República en Valencia, y allí conoció a Octavio Paz, Juan Marinello, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, César Vallejo y Simone Weil, y entabló una fuerte amistad con Emilio Prados.

Al inicio de 1938 se trasladó con su familia a Barcelona, siendo entonces cuando murió su padre, a quien Antonio Machado dedicó uno de sus más hermosos artículos, de su Mairena póstumo. El 23 de diciembre, veinticinco divisiones del Ejército nacional incursionaron en Cataluña hasta que el 25 de enero de 1939 capituló Barcelona y María se vio obligada a cruzar la frontera francesa camino del exilio con su madre y su hermana.

Desde aquel momento, la vida de María se convirtió, como dice José Luis Abellán, en una aventura intelectual con un puerto de destino: el exilio.

En Le Perthus pudo reencontrarse con su marido y, juntos, se dirigieron a París para partir luego hacia México invitados por la Casa de España, donde pronunció tres conferencias sobre Pensamiento y poesía en la vida española, de las que se hizo eco Octavio Paz en el número cuatro de la revista Taller. En la Universidad Michoacana, Morelia, impartió clases de Historia de la Filosofía y finalizó el libro Filosofía y poesía. José Lezama Lima la invitó a visitar La Habana en 1940, donde impartió clases en la Universidad y en el Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Científicas.

En 1943 se trasladó a vivir a Puerto Rico y trabajó como profesora en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de San Juan de Puerto Rico y en la Asociación de Mujeres Graduadas. Paralelamente continuó publicando artículos y libros, como La confesión: género literario y método, El pensamiento vivo de Séneca o La agonía de Europa.

Debido a la ocupación de París en la II Guerra Mundial, no pudo reunirse con su madre enferma y su hermana hasta que la capital francesa fue liberada y su visado concedido. Pero, cuando María llegó a París, su madre ya había sido enterrada, y su hermana se encontraba al borde de la locura por el acoso que había sufrido por parte de la Gestapo, lo que llevó a María a no querer volver a separarse de ella. Así, en 1947, las dos hermanas se instalaron en un apartamento de la Rue de L’Université.

En 1948 María y Araceli se trasladaron a La Habana. María se separó de su marido, tras lo cual volvió a Cuba y pasó algunos años de apuros económicos en los que subsistía gracias a cursos, seminarios, conferencias e incluso clases particulares. Sin embargo, la situación económica empezó a ser insostenible y decidieron volver a Europa. En 1953 se instalaron en Roma, donde entabla relación con intelectuales italianos, como Elena y Silvia Croce, Elemire Zolla y Victoria Guerrini, y con otros españoles exiliados, como Rafael Alberti, Jorge Guillén o Carmen Lobo.

En esta etapa, los motivos históricos, éticos y políticos se entrecruzaron con los casi místicos en sus siguientes escritos, como Hacia un saber sobre el alma, El hombre y lo divino, Los sueños y el tiempo y Persona y democracia.

Dejaron Roma en junio de 1950, cuando el Gobierno italiano se negó a prolongar sus permisos de residencia, y se refugiaron en París y La Habana. En junio de 1953 un barco las devolvió a la capital italiana, comenzando el periodo romano más largo de las Zambrano, en el que, incansable, María sigue escribiendo artículos, ensayos y libros, como España, sueño y verdad o La España de Galdós. Su casa romana se hizo famosa por sus tertulias, sus cantes y bailes y sus innumerables gatos, compañeros sobre todo de Araceli. Sin embargo, el 14 de septiembre de 1964, tras una orden definitiva de expulsión de la ciudad de Roma, las dos hermanas abandonaron la ciudad camino de La Pièce (Francia), donde vivieron hasta 1977 y donde María concluyó o amplió obras como La tumba de Antígona, El hombre y lo divino o Claros del bosque.

En 1971 Araceli murió en la clínica de Belair donde había sido internada, tras lo cual María realiza algunos viajes por Grecia gracias al apoyo económico de Timothy Osborne, y aprovecha para escribir La máscara de Agamenón y El vaso de Atenas.

En estos últimos años que pasa la filósofa entre Roma y Francia, su nombre comenzó a escucharse en España cada vez más, especialmente gracias a las publicaciones de diversos profesores, como José Ángel Valente, José Luis Abellán o José Luis López Aranguren, que publicó en 1966 en la Revista de Occidente «Los sueños de María Zambrano», artículo con el que se inicia un lento reconocimiento en su propio país de la importancia de su obra.

Muchos son los estudiosos que han querido acercarse a María Zambrano a través de la lectura y el análisis de sus obras. La temática de las mismas es extensa y abarca múltiples temas. Vamos a elegir los más importantes, intentando dar un enfoque general sobre ellos basado en algunos escritores modernos.

Antes de comenzar, hay que entender que para María la filosofía empieza con lo divino y con la capacidad de cuestionarse qué cosas abarca la divinidad. De hecho, en El hombre y lo divino, ella misma comenta que ese título resume casi la totalidad de su obra. La búsqueda de lo esencial, lo sagrado, es una constante en sus libros.

Cuando el hombre se cuestiona esto, se crea la actitud correcta, ya que para ella existen dos actitudes: la actitud filosófica, que se crea en el hombre cuando se pregunta algo por ignorancia, y la actitud poética, que es la respuesta que proporciona calma y sentido a la relación del hombre con lo divino, con la raíz de lo sagrado, siendo la primera de ellas importantísima, pues «La actitud de preguntar supone la aparición de la conciencia» (María Zambrano).

La pregunta, que para María es el despertar del hombre, proviene del caos, del vacío, de la desesperanza, mientras que la respuesta viene a ordenar el caos, hace al mundo transitable y conecta al hombre con su trascendencia.

Es importante entender también la gran influencia que tendrán en su filosofía Ortega y Gasset, el racionalismo, el positivismo, la fenomenología y dos personajes tan dispares como pueden ser Nietzsche y Pascal.

Nietzsche decidió, según Zambrano, matar al Dios creado por la razón humana para volver al origen, para hurgar en la naturaleza humana en busca de las condiciones de lo divino. De esta manera y bien entendido, Nietzsche destruyó los límites que el hombre había establecido para el hombre; recuperó todas sus dimensiones, incluyendo los infiernos del alma: sus pasiones. El Nietzsche que exigía un más allá del hombre, según Zambrano, fraguó la recuperación de todo aquello que había quedado oculto por el dogma. Y Pascal, con su famosa frase Hay razones del corazón que la razón no conoce, supuso para María la necesidad de un saber sobre el alma, un orden del corazón que el racionalismo no podría entender.

Aquí vemos cómo, inmersa en un contexto histórico racionalista y positivista, María, al igual, se opone a estas corrientes de pensamiento que suponen que la realidad ha de ser transparente a la razón humana en todo momento.

Curiosamente, en una época en la que el positivismo más puro estaba a la orden del día, ella promulga la razón como un medio, no como un fin; un medio que nos ayude a introducirnos en el camino de la filosofía hasta que topamos con otra serie de preguntas y respuestas que hay que alcanzar con un saber más intuitivo que la lógica, porque, como medio, llega un momento en el que la lógica es insuficiente. Ese saber intuicional es lo que María llamaría más tarde razón poética, un método que parte de la razón y está asistido siempre por el corazón, por el alma, porque solo partiendo de un método más sutil podemos captar las sutilezas de lo trascendente del ser.

Los estudios de María tienen un eje en su crítica al pensamiento filosófico occidental; particularmente, al racionalismo europeo, por la arrogancia de la razón y su afán por conceptualizarlo todo. El pensamiento filosófico del momento, sobre todo, tras el moderno positivismo de Comte, implicaba que la filosofía debía abandonar la mera especulación para convertirse en una nueva ciencia con un objetivo político: reorganizar la sociedad de acuerdo con las necesidades del mercado a través del método científico. Esta visión del mundo separó la filosofía de la verdadera vivencia, creando una realidad a medida del intelecto humano que intentaba estabilizar toda incertidumbre, de tal modo que la filosofía dejó de corresponder a la historia, a la vida y al ser humano, pues se había vuelto incapaz de abarcarlo en su totalidad.

La realidad que a María Zambrano le interesa desentrañar, según Greta Rivara Kamaji, es precisamente aquella a la que los racionalismos puristas dieron la espalda, realidad que nuestra autora nombra como «abismos e ínferos del ser». Sin embargo, la cultura moderna instrumentalizó la razón; convirtió al hombre en un ser preocupado solo de su pensamiento humano, que abandona el saber del alma por el saber de la razón, mientras que María se plantea que si el hombre no consiste en su alma, ¿cómo somos capaces de cuestionarnos su existencia, de sentir ese atisbo de cosmos alojado en nosotros? Pero, llegados a este punto, hemos de reconocer que Zambrano nunca es categórica, sino más bien retórica; para ella el saber sobre el alma no supone una respuesta fija, sino más bien múltiples preguntas.

El hombre es, para María, un ser destinado a trascender, a trascenderse a sí mismo padeciendo esta trascendencia, lo que significa que el hombre no ha acabado de hacerse, sino que va creándose a medida que va viviendo. El pensamiento de María Zambrano se decanta por una filosofía metafísica, ya que se sitúa en la frontera de lo que es accesible a la razón discursiva y se acerca a la mística para entender la realidad que solamente es accesible en la actitud no violenta, sino piadosa, paciente y atenta.

Tal y como dice Sebastián Molina Aragüez en su tesis María Zambrano: el carácter mediático de la piedad y del amor en la realización de la persona, «lo más sagrado y creador es el amor, que precisa de una razón piadosa que sepa tratar con el misterio que encierra. (…) El amor es la vida plena del alma, pero la sede del alma está en el corazón», donde Zambrano fundamenta la integridad humana. En 1950 María publica Hacia un saber sobre el alma, donde trata la circunstancia del hombre como un ser trascendente, y comienza basándose en el principio de que en toda gran época el hombre se ha cuestionado una verdad que ha caracterizado dicha época. Se pregunta entonces cuál será la verdad que caracterice la nuestra, y finalmente propone que la revelación a la que esta época está asistiendo es la de la trascendencia del hombre. La palabra realidad o verdad, en este contexto, apuntaría a todo aquello que el ser humano experimenta como fundamental: la vida, el ser, el alma… y para llegar a toda verdad se precisa un camino y un método; para María no hay otro camino que la filosofía ni otro método que la razón poética, la razón sostenida por el corazón, aquella que reúne todos los aspectos del hombre y que, por tanto, es la única capaz de recoger la verdad en su plenitud.

Convencida de que la aurora de la revelación a la que asistimos está próxima, nos asegura que, en cuanto a la razón, es necesario un cambio de paradigma que permita su acercamiento. En Pensamiento y poesía en la vida española y en Filosofía y poesía, ella hace una dura crítica al racionalismo, a la reducción de la realidad que este ha provocado en la conciencia del hombre condenando todo aquello que no era explicable desde la razón y quedaba fuera de sus dominios: la poesía, la mística, el mito, las religiones… Y observando ahora más que nunca la insuficiencia de ese racionalismo, pone en marcha una nueva forma de aprehender el mundo, una nueva forma de pensamiento diferente al racional, que es totalizador y excluyente.

Este saber más amplio, el saber de las cosas del alma, no es un saber cualquiera y no puede darse dentro del contexto de una filosofía cualquiera, sino que es necesario instaurar un tipo pensamiento capaz de superar el abismo entre filosofía y ciencia. Es necesario un hombre íntegro y una razón íntegra, entendiendo íntegro no como noble sino como la unidad de todas las partes de una persona. «Quien tiene la unidad, lo tiene todo» (María Zambrano). La razón poética sería una razón de toda la vida del hombre, tema que, sin exponerse sistemáticamente en ninguna de sus obras, se encuentra en todas ellas, se constituye como el método adecuado y necesario para la creación de la propia persona.

María Zambrano propone la razón poética, distinta de la razón pura de Kant, como una razón que trata de penetrar en el alma para descubrir lo sagrado y revelarlo poéticamente. Una razón que no se queda en los análisis, sino que adquiere su peso, su medida y su justificación en su actividad, siguiendo el ritmo del latir del corazón, de la propia pulsión interior. Este tipo de razón no aspira a establecer ningún sistema cerrado, sino que trata de acercarse sin forzar el paso personal de cada uno a la visión que en nuestro interior no se encuentra deformada aún por conceptos o por juicios ajenos.

Una razón que sobrepasa la razón vital que planteaba Ortega para integrar todas las exigencias de la vida, y las peculiaridades de cada cultura o sujeto, en sustitución de la razón pura, pero que indudablemente estaba inspirada por ella. La propia María afirma: «Siempre he ido al rescate de la pasividad, de la receptividad. No lo sabía, pero desde hacía muchos años yo también andaba haciendo alquimia. (…) Mi razón vital de hoy es la misma que ya aparece en mi ensayo Hacia un saber sobre el alma. Yo creía estar haciendo razón vital, y lo que estaba haciendo era razón poética». «Y tardé en encontrar su nombre. Lo encontré precisamente en dicho libro, pero sin tener todavía mucha conciencia de ello. Yo le llevé este ensayo, que da título al libro, al propio don José Ortega, a la Revista de Occidente, y él, tras leerlo, me dijo: «Estamos todavía aquí y usted ha querido dar el salto al más allá». Teniendo en cuenta esta frase de su maestro y el estudio de Francisco José Martín, El «sueño creador» de María Zambrano (razón poética y hermenéutica literaria), vemos que la obra de María es puente para ir al otro lado, «transitando entre sus dificultades y resistencias, buscando la luz en los claros de aquel bosque».

La vía de conocimiento de la razón poética constituye una razón no peleada con la intuición ni la experiencia de la vida, ni tampoco con las más ancestrales tradiciones de conocimiento, como el poder, el deseo, la alegría, el sufrimiento… Una razón poética que no es impositiva, sino mediadora. Como decíamos antes: un puente tendido entre el hombre y las cosas del otro lado.

Según Zambrano, lo propio del hombre es abrir camino, porque al hacerlo pone en ejercicio su ser; el propio hombre es camino. De este modo, la acción ética por excelencia que nos corresponde es esa, dar a ver, establecer el marco a través del cual la comprensión sea posible. Puede decirse, por lo tanto, que el pensamiento de María Zambrano parece similar a las filosofías de Oriente, en las que el conocimiento se origina a partir de una inteligencia intuitiva que ilumina la conciencia, un pensamiento que trata de la visión interior del hombre.

En otra de sus obras, Claros del bosque, María asegura que toda verdad encontrada con la razón poética no se revela ni manifiesta en cualquier forma de lenguaje, sino en la palabra poética. Para María Zambrano, hacer poética la razón requiere de una operación previa y fundamental: insertarla en un nuevo lenguaje capaz de darle ese dinamismo y esa vitalidad: el lenguaje de la metáfora.

Pero un saber que busca acercarse a la realidad viva y al ser debe intentar ir más allá de las metáforas racionalistas para construir un lenguaje con metáforas nuevas, vivas. Ella cuestiona las visiones simplistas en las que la metáfora es solo algo decorativo dentro de la poesía. La metáfora, según María, es mucho más, es una definición que roza con lo inefable, única forma en que ciertas realidades pueden hacerse visibles. Ahora bien, como nos enseña de nuevo Greta Rivara Kamaji, para Zambrano, como para Nietzsche, la metáfora tiene una función ontológica, pues toda experiencia humana está constituida lingüísticamente, es lenguaje y, por ello, metáfora.

En concreto, Greta realiza un análisis de la metáfora del corazón en torno a la cual gira la obra de María. Para Zambrano «el corazón, como metáfora, es centro y guía de sus planteamientos, un centro creador que estructura, configura, da forma y otorga unidad. (…) Como indicó insistentemente María Zambrano, el suyo es un pensamiento que alimenta su vínculo con la vida. (…) La metáfora del corazón intenta, así, aludir a un centro naturalmente vivo, moviente, creador de movimiento vida; y esa alusión es centro de un pensamiento que se presenta, por ende, también vivo, moviente, dinámico y fundamentalmente creador (…) el pensamiento de la razón poética».

En torno a este centro vemos cómo se despliegan otra serie de metáforas, palabras que encontramos constantemente en los escritos de María, como claros, bosque, ínferos, entrañas, aurora, luz, oscuridad, y que adquieren por ello una especial significación. Según Greta Rivara, también define la metáfora como algo plástico que se ve, se siente y se alcanza constitutivamente, como sucede con las verdades más profundas, vestigios de lo divino, de lo sagrado, que se imponen como una certeza fuera del razonamiento. Las metáforas, así, son imágenes que «se captan con claridad súbita, como iluminaciones, porque son producto del reconocimiento, (…) perduraciones de lo primigenio anteriores al pensamiento, son fruto de ese reconocerse entre la faz invisible de la realidad y el eco interior que le devuelve su forma, y, habiéndose reconocido, se fundan en esa instantánea que el ojo registra al tiempo que la mente asiente porque su representación le era propia aun antes de haberla hallado». Por otra parte, teniendo en cuenta lo que dice Lucia Parente en Los ojos del alma: la filosofía de María Zambrano, podemos ver que la obra de Machado es muy influyente en su razón poética, que se carga de símbolos como el pueblo, la sangre, la lengua o la vida, del mismo modo que se deja sentir la influencia de Unamuno en lo referente a la sentimentalidad del hombre, y lo vemos en otras palabras clave como pasión o padecer.

La poesía en sí misma ocupa gran parte de su pensamiento; de hecho, María es una de las pocas filósofas que llega a conciliar la inspiración poética con la búsqueda filosófica, pensamiento del que se hace eco Octavio Paz en La búsqueda del comienzo, como nos muestra Parente, al decir que «los filósofos habían pensado al mundo como ritmo; los poetas oyeron este ritmo».

En definitiva, Lucia nos enseña que la obra de María es un canto defensor de una razón humana que tiene que hacerse poética, pues el intelecto no debe olvidar al corazón, sino aunar al ser humano en su totalidad, reconciliando la palabra filosófica y la poética, lo que predispondrá al hombre a una inédita descripción basada en un conocimiento vital para transformarse, trascender y renacer.

Sin embargo, entre los mundos filosófico y poético hay una distinción porque, según Zambrano, en Filosofía y poesía, «no se encuentra el hombre entero en la filosofía; no se encuentra la totalidad de lo humano en la poesía. En la poesía encontramos directamente al hombre concreto, individual. En la filosofía al hombre en su historia universal, en su querer ser. La poesía es encuentro, don, hallazgo por gracia. La filosofía busca, requerimiento guiado por un método» (María Zambrano).

Por último, con respecto a la poesía debemos decir, como expresa Grisel Pújala en Centro, método y poesía en Claros del Bosque de María Zambrano, para ella la palabra poética es un acto de fe, una revelación metafísica. Pero, a pesar de que la vía es poética, la estructura de su discurso es dialéctica, y se efectúa mediante una serie de dicotomías que hacen de la vida una obra de arte a través de la lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, conceptos como el ser y la existencia, Atenea y Medusa, la ceguera y la luz, el descenso y el ascenso, el dormir y el despertar, entre los que se establece el lenguaje poético como un portador de los símbolos del misterio de la vida, para llevar a cabo ese recorrido entre ambos extremos, paso intermedio hacia lo divino.

Poniendo punto y aparte, hemos de hablar de los sueños, pues su indagación constituye, como nos enseña Francisco José Martín, uno de los proyectos más vastos y ambiciosos de María. Entre Los sueños y el tiempo y El sueño creador se observa la necesidad que tuvo María de proceder a un examen de los sueños no en cuanto a su contenido (de lo que ya se había encargado el psicoanálisis), sino a su forma. En palabras de Martín, ella quiere llevar a cabo «una especie de fenomenología de la forma-sueño», distinguiendo entre dos tipos de sueño, o mejor, entre dos extremos de la escala de los sueños: el sueño de deseo o de la psique y el sueño creador o de la persona, también llamado sueño de despertar o sueño de finalidad.

«Los primeros se caracterizan por la atemporalidad que corre paralela a la pasividad del sujeto. El espacio del sueño está lleno (…), mientras que en los segundos la atemporalidad flota en un espacio vacío en el que las dimensiones temporales tienden a ordenarse». Los últimos son los que procuran a la persona la visión necesaria para su cumplimiento y, cuando surgen durante la vigilia, son denominados sueños reales, y han de ser descifrados a modo de enigma.

El sueño es el estado inicial de la vida humana: «Soñar es ya despertar». Sueño y vigilia son dos dimensiones de la realidad y de la vida del hombre; ahora bien, el tránsito cotidiano del hombre de la una a la otra constituye un punto decisivo, pues hay una separación evidente entre ambas dimensiones, que puede ser tajante, como en los sueños de deseo, o de trasvase del sueño a la vigilia, como en el sueño creador. «Los sueños son la oscura raíz de la sustancia del hombre; soñar es una primera forma de conciencia».

De todo esto se deduce que hay dos tipos posibles de acción: una que no es acción propiamente, sino actividad, pues en ella el sujeto no logra deshacer el conflicto que lo mantiene apresado, no logra ir más allá de su personaje; y otra, la verdadera acción, que es trascendente, en la que el sujeto se desenmascara como personaje para ganarse como persona.

Por último, podemos hacernos eco de las palabras de Fernando Savater sobre Persona y democracia, libro en el que María Zambrano expone la dependencia existente entre ambos conceptos, mostrando que en democracia la sociedad exige que los individuos sean personas, no personajes, pues no hay posibilidad de conformar una sociedad democrática sino a partir de hombres y mujeres que han desarrollado su conciencia. Así, la formación de la conciencia y la organización política se muestran inexorablemente unidas. La democracia es propia de las personas que quieren dar sentido a su pertenencia a la sociedad. Como vemos en el escrito de María Guadalupe Zavala Silva, «La suya es una filosofía de compromiso político, ético, social y cultural. No es la filosofía del afán de saber, sino del resistir. Un saber resistir los azares y vaivenes de la vida; es una forma serena, sabia, de la acción».

Del mismo modo, el profesor Savater nos enseña que en Zambrano la aparición de la persona es el paso de la casta a la clase. En el sistema de castas uno no puede elegir a cuál pertenecer; en cambio, la clase es una categoría sociológica que permite la movilidad. El paso hacia la individualización se dirige a la consecución de la clase, situación ideal en la que no se podría calificar a nadie, pero Zambrano nos advierte que si la conciencia de clase es solo de clase y no de humanidad, entonces va en contra del progreso de la sociedad.

Según Zavala Silva, los escritos políticos de María Zambrano tienen una validez vigente, pues, si repensamos sus planteamientos desde nuestra realidad social, veremos que las cosas han cambiado poco. Esta autora nos muestra además cómo María ejerció su derecho a ser parte de la historia cuando las mujeres no tenían ningún derecho político, e introdujo el reconocimiento de la mujer como un sujeto pensante y libre.

Sin ser parte de ningún movimiento feminista, pues siempre se negó a ser etiquetada, mostró inquietud por transformar la relación hombre-mujer. En aquel momento, incluso filosóficamente, la mujer se quedaba siempre desterrada, rechazada, infinitamente temible, cuya vida solo cobraba sentido a través de su dependencia del hombre. Son pocas las mujeres que entonces podían acceder a espacios masculinos como la enseñanza superior, por lo que es importantísima la lucha que junto con otra minoría de féminas María lleva a cabo en defensa de los derechos femeninos, pues para ella el orden democrático ha de ser creado por todos; la democracia se «logrará tan solo con la participación de todos en cuanto personas, lo cual corresponde a la realidad humana», mujeres y hombres.

Ella, al igual que muchas mujeres de su tiempo, se preocupó de la vida tan miserable que vivían las mujeres. Como nos cuenta María Teresa Montes Sampedro en María Zambrano: la Antígona del siglo XX, nuestra pensadora, a lo largo de su obra, anima a las mujeres a cultivarse, a convertirse en personas, a no dejarse manipular por el varón ni por el poder como hacía Ismene, la hermana de Antígona, a luchar para salir de la pobreza material y espiritual, para ser voz y voto.

Como podemos leer en la tesis de M.ª Teresa Montes Sampedro, Zambrano es entendida como la Antígona española por el momento y contexto social que vive: la Guerra Civil española. Una lucha de hermanos contra hermanos en la que unos son expulsados de la patria por los otros. Por todo ello, dice M.ª Teresa, la voz de Zambrano es la voz de Antígona «que resuena siglos después, con una lección para la humanidad» que podemos disfrutar a lo largo de sus escritos.

La obra de María Zambrano, como hemos podido comprobar, es muy extensa y variada, y actualmente inspira a muchos autores que demuestran su deseo de encumbrar a esta mujer en los numerosos artículos, análisis y tesis que hay escritos sobre el tema. Su trabajo, según María Guadalupe Zavala Silva, no sigue los pasos de la filosofía occidental, sino que busca usar distintos registros de la condición humana, pues el pensar filosófico, para ella, debe reclamar de la recuperación de la rica diversidad de géneros literarios existentes (diálogos, tratados, investigaciones, discursos, manuales, consolaciones, epístolas, aforismos, poemas o meditaciones). María, como nos enseña la tesis de M.ª Teresa Montes, «no edifica sino que deja que el escribir la edifique a ella».

Por otra parte, vemos que los autores sobre los que escribe no son los grandes pensadores europeos, sino los pensadores olvidados, como Séneca, Giordano Bruno, Teresa de Ávila, Spinoza, San Juan de la Cruz, Pablo Neruda, Antonio Machado, Benito Pérez Galdós, Friederich Nietzsche o Diótima de Mantinea.

Resumen cronológico de las obras de Zambrano según el Instituto Cervantes:

– 1930: Horizonte del liberalismo.

– 1937: Los intelectuales en el drama de España.

– 1939: Pensamiento y poesía en la vida española.

– 1939: Filosofía y poesía.

– 1940: El freudismo, testimonio del hombre actual.

– 1940: Isla de Puerto Rico. (Nostalgia y esperanza de un mundo mejor).

– 1943: La confesión, género literario y método.

– 1944: El pensamiento vivo de Séneca.

– 1945: La agonía de Europa.

– 1950: Hacia un saber sobre el alma.

– 1955: El hombre y lo divino.

– 1958: Persona y democracia.

– 1960: La España de Galdós.

– 1960: I sogni e il tempo.

– 1964: Spagna, pensiero, poesia e una cittá.

– 1965: España, sueño y verdad.

– 1965: El sueño creador.

– 1967: La tumba de Antígona.

– 1971: Obras reunidas.

– 1977: Claros del bosque.

– 1981: El nacimiento. Dos escritos autobiográficos.

– 1982: Dos fragmentos sobre el amor.

– 1984: Andalucía, sueño y realidad.

– 1986: De la aurora.

– 1986: Senderos. Los intelectuales en el drama de España. La tumba de Antígona.

– 1987: María Zambrano en Orígenes.

– 1989: Notas de un método.

– 1989: Delirio y destino.

– 1989: Para una historia de la piedad.

– 1989: Algunos lugares de la pintura.

– 1990: Los bienaventurados.

– 1991: El parpadeo de la luz.

– 1992: Los sueños y el tiempo.

Sin embargo, la maravillosa obra que esta mujer nos ha dejado fue tristemente ignorada durante gran parte de su vida, y aún hoy mucha gente la desconoce. Es importante entender que dentro del ámbito académico eminentemente masculino y religioso, la auténtica genialidad de María Zambrano fue introducir la novedad de una filosofía diferente ateniéndose a los patrones establecidos del momento. Por ello, desde 1978, ha disfrutado de un reconocimiento progresivo a su extensa carrera, en el que podemos destacar la entrega de premios muy importantes como:

– Hija Adoptiva del Principado de Asturias en 1978.

– Hija Predilecta de Andalucía en 1981.

– Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981.

– Doctora Honoris Causa de la Universidad de Málaga en 1982.

– Premio Extraordinario Pablo Iglesias en 1983.

– Premio Miguel de Cervantes en 1988.

– Hija Predilecta de la Provincia de Málaga en 2002, a título póstumo.

Desde 1987, en Vélez-Málaga, una fundación cultural privada en el Palacio de Beniel lleva su nombre y realiza actividades relacionadas con la pensadora: seminarios, exposiciones, premios, becas, ciclos de conferencias…, destacando la celebración de cinco congresos internacionales sobre la vida y obra de María.

En 1984 nuestra filósofa regresó a España tras ser operada de cataratas en la clínica ginebrina de Beaulieu y se instaló en Madrid, ciudad de la que ya apenas saldría. Comienza una nueva etapa de actividad intelectual dedicándose a la reedición de obras ya publicadas y a la escritura de numerosos artículos, pero apenas siete años más tarde, el 6 de febrero de 1991, muere y es enterrada en el cementerio de Vélez-Málaga entre un naranjo y un limonero, habiendo dejado tras de sí un legado maravilloso.

Como decíamos antes hablando del análisis de M.ª Teresa Montes Sampedro, Zambrano nos muestra a la Antígona que fue juzgada por amor al prójimo, a su hermano, y que fue capaz de dar lo más valioso que tenía: su vida. Entendiendo bien a Sófocles, gracias a María, vemos a una Antígona de gran riqueza espiritual y fuerte sentido del deber, que solo pretendía cumplir con la ley escrita en el corazón: dar sepultura a los muertos y cumplir con los ritos del enterramiento, y que como ella, no podemos obedecer a los hombres si eso implica desobedecer las leyes «que llevamos escritas en el corazón, leyes que nadie sabe cuándo empezaron a existir, pero que todo el mundo conoce desde siempre».

María Zambrano, junto a tantos otros investigadores, poetas, matemáticos y escritores, se sacrificó con el exilio por la libertad de su patria, igual que Antígona daría la vida por el deber. Sin embargo, en esta tesis vemos también que María Zambrano rechaza la idea de una Antígona que muere ahorcándose en su cueva a favor de la mujer joven que en La tumba de Antígona está entre la vida y la muerte, y «nos engendrará la conciencia al ser humano, una vida ofrecida por los demás».

La filosofía es una preparación para la muerte, y el filósofo, el hombre que está maduro para ella (María Zambrano).

Bibliografía

Libros, artículos y tesis:

Hacia un saber sobre el alma. María Zambrano. Alianza Editorial, 2004.

Filosofía y poesía. María Zambrano. México: Fondo de Cultura Económica de España, 1996.

María Zambrano: una pensadora de nuestro tiempo. José Luis Abellán. Anthropos, 2006.

Lo sagrado en el pensamiento de María Zambrano. Julieta Lizaola. Coyocan, 2008.

Claves de la razón poética. María Zambrano: un pensamiento en el orden del tiempo. Carmen Revilla. Trotta 1998.

La función de la metáfora en la razón poética de María Zambrano. Greta Rivara Kamaji. Revista Semestral Acta Poética: n.º 23, 2002. Universidad Nacional Autónoma de México.

Los ojos del alma: la filosofía de María Zambrano. Lucia Parente. Madrid, 2011.

Centro, método y poesía en Claros del Bosque de María Zambrano. Grisel Pújala. Universidad de Miami.

El «sueño creador» de María Zambrano. (Razón poética y hermenéutica literaria). Francisco José Martín. Universidad de Siena.

María Zambrano recuerdo y vigencia (1904-2004). José Vázquez Valencia. Bajo Palabra, Revista de Filosofía. N.º 0, año 2005. Universidad Autónoma de Madrid.

María Zambrano: el carácter mediático de la piedad y del amor en la realización de la persona. Sebastián Molina Aragüez. Universidad de Málaga.

María Zambrano, figura de la vida y del pensamiento español. María Guadalupe Zavala Silva. Universidad Autónoma Nacional de México.

María Zambrano: la Antígona del siglo XX. María Teresa Montes Sampedro. Universidad Autónoma de Madrid.

▪ Enlaces:

– Wikipedia:

https://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Zambrano

http://es.wikiquote.org/wiki/Mar%C3%ADa_Zambrano

https://es.wikipedia.org/wiki/Positivismo

Biblioteca María Zambrano Instituto Cervantes de Roma:

http://roma.cervantes.es/es/biblioteca_espanol/biblioteca_espanol.htm

– Fundación María Zambrano: http://www.fundacionmariazambrano.org/

–          https://www.escritores.org/biografias/166-maria-zambrano

–          http://www.ensayistas.org/filosofos/spain/zambrano/

– Centro Virtual Cervantes: http://cvc.cervantes.es/actcult/zambrano/biografia.htm

– Página web del Instituto Cervantes:

http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/biografias/rom a_maria_zambrano.htm

 

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