Anna Ferrer

La muerte del mítico Vicente Ferrer sacó a la luz la figura de su viuda, Anna Ferrer, la encargada de materializar los «sueños imposibles» de su marido, y cuya labor se ha reconocido en España al ser condecorada con la Orden del Mérito Civil.

Actualmente Anna es la que dirige e impulsa el programa de desarrollo –un modelo pionero en cooperación–, que ha conseguido sacar de la pobreza extrema a más de dos millones y medio de personas en la India rural, revalorizando el papel de la mujer en todos los ámbitos de las diferentes organizaciones dentro de la Asociación Vicente Ferrer y en el resto de la sociedad india.


 

«Las mujeres en la India están progresando muchísimo. Y si la mujer progresa y tiene educación, habrá educación en toda la familia. Pero lo que necesitan millones de familias ahora es concienciarse sobre la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres».

Anna Ferrer

Elegir a Anna Ferrer ha sido relativamente fácil, después de conocer de cerca su historia. La valía de esta gran mujer al abandonar su trabajo como periodista para acompañar a Vicente en su lucha contra la pobreza, supone un mérito difícil de igualar. Su constante lucha por conseguir un puesto digno para la mujer dentro de la sociedad hindú, y su trabajo para organizar colectivos de mujeres pioneras en las tierras indias es digna de mención y elogio.

Trataremos de explicar cómo empezó Anna Ferrer en su trabajo en la India; cuáles fueron los motivos que la impulsaron a cambiar el rumbo de su vida; cómo supo encontrar, al lado de Vicente Ferrer, su camino para conseguir su lugar en la vida, ayudando a cientos de mujeres sumidas en la miseria; para finalizar con su trabajo actual como directora ejecutiva de la Fundación Vicente Ferrer (FVF).

Anna Perry (nombre de soltera) nació en una pequeña localidad de Essex (sureste de Gran Bretaña) en 1947. Su temperamento aventurero la llevó, desde muy joven, a emprender un largo viaje por carretera desde Inglaterra hasta la India, en compañía de su hermano mayor. Ambos decidieron fijar su residencia en este país, y Anna se instaló en la ciudad de Bombay para terminar sus estudios.

A principios de 1965 empezó a trabajar en Current, una revista informativa semanal, en la que se inició en el mundo del periodismo. En junio de 1968, ejerciendo como periodista, conoció al jesuita Vicente Ferrer en el

transcurso de una entrevista. Y estas son sus declaraciones al respecto.

«Sí. Él estaba trabajando como jesuita en los pueblos de Maharastra, en Mumbai (Bombay). Tenía problemas con el Gobierno, que quería expulsarlo del país. Aparecían muchos artículos de prensa que hablaban del trabajo de Vicente Ferrer: muchas manifestaciones a su favor y, también, pintadas en su contra. Cuando trabajas para erradicar la pobreza, creas amigos y enemigos».

El director de Anna le pidió que fuera a hacerle una entrevista. Por entonces, Vicente era un personaje popular y polémico en la India, y vivía un momento especialmente difícil, ya que las autoridades de la región de Maharastra acababan de notificarle la orden de expulsión del país. Dicha orden tuvo como respuesta un movimiento campesino a favor de Vicente Ferrer, al que se sumó Anna, quien pronto se convirtió en uno de sus miembros más activos.

Anna encontró, al lado de los más pobres, un motivo de lucha que la llevó a dejar su trabajo de periodista y a iniciar una nueva vida en el distrito Z de Anantapur (Andhra Pradesh). Pasaron seis meses desde que Vicente Ferrer abandonó la India y, a su regreso, se unieron a él Anna y un grupo de voluntarios.

Anna y Vicente se casaron en abril de 1970, unos meses después de que él abandonara la Compañía de Jesús. La vuelta a Anantapur supuso el comienzo de su vida en común como marido y mujer y, por supuesto, como compañeros de trabajo.

La mayor parte de la prensa de la India publicó artículos positivos sobre el hecho de que el padre Ferrer abandonara el sacerdocio para casarse. En general, decían que había decidido abandonar la Compañía de Jesús «para dedicarse en cuerpo y alma a la mejora y al bienestar de los campesinos pobres del distrito de Anantapur». También hubo personas que no estuvieron a favor de que el padre Ferrer dejara el sacerdocio y se casara.

La muerte del mítico Vicente Ferrer sacó a la luz la figura de su viuda, Anna Ferrer, encargada de materializar los «sueños imposibles» de su marido y cuya labor ha reconocido España al condecorarla con la Orden del Mérito Civil. Anna Ferrer se convirtió desde el primer momento en uno de los pilares de la organización. Inteligente, capacitada y extremadamente concienciada con la situación de la mujer en la India, se erigió en la voz firme de la lucha por los derechos de la mujer.

Su principal objetivo es poner fin «al problema de la violencia contra las mujeres en la India». Explicaba en una visita al Parlamento de Extremadura:

«En cada pueblo tenemos un comité que debe identificar a las mujeres que son maltratadas en casa y, luego, este se coordina con la Fundación para buscar soluciones. Tenemos, creo, una de las pocas casas de acogida para mujeres en una zona rural», explicó orgullosa.

¿Nos preguntamos cuál es la situación de la mujer india? Anna escribe en uno de sus artículos de la Fundación Vicente Ferrer:

«Las mujeres están progresando muchísimo. Y si la mujer progresa y tiene educación, habrá educación en toda la familia. Pero lo que necesitan millones de familias ahora es concienciarse sobre la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres. Si no hay un cambio en esto, no puede cambiar la situación actual de violencia sufrida por las mujeres. Necesitamos un cambio en esto. Y hay que hacer mucha conciencianción en familias».

Anna se siente feliz porque ha sido invitada en diferentes foros a hablar sobre esta cuestión. Ha conseguido que las mujeres sean valoradas y respetadas en su entorno; aunque no es, sin embargo, su único caballo de batalla.

La creación de una red sanitaria al alcance de toda la población y favorecer la integración social y laboral de las personas con discapacidad fueron sus otros dos objetivos.

Durante quince años fue la responsable del programa sanitario de la Fundación Vicente Ferrer en la India. Se encargó personalmente de crear un amplio equipo de trabajadoras sanitarias que recibían formación y velaban por la salud de los habitantes de las aldeas.

En 1987, Anna fijó otro importante objetivo para la organización: entrar en contacto con otro colectivo fuertemente discriminado en la India rural, y así se inició el programa de mujeres con discapacidad de la Fundación.

Anna piensa que las ideas son como las semillas, a veces germinan y florecen en bonitas plantas y árboles, y otras veces permanecen solo como semillas.

Esta gran promotora ha conseguido organizar y poner en marcha seis talleres de artesanía, en los cuales 200 jóvenes con discapacidades hacen preciosos artículos que venden en el campo y también exportan a España para sus tiendas solidarias. Este bonito proyecto nació de una idea lanzada a finales de los 90, mientras Vicente y Anna estaban en Mallorca, conversando con una de las responsables más antiguas, que les enseñó una pequeña bolsa hecha de una fibra seca. Entonces pensaron: ¿por qué no intentar encontrar un material como este en Anantapur y que las mujeres en las aldeas hagan productos de artesanía? Se podrían exportar los productos a España y mejorar los ingresos de las mujeres, ya que estas bolsitas se vendían muy bien en los mercadillos mallorquines.

Al regresar a Anantapur enviaron a dos o tres trabajadores a investigar si existía algún material similar. Y encontraron el yute, una fibra natural fina y larga que, tras el algodón, ocupa el segundo lugar en producción y variedad de productos elaborados. Precisamente, en Bangladés y en la India se produce el mejor yute del mundo.

Entonces, Anna pensó en dar la oportunidad a las jóvenes que tenían alguna discapacidad y cuyas manos eran aún hábiles. Muy pronto, el primer grupo de chicas llegó para una entrevista (algunas andaban sobre sus manos y rodillas; otras iban en triciclos, sillas de ruedas o con muletas; otras eran chicas sordas o con una ligera discapacidad mental…). Nos cuenta Anna en su revista Anantapur: «Cuando las saludé, me pregunté si podrían hacer productos con la calidad suficiente para exportarlos». Un año después, elaboraban productos de gran calidad. Ahora, tienen centros de yute, papel maché, bisutería, bordados, costura y vajillas.

Otro campo de batalla de esta excepcional luchadora lo constituyen las mujeres viudas, algunas muy jóvenes, y la marginación social a la que se ven sometidas. Las leyes han tardado en reconocer la situación de las viudas. Tras la independencia de la India, el Gobierno legisló para que las esposas pudieran heredar las posesiones de sus cónyuges. «Normalmente las propiedades se mantienen a nombre del hombre más anciano de la familia y no pasan a la siguiente generación hasta su muerte, de manera que muchas veces el hijo de la mujer viuda hereda las posesiones familiares, dejando a su madre sin propiedad». Para evitar que esto sucediera, en el año 2005 se aprobó una enmienda a la ley de sucesiones hindú de 1956, que permitía a las mujeres coheredar propiedades de la familia de su marido. Medio siglo después, la ley sigue sin cumplirse, sobre todo en las aldeas más remotas donde la tradición impera sobre la ley y marca el vivir diario de una comunidad en su mayoría analfabeta.

«Muchas mujeres, al enviudar, desconocen que tienen derecho sobre las posesiones de sus maridos o no se atreven a reclamarlo. Los organizadores de la comunidad de la FVF (Fundación Vicente Ferrer) ayudan a las más ancianas a sumergirse en toda la burocracia necesaria para lograrlo».

Anna Ferrer no solo ha trabajado para mejorar la situación de la mujer india, sino que ha puesto todo su empeño para que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad dentro de la organización. La revalorización del papel de la mujer en la sociedad es uno de los pilares sobre los que se fundamenta la transformación social en la que trabaja la Fundación desde hace más de cuarenta años. Hasta la implantación de las asociaciones de mujeres promovidas por la FVF, los sanghams, ninguna mujer podía pensar ni siquiera en la posibilidad de poder crear una actividad económica, dados los condicionantes sociales y culturales a los que está sometida. También ha jugado un papel importante en mantener la unidad y el espíritu humanista de la FVF. Según sus propias palabras: «Existen muchas ONG que tienen maravillosos proyectos generales, pero en ese gran esfuerzo, a veces, se olvidan de las personas. Nosotros tenemos presentes a las personas y al proyecto. Somos humanistas de vocación». Uno de sus lemas es «Formación contra la discriminación».

Actualmente es presidenta de la Fundación Vicente Ferrer y directora ejecutiva de la FVF en la India.

 

Reconocimientos a Anna Ferrer:

Premio Isabel Ferrer por la igualdad entre hombres y mujeres (Generalitat Valenciana), en 2005.

Mujeres por la Igualdad, de Alcorcón, en 2011.

I Premio al Compromiso con la Salud, del Colegio de Médicos de Bizkaia, en 2012.

Premio Grupo Vocento «Motivos que celebrar», en 2012.

Premio EVAP a la Integridad, por la Asociación de Empresarias y Profesionales de Valencia, en 2013.

Premio FEDEPE a la Mujer Profesional, en 2013.

Premio Gigante del Espíritu del Instituto Intercultural para la Autogestión y la Acción Comunal INAUCO (Valencia), en 2013.

 

Anna Ferrer, presidenta y directora ejecutiva de la Fundación Vicente Ferrer

Actualmente, Anna Ferrer es la presidenta de la Fundación Vicente Ferrer, y es la responsable de fijar la estrategia de la organización, coordinando, al mismo tiempo, el equipo de responsables que gestionan los distintos proyectos que la Fundación tiene en marcha. Después de la muerte de Vicente, el 19 de junio de 2009, es ella la presidenta de la Fundación, y está muy feliz por seguir adelante con su actividad. No ha pasado ningún día sin trabajar, y cuenta con el soporte de miles de personas. Sigue una labor muy activa viajando y reuniéndose con socios y padrinos de la Fundación en España.

Tiene palabras para Vicente Ferrer, «cuyo carisma y especial relación con las personas lo hacen inigualable». Anna Ferrer recuerda a quien fuera su compañero durante muchos años, pero acepta que ahora, sin él, el trabajo debe continuar. Su legado ha de permanecer vivo: «Él dejó un equipo con una gran motivación».

Dice Anna que la gente lo recuerda más no por su filosofía profunda, ni por las palabras sencillas, sino por su sentido del humor. Detrás de ese humor auténtico está el conocimiento profundo del dolor.

En una de sus declaraciones en España comenta:

«No podemos sustituir a Vicente. Después de su muerte, Vicente ha crecido. Siento que la Fundación va casi sobre ruedas, porque ha llegado a 600 pueblos nuevos y vamos a poner en marcha muchísimos proyectos que puedan ayudar a algunas familias a tener una vida digna y mejor».

Sigue con el mensaje de la «acción buena», no como una acción concreta, práctica, sino como base de toda religión, de toda filosofía. Vicente sigue inspirando esa convicción de que es posible erradicar la pobreza.

«Seguimos trabajando porque confiamos en el proyecto que construimos junto a él. Su pérdida fue muy sentida por todos porque era algo más que un jefe. Estoy convencida de que estaría orgulloso de los pasos que ha dado la Fundación desde su marcha».

«La discriminación de la mujer es tan endémica que debemos trabajar por acabar con ella de manera transversal», recalca. Violencia, abusos, desigualdad o injusticia son algunos de los elementos que tejen la vida de las mujeres a quienes atienden: «La India es el cuarto país más peligroso para ser mujer». Hay tanto por hacer que el trabajo no cesa: «Afortunadamente, se están produciendo cambios».

Anna, desde sus inicios en la Fundación, siempre tuvo un serio compromiso para con la mujer. En diferentes entrevistas cuenta lo que están realizando actualmente:

  • Trabajamos por la igualdad con mujeres y con hombres, porque solo con mujeres no va a cambiar nada. Preparamos talleres y reuniones a nivel de organización y de pueblo para hablar con los hombres sobre la discriminación, pero siempre con especial atención a ellas, que sufren discriminación de género. Es muy importante este sector dedicado en exclusiva a la mujer, al igual que todos los demás (ecología, sanidad, vivienda, personas con discapacidad y educación), que se implantan teniendo muy presente el empoderamiento femenino.
  • La India es el cuarto país más peligroso donde ser mujer. La discriminación de las mujeres empieza en la cuna, incluso antes, cuando la mujer está embarazada, con abortos selectivos, feticidios; además se producen infanticidios femeninos. El nacimiento de una niña en la India es para muchas familias una desgracia. Sin embargo, cuando nace un niño, se reparten dulces. Cuando se trata de una niña, los padres lo reciben como una noticia triste y se disculpan ante su comunidad. Desde la Fundación se está promoviendo la celebración de los nacimientos de las niñas.
  • Las niñas nacen asumiendo que son menos que los niños. La India es una sociedad profundamente patriarcal. Ellas son las últimas en comer en casa, saben que son una carga porque sus padres tendrán que pagar dote por ellas… La prioridad es que estudien ellos.

La educación es la clave para que sean autosuficientes y fuertes para reivindicar sus derechos. El desafío más grande con el que nos encontramos es tener la capacidad de explicar que la vida de cada persona, independientemente del lugar del mundo donde viva, debe tener el mismo valor.

  • Hay matrimonios infantiles concertados con dinero de por medio. Son actitudes que forman parte del imaginario social indio. Afortunadamente se están dando cambios, y estamos consiguiendo que las familias sean conscientes de la importancia de dar educación a sus hijas, de que no interrumpan sus estudios con bodas, ni que empujen a sus niñas al matrimonio ni a la maternidad cuando no están preparadas ni física ni mentalmente. Un problema muy grande en India que causa muchísima violencia de género es el de la dote. Estamos trabajando para concienciar esto, que además se agrava cuando las niñas ya no van a estudiar. Las personas tienen que aprender a decir «no»: no vamos a entregar a nuestros niños, no vamos a dar dote para promover el matrimonio, no vamos a aceptar dinero por concertar los matrimonios de nuestros hijos.
  • Por fortuna, el porcentaje se ha reducido mucho en Anantapur, donde trabaja la Fundación, y la mayoría de las chicas se casan a partir de los dieciocho años, la edad legal para contraer matrimonio. La Fundación trabaja mano a mano con las organizaciones locales para impedir que se concierten los matrimonios de las hijas antes de la edad legal. Sabemos que sin un trabajo de sensibilización de muchos años, el porcentaje sería mucho mayor.
  • La educación en la igualdad, tanto de adultos como de niños es básica para combatir la violencia de género. Además, hacemos mucho trabajo de empoderamiento de la mujer a nivel educativo, económico y social. Después de una agresión, es muy importante prestar apoyo a la víctima para facilitarle el proceso. Tenemos casas de acogida en las que se les da un hogar de manera temporal, atención psicológica y un acompañamiento exhaustivo en todo el proceso de denuncia. Además, acuden a talleres de la Fundación en los que aprenden un oficio para poder tener ingresos económicos y ser independientes.
  • La violencia en las relaciones de pareja es frecuente. Hay abusos sexuales, tráfico sexual. Todo esto tiene que modificarse. Estamos luchando por detener la transmisión del sida de madres embarazadas a sus bebés en los hospitales con un tratamiento muy efectivo de un altísimo porcentaje de éxito.
  • El programa De Mujer a Mujer pretende lograr el empoderamiento y el avance de las mujeres de las comunidades y castas más desfavorecidas. La colaboración se establece entre una mujer española y otra india. Cada colaboradora pasa a formar parte de una sociedad cooperativa de mujeres en riesgo de exclusión. Además, también se pretende fortalecer el papel de la mujer en la sociedad y la defensa de sus derechos. El apadrinamiento es la llave de una nueva vida, no solo para el apadrinado, sino para toda su familia. Además de garantizar el apoyo educativo a niños y niñas de castas bajas, material escolar y ropa, toda la familia se ve con cobertura sanitaria y es una puerta de entrada a otros programas de la Fundación.

 

Vicente siempre nos decía:

«No importan los problemas, no importan los obstáculos. Si hay algún problema, hay solución. Si no hay solución, está la Providencia. Entonces, siempre hay que ir hacia delante».

En India la gente vive una vida muy sencilla y aun nosotros podemos hacer muchas cosas con pocos recursos.

Un pacto de amor: mi vida junto a Vicente Ferrer

Anna Ferrer publicó en marzo de 2009 Un pacto de amor. Mi vida junto a Vicente Ferrer. El libro recoge el relato de su vida en Anantapur, cuarenta años de compromiso con las comunidades más discriminadas de la India, y con Vicente Ferrer, durante los cuales ambos han impulsado un programa de desarrollo integral que ha producido una sorprendente transformación social en aquella región india. Un pacto de amor recoge el testimonio de Anna Ferrer, una mujer dedicada a una causa y que ha compartido ese sueño solidario con Vicente Ferrer.

«Nuestros destinos se cruzaron en Anantapur con las manos vacías, para acabar levantando lo que hay ahora. Es una bonita historia. Es la historia de muchas vidas: las nuestras, las de las familias de los pueblos… Si nadie las escribe, las historias y las anécdotas se olvidan. Me ha llevado casi cuatro años escribir este libro», explica Anna Ferrer.

 

Bibliografía

www.huffingtonpost/annaferrer

Videos de youtube de Anna Ferrer con Inmanol Arias.

Entrevista en Catalunya radio por Manel Fuentes.

Discurso de Anna Ferrer en el auditorio de Axa en Barcelona.

Vídeo: Mujeres: la fuerza del cambio en la India.BIB

Anantapur, revista informativa 2013, Fundación Vicente Ferrer.

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