María Elena Maseras Ribera

LA PIONERA ELENA MASERAS Y LOS VALORES QUE ME SUGIERE.-

Elena Maseras Ribera nació en Vilaseca (Tarragona) en 1.853, hija de un veterinario y de una maestra de educación primaria. En el seno de su familia había varios médicos y desde pequeña se sintió atraída por la Medicina, hasta el punto de que cuando tuvo edad quiso estudiar Medicina en una época en la que el mundo universitario era un mundo exclusivo de hombres, donde la mujer estaba vetada.

A pesar de ser algo impensable Elena decidió perseguir su sueño, derribar barreras y luchar por ello, así en 1.872, contando 19 años de edad, consiguió que el entonces rey de España, Amadeo I de Saboya, dictara una Real Orden que la autorizaba para matricularse en régimen privado en la Facultad de Medicina de Barcelona, siendo la primera mujer universitaria de España.

Sin embargo se le permitía estudiar la carrera pero desde su casa con profesores particulares, ya que al ser en régimen privado no se le autorizaba para asistir a las aulas.

Así lo hizo durante los tres primeros años, cuando por fin el Catedrático de Medicina Terapéutica, Narciso Carbón, la invitó a asistir a sus clases, siendo muy bien aceptada por los alumnos, que la recibieron entre aplausos a pesar de la mentalidad de entonce. Sin embargo, no pudo sentarse junto a sus compañeros, sino que tuvo que hacerlo en un asiento que se colocó en la tarima junto al profesor.

Llegado el año 1.978, es decir, seis años desde que Elena se matriculó por primera vez en la Facultad de Medicina, finalizó la Carrera aprobando todas las asignaturas con buenas calificaciones.

Sin embargo, a pesar de tener su Carrera terminada no se le permite ejercer, al no tener autorización para acceder al examen que le otorgara el título que la habilitara para ejercer la profesión.

Tras multitud de solicitudes no fue hasta tres años más tarde cuando por fin pudo obtener autorización para acceder a dicho examen, el que aprobó con la calificación de sobresaliente.

A pesar de tener ya el Título que le permitía el ejercicio de la Medicina no la ejerció nunca, y ello debido a que durante esos tres años de espera y ante la duda si se le llegaría a permitir obtener el citado título, decidió estudiar Magisterio, ya que también sentía admiración por la enseñanza que fue la vocación de su madre.

Cuando se le permitió poder hacer el examen para obtener el título, Elena ya había comenzado a trabajar como maestra, pero a pesar de ello se lo preparó y lo aprobó con sobresaliente, demostrando su generosidad al no dejar inacabada su lucha por una igualdad que tanto quería no solo para ella sino para las mujeres que vinieran detrás.

Cuando Elena se propuso estudiar Medicina realmente no había una prohibición expresa de la mujer para estudiar una carrera universitaria, sino que existía una especie de vacío legal al respecto, pues al ser algo tan impensable ni siquiera estaba regulado, la tradición y la mentalidad hasta ese momento no contemplaba esa posibilidad. Por ello, la lucha de Elena fue burocrática prácticamente en su totalidad.

 Habiendo Elena cambiado su rumbo profesional, decantándose por la docencia, trabajó primero en una escuela pública en la localidad de Villanueva y Geltrú (Barcelona), y unos años más tarde aprobó unas oposiciones obteniendo la plaza de maestra en la primera escuela pública para niñas que se abrió en Mahón (Menorca).

Allí compaginó su profesión de maestra con la escritura, colaborando con el periódico local “El Pueblo”, para el que escribía artículos relacionados con la Medicina, la higiene y la cultura; también pronunció conferencias en la que trataba los mismos temas, así tiene algunas como las tituladas “la importancia de la higiene en las escuelas” y “La armonía de la higiene con la cultura de la mujer”.

Tanto a través de sus artículos como de sus Conferencias fomentó la necesidad de tener una buena higiene para tener una buena salud, ya que en esa época las condiciones de las viviendas no facilitaban demasiado el mantener una higiene adecuada.

Por tanto, si bien Elena no llegó a curar sí enseñó y fue una excelente pedagoga, y nunca perdió del todo su cercanía con la Medicina gracias a sus artículos y a sus conferencias.

Mientras todo esto transcurría en España se seguían dando pasos para avanzar en la integración de la mujer en el mundo universitario, así en 1.888 (diez años más tarde desde que Elena finalizó la Carrera), se admitió la entrada de las mujeres en la Universidad con carácter privado, necesitando una autorización del Consejo de Ministro para poder hacerlo como alumnas oficiales.

No fue hasta el 8 de Marzo de 1.910, cuando por fin se produce el verdadero cambio, al dictar el Ministerio de Instrucción Pública un Real Decreto que permitía el acceso libre a las mujeres a la Universidad y en igualdad de condiciones que los hombres, sin necesidad de más permisos especiales.

Tan solo unos meses más tarde se les reconocía también el derecho a ejercer su profesión.

Desgraciadamente Elena no puedo ser testigo de este logro al haber fallecido cinco antes (en 1.905) en Mahón, a la edad de 52 años de una dolencia cardiaca, pero su nombre ocupa un lugar de honor entre las mujeres valientes y pioneras de España que lucharon por la igualdad entre hombres y mujeres.

Y en su memoria existen en Barcelona unos Jardines que llevan su nombre y que se encuentran muy cerca del Hospital Clínico, así como una calle y un Instituto Público con el nombre de “María Elena Maseras”, y otro en Ciudad Real.

Me hubiera gustado saber que  valores tenía Elena que la diferenciaban de otras mujeres de su época y que la llevaron a lograr sus metas. Partiendo de que si somos lo que pensamos y lo que defendemos, y centrándome en su obra me puse a especular como me la imagino y que valores me sugiere.

Así lo primero que vino a la mente fue su Capacidad de Esfuerzo, fundamental para lograr metas difíciles como la suya; a continuación su Voluntad, porque Voluntad y Esfuerzo van de la mano, sin voluntad el esfuerzo no se mantiene, y ella a pesar de todas las trabas burocráticas y puertas cerradas a cal y canto que se encontró no abandonó su lucha.

Su Fortaleza, que debió lograr desde el esfuerzo constante que tuvo, y que le permitió no rendirse en el camino que se había trazado.

Su Perseverancia, es evidente su actitud perseverante ante un objetivo claro, incluso con la claridad de miras que da la Prudencia, cualidad que también identifico en ella.

Demostró una gran armonía entre lo que pensaba, expresaba y hacía, y con seguridad esa armonía fue reflejo de su armonía interior, porque las personas con esa luz y armonía interior son capaces de cambiar las cosas importantes de la vida para hacerlas más justas.

Indudablemente tuvo que ser una mujer con una gran seguridad en sí misma, seguridad que le permitió emprender su conquista en un mundo que le era hostil y en el que la mujer era invisible.

Podría seguir imaginando las cualidades de Elena, pero me concentré en las expuestas que fueron las primeras que me sugirió al pensar en ella.

A continuación reflexioné sobre las enseñanzas que me aportan esos valores que me sugiere nuestra Pionera: en primer lugar, la importancia de tener un objetivo claro que de sentido a nuestra vida, así como la necesidad de perseguirlo siendo firmes en el esfuerzo y en la constancia.

También que no dejemos de luchar por nuestros objetivos por muy pequeños que sean, nuestras ilusiones, y que no nos frene el miedo a equivocarnos, no hay que tener miedo a los errores, en todo caso miedo a no aprender de ellos.

Potenciar la seguridad en nosotros mismos, la falta de confianza nos paraliza y no nos deja salir de nuestra zona de confort; estoy convencida que la seguridad en sí misma que tuvo Elena fue en gran parte la responsable de su éxito.

Y esa seguridad debemos buscarla sabiendo que florece desde dentro con independencia de las cosas externas, cuidar nuestro interior y despertar las potencialidades que en él tenemos latentes, a través del autoconocimiento y con la práctica de nuestros valores más elevados.

En una conferencia escuche que “el héroe es aquél que se ha erguido para conquistarse a sí mismo para poder realizar conquistas externas”, por tanto si no cuidamos nuestro interior donde se encuentra nuestra condición más elevada, nuestra vida exterior no tendrá éxito.

Terminar diciendo que saquemos el héroe que todos llevamos dentro, porque el verdadero poder está en nuestro interior y sólo se consigue a través del esfuerzo y de la superación.