Ernestina de Champourcín

La poeta desconocida de la Generación del 27

 

Ernestina de Champourcín, 1905-1999

Por vida, cronología y voz literaria, Ernestina de Champourcín pertenece a la Generación del 27, pero por muchas razones esta condición le ha sido cuestionada y hasta negada.

Nació en Vitoria, en una familia católica y tradicionalista, y recibió una educación exquisita. Ávida lectora, dominaba el inglés y el francés como no era habitual en su tiempo y entre sus coetáneos.

Aunque quería estudiar en la universidad, no pudo hacerlo por la oposición de su padre.

En el Liceo Femenino fundado por María de Maeztu y Concha Méndez en 1926, Ernestina era la encargada de los asuntos literarios.

En 1930, en la tertulia del Café Regina, a la que eran asiduos escritores como Valle-Inclán o Max Aub, conoció a Juan José Domenchina, poeta y secretario político de Manuel Azaña, que sería su esposo y compañero hasta su muerte en 1959. Los unió la literatura y el gusto por la crítica sincera.

Por aquel entonces Ernestina ya se había ganado el reconocimiento de la crítica, con tres poemarios: En silencio (1926), Ahora (1928) y La voz del viento (1931). Gerardo Diego sella su pertenencia a la Generación del 27 al incluirla en su antología Poesía española contemporánea (1934).

Durante la Guerra Civil, se sumó al trabajo de una especie de comité denominado Protección de Menores, fundado por Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia, preocupados por los niños huérfanos o abandonados.

Marchó con su marido al exilio en Toulouse, Paris y México, donde sobrevivió trabajando junto a él como traductores del Fondo de Cultura Económica.

México fue una de sus etapas más fecundas y felices. Allí publicó Presencia a oscuras (1952), Cárcel de los sentidos (1960) y El nombre que me diste (1960).

Aunque era republicana y de izquierdas, tras una crisis religiosa se incorpora al Opus Dei.

Regresó del exilio en 1972, y se instaló en Madrid. En sus últimos años recibió numerosos premios y reconocimientos y fue candidata, además, al Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Murió en una residencia de ancianos en marzo de 1999.

Ernestina de Champourcín representa una de las cimas poéticas de la llamada poesía pura; la más importante entre el grupo femenino de la Generación del 27.