Tamara de Lempicka

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Tamara de Lempicka fue una de las artistas más importantes del Art Decó. Nació en una acaudalada familia, hacia 1894 en Moscú. Tras la caída del zarismo, vivió en Copenhague y luego en París, donde comenzó a pintar. Su obra es de formas geométricas y colores trasparentes. En 1925 alcanza la fama y se convierte en la pintora de moda. Se traslada a Estados Unidos y más tarde a México, donde muere en 1980. Su obra resurge del olvido en 1994 cuando aparece el cuadro Adán y Eva en una subasta de arte, que fue adjudicado en dos millones de dólares.


Tamara de Lempicka: la mujer de oro
Abordar la figura de Tamara de Lempicka supone rescatar del olvido a una de las artistas más importantes del Art Decó.
Su vida está repleta de misterios y de singulares anécdotas que nos hacen dudar si son reales o fruto de la fantasía. De hecho, sus biógrafos no se ponen de acuerdo en su fecha de nacimiento. Su existencia bien podría convertirse en un interesante guión de Hollywood.
María Gorska, que era el nombre de Tamara de Lempicka, nació en el seno de una acaudalada familia, en una fecha situada entre 1894 y 1898. Últimas investigaciones apuntan a que fue en Moscú y no en Varsovia donde nació, se educó y estudió arte. Siendo adolescente viajó a Italia y visitó sus museos; así fue como nacería en ella una admiración profunda por el Quattrocento italiano.
En 1916 se casó con Tadeusz Lempicki, de quien tuvo una hija, Kizette. Sabemos que Tamara era contraria al comunismo. Su marido fue detenido por sus actividades contrarrevolucionarias. La caída del zarismo y la llegada de los bolcheviques al poder destruyeron su cómoda y lujosa vida. En consecuencia, decidió abandonar Rusia y, durante un tiempo, vivió en Copenhague.
En 1918 el matrimonio se traslada a París; es allí donde comienza su aprendizaje artístico y donde la necesidad económica empuja a Tamara a pintar. En 1922, entra en el taller de André Lhote. Con las enseñanzas y teorías de Lhote, el cubismo de Léger, su admiración por el arte clásico y algunos pintores como Ingres, Lempicka hará una obra de formas geométricas, de colores trasparentes y depurado acabado. Sus figuras, situadas siempre en un primer plano, son poderosas y emanan fuerza y magnetismo. En 1925 participó en una exposición en París sobre lo que luego se conocería como Art Decó, donde Tamara alcanzaría la fama que la convertiría en la pintora de moda. Su mejor obra está situada entre 1925 y 1935, obteniendo, durante todos estos años, sustanciosos ingresos por sus cuadros.
Casi todas sus pinturas son retratos. Sus personajes son de la alta sociedad y la aristocracia. En ellos se percibe el lujo y la sofisticación. Los hombres visten trajes de corte impecable, esmóquines y hasta uniformes de gala. Las mujeres lucen vaporosos trajes, ostentan escotes, elegantes pañuelos y guantes largos. En sus pinturas, predominan las figuras femeninas y se reconoce su enorme capacidad para captar la carga psicológica de sus personajes.
Tamara era una artista emancipada y moderna cuya obra no estaba encasillada dentro de los cánones artísticos de su tiempo. Observaba las vanguardias como algo curioso, pero ajeno a su sensibilidad artística. Ella misma diría: «Al comienzo de mi carrera, miraba a mi alrededor y no veía en la pintura más que la destrucción total. Sentía repulsión por la banalidad que impregnaba el arte… Todo me sublevaba; yo buscaba un oficio que ya había dejado de existir. Trabajaba con rapidez y ligereza de pincel. Me preocupaba por la técnica, por el saber artesanal, por la sencillez y el buen gusto. Mi meta: no copies jamás. Crea un estilo nuevo, colores claros y luminosos, y trata de descubrir la elegancia de tus modelos». Y también afirmaría de sí misma: «Yo fui la primera mujer en pintar con claridad y limpieza; esa es la clave de mi éxito. Entre cientos de cuadros de distintos autores, el mío se reconoce de inmediato. Y las galerías comenzaron a exponer mis obras en los mejores salones, siempre en el centro, porque mi pintura atraía. Era clara, acabada».
Tamara de Lempicka era una mujer bella, elegante, poseía un gran magnetismo y su personalidad era excéntrica y desconcertante. El poeta italiano Gabrielle d´Annunzio, prendado de ella, le dedicó la poesía La mujer de oro, y le regaló un topacio que llevó durante toda su vida.
En 1928, tras divorciarse de su marido, se convertirá en la amante del barón Kuffner, con quien se casará en 1933. Tamara seguirá viviendo en París hasta 1939, año en el que los Kuffner, tras vender sus valiosas posesiones, marchan a Estados Unidos huyendo del ambiente de guerra que se respiraba en Europa.
Vivieron en una lujosa finca de Beverly Hills, que perteneció al director de cine King Vidor, donde daban suntuosas fiestas, a las que asistían muchas celebridades del mundo del cine y de la comunicación. En 1943 se trasladan a Nueva York.
Después de marchar de Europa, la artista sería más conocida como baronesa de Kuffner que como Tamara de Lempicka. La pintora y su arte habrían de caer en el olvido. Se hablaba de sus vestidos, joyas, título nobiliario y, finalmente, se añadía que, además, era pintora. No dejó nunca de trabajar, ni aun en los años en que sufrió la indiferencia del público. Pero su interés en que se la viera como una sofisticada y aristócrata gran dama influyó negativamente para que se la tuviera en cuenta como artista.
En 1963 Raoul Kuffner sufrió un infarto. Su muerte tuvo un efecto devastador sobre la psique de Tamara. En 1974 se trasladó a vivir a Cuernavaca (Méjico), y el 18 de marzo de 1980, Tamara de Lempicka murió mientras dormía. Su hija Kizette, cumpliendo los deseos de su madre, esparció sus cenizas sobre el cráter del Popocatepétl.
Tras la Segunda Guerra Mundial, muchas de sus obras fueron relegadas a almacenes y desvanes y solo algunos museos y colecciones privadas tenían parte de sus obras.
En 1972, la Galerie de Luxemburg la resucitaría con una retrospectiva de París. Volvería a resurgir su obra en 1994, en la subasta de la colección de arte de Barbra Streisand cuando, en la sala Christie´s, apareció el cuadro Adán y Eva, pintura que fue adjudicada en dos millones de dólares. En 2004, la Royal Academy of Arts de Londres la hizo de nuevo famosa rescatándola una vez más del olvido.
Más allá de los vaivenes de la vida, su obra queda grabada en la retina de aquel que alguna vez la ha contemplado y ha quedado fascinado por la inmensa fuerza que desprenden sus pinturas.
La vida de Tamara de Lempicka fue intensa, como un volcán en continua actividad, similar a aquel sobre el que se esparcieron sus cenizas.
BIBLIOGRAFÍA
•    Claridge, Laura (2000). Tamara de Lempicka. Barcelona: Circe.
•    Néret, Giles (1994). Lempicka. Alemania: Taschen.
Phillips, Ch. & Lempicka  Foxhall (1988). Pasión por pintar. El arte y la época  de Tamara de Lempicka. Madrid: Mondadori.