Coco Chanel

Coco Chanel nació en 1883. Aprendió a coser con su tía. Pasó muchas horas renovando viejas camisas y embelleciendo sombreros.

A los veinte años, vivió con una familia que tenía un comercio de venta de telas, y trabajó en un taller donde arreglaba uniformes de oficiales de caballería. Empezó a utilizar cómodas prendas masculinas y zapatos planos, algo inusual.

En 1908, abrió en París una tienda de sombreros. Sus diseños tuvieron mucho éxito y se trasladó, con el nombre de «Modas Chanel», junto al lujoso hotel Ritz. Liberó el cuerpo femenino de los apretados corsés, y la ropa sport revolucionó el concepto de la moda.

Durante la Primera Guerra Mundial, en 1914, ofrecía modelos de ropa de punto, cómoda y sencilla, con lo que triunfó.

La lista de sus éxitos es larga. Puso de moda el pelo al estilo garçonne, la piel bronceada, los largos collares de perlas como complemento a sus vestidos negros, el perfume Chanel n.º 5, los trajes de chaqueta y falda recta por debajo de la rodilla, etc.

Su empresa llegó a tener 4000 empleados. Con setenta años de edad regresó al mundo de la moda y volvió a triunfar entre las mujeres. Murió en 1971.


La época de la Primera Guerra Mundial imprimió un gran salto en la liberación de la mujer en todos los ámbitos. «Es la hora inaugural de la historia para las mujeres del mundo. Es la era de las mujeres», exclamaba la sindicalista norteamericana Raymond Robins en el congreso de la National Women´s Trade Union League, realizado en 1917.

El ensayista francés Gastón Rageot saluda «el alba de una nueva civilización», y el historiador León Abensour comentaba “el advenimiento de la mujer a la vida nacional”. Y es que esta guerra implicó una transformación en las relaciones entre ambos sexos y emancipó a las mujeres en mayor medida que en los años y aun que en los siglos anteriores.

En la literatura, prensa y discursos políticos se hablaba de este cambio, para celebrarlo o para denunciarlo. Las mujeres tuvieron que sustituir a los hombres en el terreno laboral, y para ellas fue una experiencia de libertad y de responsabilidad sin precedentes. Se valoró su trabajo al servicio de la patria y tuvieron una apertura a nuevas oportunidades profesionales que antes les eran negadas. Por necesidad, la guerra eliminó las barreras que separaban los trabajos masculinos y los trabajos femeninos. Las chicas podían estudiar en las escuelas de ingenieros; pudieron acceder a profesiones superiores. Las que eran maestras vieron la mejora de su situación, y en las comunidades rurales reemplazaban al alcalde ausente.Las jóvenes podían ingresar en «esos grandes bastiones de la alta educación» que eran las universidades de la Sorbona, en Francia, o la de Oxford, en el Reino Unido.

Por todas partes se ve a mujeres trabajando en cafés, hoteles, comercios, banca, administración, y también en gabinetes del Ministerio. La gran mayoría de las trabajadoras toma conciencia de sus capacidades y estiman su nueva independencia económica, pues en el trabajo destinado a la guerra, sobre todo en la industria de armamento, se gana el doble o más que en los anteriores oficios femeninos. Las empleadas de hogar dejan sus colocaciones para ir a las fábricas.

Por otro lado, para las mujeres y jovencitas de las clases sociales medias y altas, acostumbradas a ejercer actividades de caridad, la guerra es un período de intenso trabajo, que cambia los encasillamientos sociales, como eran la rigidez de la moda y las maneras sociales de la burguesía. La antigua y codificada práctica del día de recepción cae en desuso ante la obligación de dedicar unas horas a alguna obra de caridad o de asistir a galas benéficas.

Las chicas pasean por las calles solas, sin «carabinas», deslumbradas por la libertad; todo un mundo de posibilidades se abre ante ellas.La «muerte del corsé», el acortamiento de las faldas y la simplificación de la indumentaria, como el traje chaqueta y los tejidos de punto creados por Coco Chanel, liberan los cuerpos de las mujeres facilitando el movimiento.

 

Gabrielle Bonheur Chanel, conocida años más tarde como Coco Chanel, nació en la ciudad de Saumur el 19 de agosto de 1883. Era la segunda hija de la pareja formada por Jeanne Devolle, de diecinueve años, y el vendedor ambulante Albert Chanel. En el momento de su nacimiento, su padre estaba ausente, y como su madre no tenía pensado ningún nombre para su bebé, la monja que la cuidaba le puso su nombre: Gabrielle Bonheur (Felicidad). Cuando cumplió un año, sus padres se casaron, aunque la boda no cambiaría nada. Su padre seguía de mercado en mercado y de conquista en conquista de jóvenes campesinas. Mientras, su familia cambiaba a menudo de domicilio, pero como el dinero escaseaba, solo encontraban habitaciones húmedas y poco soleadas. Después de Julie y Gabrielle, nacieron Alphonse, Antoinette y Lucien.

La salud de Jeanne estaba muy deteriorada a causa de los frecuentes embarazos y el trabajo de muchas horas en los puestos de los mercados, siempre a la intemperie. Viéndose enferma, decidió regresar junto a sus cinco hijos a su pueblo natal, Courpière, donde se instaló en casa de unos parientes.

En el año 1895 falleció su madre, víctima de la tuberculosis, con treinta y un años. La encontraron muerta una mañana de invierno en su habitación, y su progenitor, Albert, como siempre, se encontraba ausente. Al conocer la noticia, regresó junto a sus hijos y los llevó a Vichy, dejándolos al cuidado de sus padres. Los abuelos no podían hacerse cargo de los niños, así que llevaron a las chicas al orfanato situado en el antiguo monasterio de Aubacine, regido por las hermanas de la congregación del Sagrado Corazón de María. Los hermanos varones fueron confiados a los dueños de una granja y trabajarían para ellos a cambio de techo y comida.

Las hermanas Chanel pasaban sus vacaciones escolares con sus abuelos, en Moulins, a orillas del río Allier, donde tenían un puesto en el mercado de abastos. A Gabrielle lo que más le gustaba de estas vacaciones era encontrarse con Adrienne, la hija pequeña de su abuela Virginie, que era dos años mayor que ella. Durante la temporada estival eran inseparables. En ocasiones iban a casa de su tía Louise Costier, hermana de su padre. Fue su tía quien le enseñó a coser con imaginación, en la cocina de su casa las tres pasarían largas horas confeccionando manteles y juegos de sábanas, aprendió a renovar las viejas camisas con cuellos hechos con retales y pliegues rectos y a embellecer sombreros que su tía compraba en la ciudad de Vichy.

Cuando cumplió dieciocho años, Gabrielle tuvo que abandonar el orfanato de Aubazine, pues solo se quedaban las chicas que querían ingresar como novicias. Su abuela Virginie, con ayuda de las monjas, consiguió que fuera acogida en régimen de beneficencia en un centro religioso de Moulins. Pasó dos años en el internado de Notre Dame, una estricta escuela de señoritas donde se las preparaba para ser buenas amas de casa. A los veinte años dejaron a la joven a cargo de una honrada familia que tenía un comercio de venta de telas y confección. Las jóvenes que, como Gabrielle y Adrienne, llegaban recomendadas de Notre Dame, además de atender al público como dependientas, también trabajaban en el taller como costureras. Gabrielle se encargaba de hacer los arreglos de confección. Tras vivir un año y medio en Casa Grampayre, que así se llamaba la tienda de telas, las jóvenes buscaron una habitación en Moulinsy se instalaron por su cuenta en la rue du Pont Guinguet. Muchas clientas de la Casa Grampayre acudieron directamente a su domicilio para realizar sus vestidos. Los domingos por la mañana, para mejorar su economía, Gabrielle trabajaba en el taller de un sastre, donde arreglaba uniformes de oficiales del regimiento de caballería.

La ciudad de Moulins albergaba en 1900 una importante guarnición militar y contaba con numerosas salas de baile. Gabrielle aceptaba las invitaciones de los soldados y acudía a estas salas, siempre acompañada de su inseparable Adrienne. Un día, animada por sus amigos, aceptó subir al escenario a interpretar una canción titulada Quiqu`avu à Coco, y otra, Kokoriko. Como en ambas estaba el estribillo con la palabra Coco, el público y sus amigos la apodaron así, Coco, y se cree que ese fue el origen de su alias.

Allí conoció a Étienne Balsan, que sería su amigo y compañero sentimental por unos años. Oficial de Infantería que acababa de regresar de Argelia, donde había cumplido parte de su servicio militar, provenía de una acomodada familia burguesa que había hecho fortuna con la industria textil. Al terminar su servicio militar se dedicó al negocio de la cría de caballos e instaló un campo de entrenamiento en Croix-Saint-Ouen, cerca de Compieègne. No muy lejos de allí, se levantaba el castillo familiar de Royallieu, una antigua fortaleza de muros de piedra cubiertos de hiedra, a una hora en tren de París. En esta casa residiría un tiempo Coco, pues en la primavera de 1903, se fue a vivir con Étienne.

La vida junto a él era fácil, se celebraban continuamente fiestas y ella se convirtió en amazona. Comenzó a llamar la atención por su forma de vestir, pues para montar a caballo no dudaba en utilizar cómodas prendas masculinas de Étienne y zapatos planos, algo excéntrico e inusual en aquella época. Años más tarde recordaría: «Todas aquellas mujeres iban mal vestidas, embutidas en fajas Parabère, que hacían resaltar su figura, con la cintura tan apretada que parecía que fueran a partirse por la mitad, cargadas de adornos. Las actrices y las cocottes eran quienes marcaban la moda, y las pobres damas del gran mundo la seguían, con pájaros en los cabellos, postizos por todas partes y con vestidos que arrastraban por el suelo para recoger el fango».

En 1908 decidió abrir una tienda de sombreros. Le pidió ayuda a Étienne, y este le prestó una casa que tenía en París para que se instalara allí. Antes de cambiar de residencia, acompañó a Étienne a los Pirineos a pasar unos días de caza, y allí conoció al capitán Arthur Edward Capel, hombre que llegaría a ser muy importante en su vida.

Ella misma, tiempo después, comentaría: «Era joven, embriagador y en absoluto vulgar. Un muchacho muy guapo, de pelo oscuro, atractivo. Era más que guapo, maravilloso. Yo admiraba su indolencia, sus ojos verdes. Montaba caballos soberbios, y muy bien. Me enamoré de él».

En París, Coco empezó una nueva etapa de su vida. Abrió la tienda de sombreros que ella misma confeccionaba. Compraba la base y luego los transformaba adornándolos de forma sencilla. Eran bonitos y más cómodos que los grandes sombreros recargados de adornos que estaban tan de moda en esa época. Su nuevo compañero, Arthur, la apoyó y animó en todo momento.

Sus diseños tuvieron mucho éxito y, como la casa de Étienne quedó pequeña, buscó un nuevo local, que encontró en la calle Cambón, junto al lujoso hotel Ritz. A la nueva tienda le puso el nombre de «Modas Chanel». Sus creaciones empezaron a publicarse en las revistas de modas, y tuvo que contratar modistas para que la ayudaran. En 1912, la actriz Gabrielle Dorziat llevó uno de sus modelos durante el estreno de una obra en París, por lo que el nombre de Coco fue conocido en toda la ciudad.

En 1913 fallece su hermana mayor, Julie, dejando un hijo del cual se hace cargo Coco. También hace venir a París a su hermana Antoinette, y pronto se une a ellas su tía Adrienne, su amiga de la infancia.

Deja a su hermana a cargo de «Modas Chanel» y se marcha con Adrienne a Deauville, ciudad balneario y centro de reunión de la clase alta francesa, y allí instala una tienda en una de las calles más lujosas de la ciudad. Para poder abrir este local, Arthur Capel le prestó el dinero, que ella devolvería tres años después. Y en esta ciudad, Coco empezó a diseñar ropa, siguiendo su estilo de comodidad y sencillez.

Todo empezó cuando «Un día me puse un suéter de hombre, porque sí, porque tenía frío. Era en Deauville. Lo ceñí con un pañuelo a la cintura. Nadie reparó en cómo iba vestida, pero sin duda me sentaba bien, estaba guapa con él». Así nació su estilo deportivo, que liberaría el cuerpo femenino, al dejar de usar aquellos apretados corsés que no permitían respirar. La ropa sport revolucionó el concepto de la moda. Ella lo rememoraría así: «En 1914 no había ropas sport. Las mujeres asistían a los espectáculos deportivos como señoras de la Edad Media a los torneos. Iban ceñidas hasta muy abajo, sin movilidad en las caderas, en las piernas, en ninguna parte… Como comían demasiado estaban gordas, y como estaban gordas y no lo querían estar, se comprimían. El corsé hacía subir la grasa al pecho, la escondía bajo los vestidos. Al inventar el jersey, liberé el cuerpo, creé una silueta nueva; para ajustarse a ella, todas mis clientas adelgazaron, “delgada como Coco”. Las mujeres venían a mi casa a comprar delgadez».

Fue un enorme éxito, que pronto se vería ensombrecido por el comienzo de la Primera Guerra Mundial en el verano de 1914. A medida que las tropas alemanas avanzaban hacia París, la gente que podía abandonaba la ciudad buscando refugio en el sur de Francia. La mayoría de los negocios cerraron, pero Coco, aconsejada por Capel, no cerró «Modas Chanel». Al ser de las pocas tiendas abiertas y además ofrecer los nuevos modelos de ropa de punto, cómoda y sencilla, obtuvo un gran triunfo al presentar lo más apropiado para ese momento. Años más tarde relataría: «Muchas mujeres elegantes se habían instalado allí. Pronto, no solo hubo que peinarlas, sino que, al no tener costureras, también vestirlas. Solo tenía conmigo modistas; las transformé en costureras. La tela escaseaba. Les hice jerséis con suéters, prendas de punto deportivas. Al final de aquel primer verano de la guerra, había ganado doscientos mil francos».

En 1915 Coco y Arthur pasaron unos días de vacaciones en Biarritz, que era otro centro de descanso muy frecuentado por la alta sociedad. Allí resuelve abrir otra tienda con el apoyo económico de Arthur y se vuelve a repetir el éxito de sus otros dos locales. Biarritz está cerca de la frontera con España, nación que se mantuvo neutral durante la guerra. Fueron las españolas de la aristocracia las que compraron la ropa que se confeccionaba en Biarritz.

Coco, a sus treinta y tres años tiene tres establecimientos y más de trescientos empleados. Al terminar la guerra en 1918 está en la cima de la popularidad, y es la abanderada de la transformación de la moda femenina.

Arthur Capel quería hacer carrera política en Inglaterra, y para ello era preciso que tuviese una esposa aristócrata inglesa. En 1918 se casó con Diana Wyndham, hija de un barón, y al año siguiente, el matrimonio ya esperaba una hija. En un principio, Coco y Arthur habían dejado la relación, pero cuando él viajaba a París por negocios, volvieron a verse de nuevo; se querían y no eran capaces de separarse, pero sí lo hizo el destino. En diciembre de 1919 se publicó esta noticia en el New York Times: «Diplomático muerto en accidente. Niza, 24 de diciembre. Arthur Capel, secretario político del Comité de Guerra Interaliado durante la guerra, resultó muerto anoche en un accidente de automóvil cuando se dirigía de París a Montecarlo. El reventón de un neumático provocó la caída del vehículo en la cuneta».

«Lo perdí todo –evocaría tiempo después– cuando perdí a Boy Capel. Dejó un vacío dentro de mí que los años no consiguieron llenar. Tenía la impresión de que él seguía protegiéndome desde más allá de su tumba».

Coco siguió triunfando en el mundo de la costura. Se cortó el pelo al estilo garçonne, que puso de moda durante los años veinte. Y como en las fotografías se la veía rejuvenecida y bronceada, las mujeres, a partir de 1923, empezaron a tomar el sol para ponerse morenas, consiguiendo así otra alteración importante en las costumbres de la mujer, pues hasta entonces se tapaban del sol, porque el blanco de la piel era considerado signo de distinción. El bronceado estaba asociado a las campesinas, por su trabajo a la intemperie; aun estas se protegían con ropa y sombreros todo lo que podían. Coco logró imponer este cambio, y este hábito ha llegado a nuestros días.

Tras el triunfo de la revolución de Lenin en Rusia y la muerte del zar Nicolás II, gran parte de la familia real rusa y muchos aristócratas se trasladaron a Francia. Uno de ellos fue el primo del zar, el gran duque Dimitri Pavlovich, joven apuesto.

«Los rusos me fascinaban, me revelaron Oriente», decía Coco, que mantuvo una relación con Dimitri durante un año. A partir de ahí puso en sus diseños motivos eslavos, y en su casa de «Modas Chanel», las dependientas y las modelos eran damas de la nobleza rusa. Gracias a este idilio, Dimitri se introduce en la alta sociedad francesa, y en agradecimiento, le regaló un collar de perlas perteneciente a la dinastía Romanov, y este collar le daría la idea a Coco de lanzar como complemento a sus vestidos negros, largos collares de perlas, alternando las auténticas con las falsas. Estas perlas se convirtieron en otro de los símbolos de «Modas Chanel», creando tendencia en la década de los años veinte. De ella manifestaría Christian Dior: «Con un jersey negro y diez hileras de perlas, revolucionó la moda».

Dimitri le presentó a Ernest Beaux, experto perfumista que había trabajado en Rusia en la corte del zar. La diseñadora, para celebrar su cuarenta aniversario, decide sacar al mercado un perfume, que Beaux crea siguiendo las recomendaciones de Coco, surgiendo así el perfume más famoso de la historia, Chanel n.º 5. Es el producto que más dinero ha proporcionado a la casa Chanel.

La fragancia se denominó así porque el perfumista le presentó una serie de muestras numeradas. Ella escogió la n.º 5, que contenía: aldehído y esencias de flor de naranjo amargo, jazmín, rosa, madera de sándalo, vainilla y vetiver, entre otras.Es identificado como un símbolo de seducción. Años más tarde, la estrella de cine Marilyn Monroe, tras preguntarle un periodista qué se ponía para dormir, ella respondió: «unas gotas de Chanel n.º 5…».

En las Navidades de ese año 1923, conoce en Montecarlo a Hugh Richard Arthur Grosvenor, segundo duque de Westminster, primo del rey Eduardo VII. Emprende una nueva etapa junto a él: «Mi verdadera vida comenzó con el duque de Westminster. Por fin había encontrado un hombro sobre el cual descansar mi cabeza, un árbol en el cual podía apoyarme».

Con esta relación se introdujo en la alta sociedad inglesa, ya que Coco pasó largas temporadas en Inglaterra, y eso se reflejó en sus creaciones de la segunda mitad de la década de los años veinte. Puso de actualidad en toda Europa los estampados escoceses, e inventó otro de los iconos de la moda con los trajes chaqueta de manga larga ajustada al cuerpo, y una falda recta que llegaba por debajo de la rodilla. Este traje se convertiría en el «uniforme» de las mujeres ejecutivas y todo un clásico, todavía vigente, bajo la forma de múltiples copias e imitaciones.

También implantó el uso de joyas de perlas falsas, a pesar de que ella tenía joyas y perlas auténticas. En una ocasión comentó: «Me gustan las joyas falsas porque las encuentro provocativas y pienso que es una vergüenza ir de aquí para allá con el cuerpo cargado de millones por la simple razón de que una es rica. La finalidad de las joyas no es hacer rica a la mujer que las lleva sino adornarla, lo que no tiene nada que ver».

En 1926, Coco asistió al estreno de un baile en la Ópera de París, y desde el palco observó cómo las señoras vestían de colores rojo, verde, azul eléctrico, y pensó que esos colores eran horrendos. Creó un vestido negro, en crepé de china, muy ajustado y con mangas largas, sin adornos. Así nació otro de sus grandes éxitos, que se convertiría en símbolo de elegancia. «Durante cuatro o cinco años, solo trabajé con el negro. Mis vestidos se vendían como panecillos y solo llevaban un detallito. Todo el mundo se los ponía: actrices, mujeres de mundo, sirvientas».

            En octubre de 1929, la Bolsa de Nueva York se hunde y empieza una crisis económica en la que el lujo no es bien visto. Por esas fechas terminó la relación con el duque, ya que este, deseando tener herederos, anunciaría su boda con una joven de veintiocho años llamada Loelia Mary Ponsonby.

En 1931, Samuel Goldwyn, uno de los fundadores de los estudios Metro Goldwyn Mayer, la contrata, y Coco viaja a Hollywood, donde le pagarán por un año de trabajo un millón de dólares, para diseñar los vestidos de los musicales de la productora. Allí conoce a grandes actrices como Greta Garbo, Marlene Dietrich y Katharine Hepburn. Es en esta época cuando las revistas Vogue y Harper’s Bazaar la proclaman la mejor diseñadora del mundo.

Al finalizar su trabajo en Hollywood, regresa a París donde, al frente de «Modas Chanel», vivirá la década de los treinta. Fueron años de esplendor a pesar de la crisis económica. En 1935 su empresa llegó a tener 4000 empleados.

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial decide cerrar sus tiendas, excepto la de la calle Cambón, que permanecerá abierta todo el período del combate, aunque solo se venderán cosméticos y perfumes; 3000 empleados se quedaron sin trabajo. Al principio, se estableció cerca de la frontera de España, pero finalmente, en agosto de 1940, vuelve a París, cuando este estaba ocupado por el ejército alemán, y se sorprendió mucho al ver que los soldados alemanes entraban en su comercio para comprar su producto estrella, el perfume Chanel n.º 5. Otras versiones dicen que fueron los soldados americanos que liberaron la ciudad los que hacían cola para comprar el perfume que llevarían a sus novias.

Se hospeda en el hotel Ritz, y allí conoce al barón Hans Gunther von Dincklage, que antes de la guerra había sido diplomático alemán en París. Era trece años más joven que ella y tenía unos modales exquisitos. Ambos se enamoraron. Los amigos de Coco le advirtieron de que podrían acusarla de colaboracionismo con los alemanes, pero ella descartaba esta posibilidad contestando: «¡No es alemán, su madre es inglesa!». Hans Gunther la ayudó a encontrar y repatriar a su sobrino André Palasse, al que creía muerto, ya que no aparecía en las listas de los prisioneros que habían sido liberados.

Cuando la guerra terminó en junio de 1944 y se liberó París, Coco fue detenida y acusada de colaborar con el enemigo. Fue el duque de Westminster quien intercedió por ella y fue rescatada. Hans Gunther estaba en Alemania en un campo de prisioneros. Fue liberado, y en 1946 Coco se trasladó a Suiza para vivir con él durante cinco años. Finalmente se separan y ella vuelve a París, donde en el mundo de la costura empezaba a triunfar Christian Dior, con sus vestidos sofisticados y corsés.

Al regresar a la capital francesa, Coco se encuentra sola, la mayoría de sus amigos habían fallecido. Pero no quiso rendirse y, en 1954, decide volver al mundo de la moda, con setenta años de edad. Ante la pregunta de los periodistas sobre cuál era el motivo por el que retornaba, ella respondía: «Pues porque me aburría, y prefiero el desastre al vacío o la nada». Todos le auguraban fracaso, habían cambiado los tiempos, y decían que su época había pasado. Pero ella insistió, no la conocían bien. La primera colección no tuvo mucho éxito, pero las siguientes, sí fueron bien acogidas.

En la segunda parte de la década de los años cincuenta, logró que sus bolsos de forma acolchada, con una cadena dorada, sus zapatos y chaquetas volvieran a ser los preferidos de las mujeres. Vuelve a recibir premios y, en 1957, gana el Neiman Marcus Award de la moda, el equivalente al Óscar del cine. Por ser la diseñadora más influyente del siglo XX, en 1958, la revista Elle la proclamó «la mujer más escuchada por las mujeres». Entre sus clientas destacaron Marlene Dietrich, Greta Garbo, Grace de Mónaco, la duquesa de Windsor, Lauren Bacall y Jacqueline Kennedy.

Los años pasan y ella sigue ejerciendo. En 1969, con ochenta y seis años, sufre una apoplejía; aun así, siguió trabajando con una mano paralizada.

La noche del 10 de enero de 1971, Coco se disponía a acostarse; de pronto notó que le faltaba el aire. Solo pudo decir a su doncella que la ayudaba en ese momento a desvestirse: «Mira, así se muere». Respetando sus deseos, fue enterrada en Lausana, Suiza.

 

Bibliografía

La Primera Guerra Mundial: ¿la era de la mujer o el triunfo de la diferencia sexual? Françoise Thébaud.

Divas rebeldes. Cristina Morató.

Coco Chanel, la mujer que creó un estilo. chrismielost.blogspot.com/.

Coco Chanel, es.Wikipedia.org

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