Benazir Bhutto

Benazir Bhutto nació en Pakistán en 1953. Obtuvo la licenciatura de Letras en Harvard, con honores cum laude, y después, estudió Filosofía, Política y Economía en Oxford. Sufrió arresto domiciliario por sus ideas políticas en su país y fue la primera mujer de un país musulmán en llegar al cargo de primer ministro.

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Benazir Bhutto nació en Karachi, Pakistán, en 1953. Fue hija de Zulfikar Ali Bhutto, primer ministro y presidente de Pakistán, y de Nusrat Bhutto, una pakistaní de origen kurdo iraní.

Inició sus estudios en una escuela cristiana en la que aprendió el idioma inglés y el urdu, propio de la clase culta pakistaní.

Posteriormente, siguiendo los preceptos de su padre, viajó a Estados Unidos, donde obtuvo la licenciatura de Letras en Harvard, obteniendo honores cum laude en Política Comparativa (1969).

Después, en Inglaterra, estudió Filosofía, Política y Economía en la Universidad de Oxford (1973).

De vuelta en Pakistán, su padre fue asesinado por el gobierno militar del dictador Zia ul Haq (1979) y ella fue mantenida en arresto domiciliario hasta que le fue permitido viajar a Londres, donde lideró el Partido del Pueblo Pakistaní en el exilio (1984). Posteriormente, se presentó a las elecciones generales y fue elegida para el cargo de primer ministro de Pakistán con treinta y cinco años (1988). Se convertía, además, en la primera mujer que asumía el cargo en un país de mayoría musulmana.

Su familia siempre consideró a hombres y mujeres iguales en aptitudes y posibilidades; por eso su padre le recomendaba a su hija personajes importantes de la historia para que le sirvieran de referente.

«Lee sobre Napoleón Bonaparte, el más completo hombre de la historia moderna. Lee sobre la Revolución americana y sobre Abraham Lincoln. Lee Diez días que estremecieron al mundo, de John Reed. Lee sobre Bismark y sobre Lenin, Ataturk y Mao Tsetung. Lee la historia de la India desde la Antigüedad. Y, sobre todo, lee la historia del islam» (Bhutto, 1989).

Además, Benazir Bhutto acompañó a su padre durante muchos de los viajes que este emprendió en su calidad de presidente y de primer ministro, de modo que pudo departir con pensadores y políticos de la talla de Henry Kissinger, Chu en lai e Indira Ghandi.

Benazir dijo en varias ocasiones que su estancia en Harvard supuso el tiempo más feliz de su vida, pues fue allí donde concibió por primera vez la posibilidad de ser musulmana y mujer en un entorno de democracia.

En 1987 se casó en Karachi y tuvo tres hijos.

Tras la ejecución de su padre a manos del dictador de turno, se exilió a Gran Bretaña, desde donde dirigió el Partido Popular Pakistaní.

En las primeras elecciones democráticas de 1988 fue elegida primera ministra de Pakistán.

En 1989 recibió el Premio por la Libertad de la Internacional Liberal.

Sin embargo, no todos eran demócratas en Pakistán. Entre las filas del Ejército figuraban algunos amigos de los extremistas, a quienes ayudaban en su financiación y a quienes mantenían al margen de la justicia. Eran gente de mucho poder, así que pagaron, como reveló una auditoría extranjera más tarde, pruebas de corrupción que la alejaron del cargo y le hicieron enfrentarse a la justicia (1990).

Fue destituida por violar la Constitución y por corrupción.

En 1993 volvió a presentarse a primera ministra y ganó por mayoría simple. Fueron tres años de duro trabajo intentando con éxito detener las escaladas de terrorismo que asediaban el país.

En 1996 se enfrentó a nuevas acusaciones de corrupción, más virulentas que las del 90, de modo que volvió a dejar el cargo y se autoexilió hasta el año 2007, en que volvió a Pakistán para presentarse al cargo de primer ministro por tercera vez. Sin embargo, fue asesinada durante una concentración que se realizaba en su apoyo.

En una entrevista a una cadena británica pocos días antes de ser asesinada, le preguntaron si era consciente del riesgo que corría al exponerse públicamente a las multitudes, pues la posibilidad de sufrir otro atentado era muy elevada. Ella contestó que sí lo era, pero que, aun pensando en sus hijos, quienes ya la apoyaban en su proyecto, se sentía responsable de todos los ciudadanos. Quería un país donde el empleo y la educación fueran pilares de una democracia sólida consolidada, y decía que la única forma que ella veía posible era salir a las calles y hablar directamente a la gente.

Por supuesto, estaba perfectamente al corriente de la dudosa lealtad al sentimiento democrático del primer ministro, el general Musharraf, pero este le había prometido que él mismo dejaría el cargo de jefe del Ejército con el fin de separar el poder político del militar.

Así que fue fiel a sus ideales a pesar de la sombra del atentado, por el bien del país.

Un disparo en la cabeza y otro en el cuello acabaron con su vida. El francotirador se inmoló llevándose a una veintena de seguidores de Bhutto.

Sus proposiciones de leyes en favor de un Estado democrático, con programas de desarrollo para mejorar las condiciones de vida de las mujeres, con juzgados independientes tanto del poder religioso como del político, con jefaturas de policía donde todos pudieran hacer efectivas sus denuncias y tantas ideas más, nunca vieron la luz debido a la gran presión ejercida por los partidos religiosos de derecha que dominaban el Parlamento en este momento.

El Gobierno de Musharraf dijo que murió de un golpe en la cabeza, la misma explicación que se da para la muerte de miles de mujeres musulmanas a manos de quienes tienen el poder sobre ellas. Una afirmación es suficiente, no tienen que demostrar nada ni dar explicación alguna.

Y todo ante la pasiva mirada de la comunidad internacional.