Bertha von Suttner

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Bertha von Suttner nació en 1843 en Praga en una familia aristocrática de tradiciones militares. Publicó en 1889 su novela ¡Abajo las armas!, que se convirtió rápidamente en un clásico del movimiento pacifista internacional, traduciéndose a multitud de idiomas. Tomó parte en la Primera Conferencia de la Paz de La Haya, presidida por diversos jefes de gobierno, y fue invitada a la Casa Blanca por el presidente Roosevelt. En 1905 fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz.


Bertha von Suttner, defensora de la paz

Bertha Felicitas Sophie nació el 9 de junio de 1843 en Praga. Fue la hija póstuma del conde Franz Kinsky, consejero militar y mariscal de campo del Imperio austriaco, por lo que fue criada dentro de una sociedad aristocrática de tradiciones militares.

A los treinta años empezó a trabajar en Viena como institutriz de las cuatro hijas de la familia Suttner, pues, pese a ser de la nobleza, comenzaba a atravesar grandes necesidades económicas, ya que su madre había dilapidado toda la fortuna que recibió al enviudar. Allí se enamora del más joven de esta familia, Arthur von Suttner, siete años más joven que ella, que también era escritor. Esta relación resulta un tanto incómoda para la familia debido a la diferencia de edad, y es despedida, por lo que, en 1876, Bertha decide marchar a París, y allí comienza a trabajar como secretaria del conocido industrial sueco, inventor de la dinamita, Alfred Nobel. Su trabajo allí fue, sin embargo, corto, a pesar de la buena amistad que mantuvieron ambos, pues Bertha regresó al poco tiempo a Viena para casarse en secreto con el barón.

Sin embargo, debido al descontento de la familia Suttner con aquel matrimonio, Arthur fue desheredado y la pareja decide emigrar al Cáucaso, a Georgia. Allí pasan unos años, muchas veces de forma bastante precaria, con trabajos temporales, haciendo traducciones y dando lecciones de lengua y música; y otras veces con un poco más de suerte, escribiendo novelas. Hasta que en 1885, la familia Suttner cede y el matrimonio regresa a Austria, donde ella se dedica a escribir la mayor parte de sus libros.

Pero todo cambia cuando el matrimonio conoce la International Arbitration and Peace Association en Londres y varias organizaciones similares más, cuyos objetivos en busca de la paz y contra la guerra los dos compartían. Siguiendo estos ideales, Bertha, con cuarenta y seis años, publica en 1889 su novela ¡Abajo las armas!, su primer libro dedicado a las guerras de esos tiempos. Su efecto fue tan grande que supuso su reconocimiento internacional, ya que se convirtió rápidamente en un clásico del movimiento pacifista internacional, traduciéndose a multitud de idiomas, lo que la llevó a ser una líder activa del movimiento pacifista.

En su libro describe, desde su visión de mujer y esposa, todos los horrores de la guerra, a la vez que retrata el espíritu de su propio tiempo, de su época, de una sociedad inmersa en discusiones sobre el militarismo y la guerra, cuando, según ella, la paz debe ser un estado natural del ser humano en sociedad.

Con referencia a su libro, en cierta ocasión, el ministro de Hacienda austriaco, Dunajewski, dijo en el Parlamento: «No un diplomático, señores, sino una dama, ha pintado la guerra de tal modo que sería imposible imaginar un cuadro más horrendo y a un tiempo más eficaz. Desde hoy los partidarios de la guerra son, a fe mía, bien dignos de lástima».

A partir de entonces, la baronesa dedica la mayor parte de su tiempo y energía, incluidos sus escritos, a la causa por la paz; ayuda incluso a formar diversos grupos reclutando tanto a hombres como a mujeres, dando conferencias y comunicándose con gente de distintos países para conseguir promover proyectos relacionados con este fin pacifista. En 1891 funda la Asociación Austriaca de los Amigos de la Paz, de donde es presidenta. En ese mismo año, fue nombrada en Roma, vicepresidenta de la Oficina Internacional de la Paz. En 1899 tomó parte en la Primera Conferencia de la Paz de La Haya, presidida por diversos jefes de gobierno, donde se trató de cuestiones como la seguridad nacional e internacional, consiguiendo que se resolvieran algunos conflictos bélicos, aunque no pudo lograr el desarme ni conseguir la creación de un tribunal internacional.

En todos sus artículos, como escritora conmovida y concienciada, expresa repetidamente su fe en el progreso de la humanidad, y se esfuerza por demostrar cómo se pueden resolver los conflictos entre países sin necesidad de recurrir a la guerra.

En 1904, participó en el Congreso Mundial por la Paz en Boston, Estados Unidos, y fue invitada a la Casa Blanca por el presidente Roosevelt. También aprovechó para recorrer diversas ciudades dando numerosas conferencias y pudiendo comprobar que el movimiento pacifista estaba mucho más desarrollado en EE.UU. que en Alemania, donde la llamaban, un tanto despectivamente, «Bertha de la Paz».

Las pocas semanas que pasó junto a Alfred Nobel, con quien compartió, no solo su trabajo, sino también sus ideas en numerosas conversaciones, hizo que este se interesara por su trayectoria y decidiera, con gran merecimiento, concederle el Premio Nobel de la Paz en 1905; nunca se había dado este premio a ninguna mujer antes.

En 1907, durante la Conferencia Internacional por la Paz en La Haya, nuestra heroína se dedicó a advertir a los diferentes países sobre los peligros del armamento, los intereses de la industria bélica y de una guerra a nivel internacional. Un año después, en el Congreso de la Paz de Londres, se esfuerza en defender la Unión Europea como única forma de evitar la catástrofe mundial que se acercaba de forma inminente.

Estas son sus palabras: «El que no soporta escuchar los gritos de las víctimas o ver su sufrimiento, pero que al alejarse y no oírlo ni verlo, le es indiferente que griten y se convulsionen, tiene nervios, pero no tiene corazón». «La próxima guerra será de un horror tal como ninguna hasta ahora».

Y así sucedió en 1914… Pero Bertha se marchó antes, murió apenas un par de meses antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, el 21 de junio de ese mismo año y por una enfermedad repentina. Quizás simplemente no quería verlo, no quería comprobar que se había cumplido su pronóstico, algo tan terrible y que en tantas oportunidades había advertido que sucedería…

En 1993, Alemania crea en su honor la Fundación Bertha von Suttner por la Paz; y años después, Austria la recuerda imprimiendo su imagen en las monedas de dos euros.