Mary Leakey

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Mary Leakey, paleontóloga británica galardonada con nueve doctorados Honoris causa, revolucionó el estudio de la evolución humana. Descubrió las pisadas más antiguas de las que se tiene registro hasta ahora de homínidos que caminaron erguidos. Dirigió las excavaciones de Olduvai y trabajó en Tanzania, donde descubrió fósiles de más de 3 millones de años de antigüedad. Durante cincuenta años de excavaciones, asentó el método del trabajo de campo, documentando el contexto de los hallazgos.


Mary Leakey, la antropóloga de espíritu emprendedor

Mary Leakey, la paleontóloga británica que consiguió dar un paso de gigante en la búsqueda del hombre, es uno de los grandes iconos de la ciencia del siglo XX. Revolucionó la historia marcando un antes y un después en el estudio de la evolución humana.

Formó parte de un equipo de arqueólogos que descubrieron fósiles en Kenia y Tanzania, demostrando que los orígenes del hombre eran más antiguos de lo que hasta entonces se creía.

Sus inicios

Mary Nicol Leakey nació en Londres, Inglaterra, el 6 de febrero de 1913. La pasión de Mary por la paleontología se remonta a sus primeros años de vida, a raíz de la profesión de su padre, un pintor paisajista que se dedicaba a viajar por toda Europa, vivencias que infundieron en ella, a temprana edad, un espíritu cosmopolita. Cuando tenía once años, visitó la famosa cueva del hombre de Cromañón en el sur de Francia, interesándose desde entonces en la antropología.

Tras la muerte de su padre en 1926, regresa con su madre a Londres, quien la envía a un convento católico de donde fue varias veces expulsada, y termina abandonándolo definitivamente. Asiste a varias conferencias sobre arqueología y geología en la Universidad de Londres y se propone especializarse en Prehistoria.

Cursó estudios en el University College de Londres, y se convirtió en una experta en útiles y herramientas de piedra. Tomó parte en excavaciones en Inglaterra, y en 1931 dirigió un estudio sobre la cultura clactoniana en Essex. En mayo de 1934 participó en su primera excavación en el Fuerte Hembury en Devon (Inglaterra). Ese mismo año, Mary realizó su propia excavación en Jaywick Sands y también publicó su primer ensayo científico.

Una de sus profesoras descubrió en Mary un innato talento para el dibujo y le propuso ilustrar uno de sus estudios sobre un área fosilífera situada al norte de Egipto. Además de abrirle las puertas al universo de la arqueología, la Dra. Gertrude Caton-Thompson le presentó a su futuro marido, el paleoantropólogo Louis Leakey, hijo de unos misioneros británicos establecidos en Kenia. Impresionado por la destreza ilustrativa de Mary Leakey, le pidió que colaborase también con él en su libro Adam’s Ancestors. Fue el inicio de una relación que terminó en matrimonio en 1936, y de la que nacieron sus tres hijos: Richard, Jonathan y Philip.

Louis Leakey, durante su juventud, tuvo un estrecho contacto con tribus nativas. Tras estudiar en Cambridge, en 1924 inició sus trabajos paleontológicos en África oriental, y dos años después, descubrió los restos fósiles de un primate superior relacionado con los homínidos, al que denominó Proconsul Zinjanthropus.

Su interés por la evolución de la raza humana

Junto a su marido, Mary formó parte de un equipo de arqueólogos que se asentaron en el continente africano. La arqueóloga británica descubrió en el este de África las pisadas más antiguas de las que se tiene registro hasta ahora de homínidos que caminaron erguidos, en las planicies del Serengeti, al norte de Tanzania, donde se desenterraron varias herramientas de piedra, desde primitivos instrumentos para cortar piedra hasta hachas de mano.

Todos estos hallazgos provenían de culturas de la Edad de Piedra, que datan de 100.000 a 2 millones de años atrás. Desenterraron un cráneo de Proconsul africanus, un antepasado de los hombres y los grandes monos, que se cree que vivió hace más de 18 millones de años en la Isla Rusinga. En octubre de 1947, este cráneo fue el primero de un simio fósil encontrado, y hasta estos días solo se conocen tres de ellos.

Fue la encargada de dirigir las excavaciones de la garganta de Olduvai, un importante yacimiento en el que se halló una mandíbula de Paranthropus boisei. Su siguiente descubrimiento, en 1959, fue un cráneo de Australopithecus boisei, de 1,75 millones de años de antigüedad. Fiel a su instinto, siguió una pista de 89 metros de largo en donde quedaron marcadas las huellas del Homo habilis, encontrándose un cráneo menos robusto y huesos de una mano. Luego de reconstruir estos restos, se comprobó que era capaz de una manipulación muy precisa; muchos restos más fueron encontrados en este sitio, descubriéndose que este tipo de especie se desplazaba de forma bípeda, una de las claves más importantes del estilo de vida durante el Pleistoceno. Las pisadas demostraron que hace tres millones de años un homínido ya era plenamente bípedo, completamente perteneciente a nuestro linaje.

Este excelente hallazgo para la historia de la humanidad encendió un tenso debate entre la comunidad científica sobre el que, años más tarde, arrojó luz su hijo Richard Leakey, cuando localizó en Kenia cráneos de hace dos millones de años.

En 1965 la pareja descubre el cráneo de un Homo erectus, datado en un millón de años.

Con el hallazgo del Homo habilis, algunos expertos encontraron importantes similitudes entre este, el Australophitecus y el Homo erectus, especies por encima y por debajo en la escala de antigüedad. La antropóloga contribuyó a disipar todas las dudas.

Después de que su esposo muriera en 1972 de un ataque cardíaco, Mary continuó trabajando en Olduvai y en el desierto de Laetoli en Tanzania. Fue allí donde descubrió fósiles de más de 3,75 millones de años de antigüedad; también quince nuevas especies y un nuevo género. De 1976 a 1981, Mary y su equipo trabajaron para desenterrar las huellas de Laetoli, que habían sido dejadas en la ceniza volcánica 3,6 millones de años atrás.

Después de años de excavaciones, encontraron fósiles capaces de demostrar que los orígenes del hombre eran más antiguos de lo que se creía. La pareja Leakey desarrolló una extraordinaria carrera paleontológica, llena de reveladores resultados, con la que desmintió las creencias anteriores respecto a la evolución de los antepasados del hombre. Sus descubrimientos demostraron, por una parte, que la aparición del hombre tuvo lugar mucho antes de lo estimado hasta entonces, y su evolución se desarrolló en África y no en Asia.

Juntos formaron una de las parejas de paleontólogos más famosas del siglo XX. El hijo del matrimonio Leakey, Richard, nacido en Nairobi en 1944, pronto siguió los pasos de sus padres. A los seis años encontró su primer fósil, una parte de un cerdo gigante extinguido, y en 1967 dirigió una expedición internacional en el valle del río Omo que duró más de treinta años, y en la que se descubrieron más de 200 fósiles.

Mary Leakey falleció en Nairobi a los 83 años, en el año 1996. Su hijo Richard indicó entonces que la paleontóloga murió plácidamente, sin especificar las causas. Sus cenizas fueron esparcidas sobre las tierras de Olduvai.

Reconocimiento a su inagotable esfuerzo

En una época donde todo el mundo trabajaba en Europa, en que los grandes descubrimientos de África se realizaban en Sudáfrica, ella y su marido Louis creyeron que los mejores descubrimientos paleontológicos iban a estar en el este de ese continente, donde nadie lo creía. Con semejante convicción, fueron a contracorriente.

Tras cincuenta años de excavaciones, sentando las bases de la metodología en el trabajo de campo, y después de pasar gran parte de su vida en tierras africanas, con innumerables trabajos publicados sobre sus descubrimientos, conferencias, etc., destacamos alguna de sus publicaciones: Antepasados de la evolución del hombre en África después de los Australopitecus; Garganta de Olduvai; La desaparición del arte africano: las pinturas rupestres de Tanzania. Es autora del tercer volumen de La garganta de Olduvai (1971) y de numerosos estudios sobre paleontología y prehistoria africanas. Sus trabajos alentaron asimismo las investigaciones sobre el comportamiento de gorilas y chimpancés, estudiados en sus hábitats naturales. En 1984 publicó su autobiografía, Disclosing the Past (Revelando el pasado).

Por su valía fue integrante de honor de la Asociación Americana de las Artes y Ciencias, y galardonada con nueve doctorados Honoris causa. Asombró al mundo con el trabajo que realizó junto a su esposo, Louis Leakey, para demostrar que la evolución del hombre comenzó en el este de África.

La paleontóloga realizó un arduo esfuerzo durante su estancia en el este de África, sobre todo a nivel físico, por las condiciones en el desierto. Un aspecto que marcó su trabajo fue determinar un modelo de investigación o rigor científico para las excavaciones paleontológicas, en el que había que documentar el contexto de los hallazgos y ser más cuidadosos con la técnica. Su constancia y el riguroso trabajo llevado a cabo a mediados del siglo pasado en los yacimientos arqueológicos de Kenia y Tanzania hicieron que su nombre pasara a la historia como una de las grandes arqueólogas, gracias a la labor desarrollada conjuntamente con su marido.

Se enfrentó al sexismo de su época llegando a romper las barreras que se la imponían, libre de convencionalismos e inspirada en una vida intensa de logros gracias a su esmero.

Hoy en día conocemos datos reveladores sobre nuestros antepasados, la forma en la que vivieron y se relacionaron los primeros pobladores de la Tierra, siendo una de las mayores aportaciones al conocimiento de los orígenes y desarrollo del género humano.

La científica Mary Leakey representa un gran ejemplo de trabajo intenso y productivo, con una vida dedicada a la paleontología. Por toda la aportación que realizó al estudio de la evolución humana, es nuestro referente, es un modelo a seguir.

Su hijo Richard, la esposa de este, Meave, y la nieta de Mary Leakey, siguieron el trabajo en África, como parte de una dinastía de logros científicos.

Bibliografía

www.lavozdegalicia.es,

www.abc.es/cultura/arte

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www.ideal.es