Ada Lovelace

Mujeres Geniales - Ciencia

Quede el nombre de Ada Augusta Byron escrito para siempre en la memoria histórica, no porque fuera hija del famoso poeta, sino porque fue el nombre con que el Departamento de Defensa de Estados Unidos bautizó su lenguaje de programación en 1979, rindiendo así homenaje y reconocimiento a quien consideró pionera de la informática.

Ingresa en la historia de la ciencia con paso firme, y se instala con seguridad en el salón de la fama por mérito propio. El nombre de ADA, ahora reconocido como lenguaje de programación, viene respaldado por el trabajo que la condesa de Lovelace realizó al lado del matemático Babbage con las máquinas calculadoras, antecedentes de las actuales computadoras. La hija de Lord Byron alcanza a fraguar su propia fama y renombre, abonando con su trabajo los terrenos de la ciencia informática y computacional.

La historia, tan parca con sus figuras femeninas, reconoce ahora el sitio que corresponde a Ada en el territorio de la informática.

Recordemos a la condesa como ejemplo de la tenacidad y el esfuerzo, pero sobre todo de la pasión por la ciencia, cuyos «excesos matemáticos» la condujeron a la fama e inmortalidad con que siempre soñó.


 

Ada Lovelace: Pionera de la informática

«La encantadora de los números, la infatigable buscadora de la unidad en todos los planos».

Ada Byron nació en Londres el 10 de diciembre de 1815, siendo la única hija legítima de Lord Byron y Annabella Milbanke.

Su padre fue uno de los escritores más influyentes del Romanticismo. Su madre, Annabella, fue hija única, inteligente, aunque de carácter un tanto neurótico. Byron la llamaba «la princesa del paralelogramo» debido a su gran afición por las matemáticas. De hecho, había estudiado geometría, álgebra y astronomía con William Frend, un profesor de Cambridge.

Annabella viajó a Londres en 1812 para ser presentada en sociedad y allí conoció a Lord Byron, qui en tiempo después escribiría sobre su relación: «Somos dos líneas paralelas que se prolongan infinitamente lado a lado pero que nunca se intersecan».

Su falta de compatibilidad resultó evidente muy pronto. El 21 de abril de 1816, Byron firmó el acta de separación y abandonó Inglaterra unos días más tarde. Murió en 1824 y muchas de sus cartas y de sus poemas hacen alusión a la enorme tristeza que le embargó por no haber podido ver nunca más a su hija.

Anna Milbanke, por su parte, decidió motivar en la pequeña Ada el amor por las matemáticas y desalentar cualquier tipo de talento que le recordara a su exesposo, en su afán de hacerla lo más diferente posible a Lord Byron; aunque lo mismo pensaba el padre, quien llegó a decir: «Espero que los dioses hagan de Ada cualquier cosa menos poeta; es suficiente con que haya un loco en la familia».

Así, el aprendizaje de las matemáticas formó parte de la educación de Ada como un medio de disciplina moral y control de sus emociones para evitar el desarrollo de rasgos de carácter similares a los de su padre. Pero su vida fue una constante lucha entre el raciocinio y la emoción, el objetivismo y el subjetivismo, la poesía y la matemática. A los treinta años, Ada escribió, con cierto reproche, a su madre: «Si no puedes darme poesía, ¿no puedes al menos darme ciencia poética?». Esta inquietud poética dejó huella profunda en su trabajo matemático, pues siempre hizo acopio de enorme imaginación.

Su educación empezó a los cinco años con lecciones de aritmética, lectura, ortografía, geografía, dibujo, francés, música, geometría, historia y manualidades; a partir de su décimo cumpleaños, se añadió el latín a sus estudios. Se dice que a los catorce años «ya era competente en matemáticas, astronomía, latín y música», y que a los diecisiete «aspiraba a ser mejor matemática que Mary Somerville», quien fue además su amiga y mentora. Lady Byron consigue que Augustus De Morgan, profesor de Matemáticas en la Universidad de Londres, la acepte como pupila en 1840.

De Morgan y su esposa Sophia se mantuvieron en constante contacto con Ada; se conservan varias cartas. En una de ellas, Ada escribió a Sophia, después de un periodo de enfermedad, que entre sus causas, se hallaba «un exceso de matemáticas». En 1840, el propio De Morgan escribía a la madre de Ada diciéndole que estaba totalmente de acuerdo con ello: «… la capacidad de pensamiento sobre estas materias que lady Lovelace siempre ha mostrado desde el inicio de mi correspondencia con ella ha sido tan fuera de lo común, para cualquier principiante, hombre o mujer () De haber mostrado la misma capacidad cualquier principiante que vaya a Cambridge (…) esa capacidad () le hubiera favorecido mucho para ser un estudiante de honor () ciertamente le hubiera hecho un investigador matemático original, quizás de primera categoría».

El 8 de julio de 1835, Ada se casó con William King, octavo barón de King y que más tarde sería nombrado conde de Lovelace. Tuvieron tres hijos: Bryon Noel Byron, Annabella y Ralph Gordon. Después del nacimiento de su hijo Ralph, Ada parece haber sufrido una crisis emocional, por lo que empezó a buscar desarrollar una personalidad propia, una que no fuera la de la hija de lady Byron, ni la de la esposa de lord Lovelace, dedicándose de manera más seria al estudio de las matemáticas y la ciencia. Prueba de ello es su comentario a Faraday, en 1844: ella «ya no era propiedad de su madre o de su marido». Es de justicia resaltar que lord King no solo no frenó las inquietudes científicas de su joven esposa, sino que la apoyó y alentó en sus estudios, hecho insólito para la época.

Ahora bien, el gran acontecimiento en la vida intelectual de Ada Byron fue su encuentro con Charles Babbage, el padre espiritual de la informática moderna.

Charles Babbage propuso en 1821 a los miembros de la Royal Astronomical Society la idea de una máquina que se basaba en el cómputo de las diferencias entre números; de ahí que se llamara «máquina de diferencias».

En la década de 1838 comenzó a desarrollar su máquina analítica, una máquina de cálculo para todo fin que, en su opinión, habría de servir para «liberar de carga al intelecto humano». El libro de Babbage, Tratado de economía de máquinas y de manufacturas (1832), inició el campo de estudio conocido actualmente como investigación operativa.

Se componía de cinco partes que, en lo esencial, encontramos en las máquinas (ordenadores personales) de la actualidad:

  1. Dispositivo de entrada de datos. Babbage utilizó tarjetas perforadas, que Jacquard había desarrollado en 1801 para el control automático de telares.
  2. Memoria para el cálculo de los números necesarios y almacenamiento de las instrucciones de los programas.
  3. Unidad aritmética para llevar a cabo las operaciones.
  4. Dispositivo de control para dirigir los pasos de cálculo. La unidad aritmética y la de control es lo que hoy en día llamamos Unidad central de procesos.
  5. Dispositivo de salida de datos, para lo que Babbage previó tarjetas perforadas y diferentes tipos para una unidad de impresión.

Y es precisamente en estos aspectos del trabajo del matemático en los que Ada comienza a interesarse, dedicando gran parte de su tiempo a la publicación de las ideas de su maestro y a los diseños de programas para la máquina.

No se pudo conseguir apoyo económico por parte del Gobierno inglés y, de hecho, la Máquina Analítica fue evaluada como «de ningún valor». De hecho, hoy día la única máquina completa de Babbage que existe es una Máquina de Diferencias que fue terminada en el 2000 y está en el Museo Británico de Ciencia en Londres, probando que los diseños de Babbage eran posibles.

Ada fue una de las pocas personas que confiaban plenamente en los ambiciosos proyectos de Charles Babbage, y quizá fue también la única que decidió invertir en ellos no solo su tiempo, sino también su dinero. Además, estaba totalmente convencida de que podía no solo comprender el proyecto de la máquina calculadora, sino también ayudar a hacerlo comprensible a los demás, y así se convirtió en colaboradora y divulgadora del trabajo de su maestro y amigo.

Espoleados por las dificultades financieras, Ada y Charles Babbage se introdujeron en el mundo de las apuestas de carreras de caballos, tan de moda en esta época, buscando fondos para financiar sus máquinas. Ada se jugó su fortuna familiar, y Charles, lo poco que le quedaba.

En el otoño de 1840, Babbage viajó a Turín para dar una serie de charlas, esperando conseguir apoyo extranjero para la construcción de su Máquina Analítica. Allí, un ingeniero y matemático sardo, Federico Luigi, conde de Menabrea, preparó un artículo en francés basado en las exposiciones de Babbage, publicado en el número 82 de la revista Bibliothêque Universelle de Genève de octubre de 1842.

Lady Lovelace y el editor científico Charles Wheatstone acordaron, sin decir nada a Babbage, que ella tradujera el artículo al inglés, con intención de publicarlo como una manera de difundir su trabajo en Inglaterra. Cuenta el mismo Babbage su reacción a la traducción de lady Lovelace: «Algún tiempo después de la aparición del trabajo de Menabrea, la condesa de Lovelace me informó de que ella había traducido este trabajo. Le pregunté por qué no había escrito ella misma un trabajo original sobre un tema que conocía tan íntimamente, a lo que lady Lovelace replicó que no se le había ocurrido. Entonces le sugerí que podría añadir algunas notas al trabajo de Menabrea, una idea que fue aceptada inmediatamente. Las “notas” fueron varias veces más largas que el ensayo de Menabrea».

De hecho, incluyen lo que se reconoce como el primer algoritmo destinado a ser llevado a cabo por una máquina. Lovelace hizo hincapié en la diferencia entre la Máquina Analítica y máquinas calculadoras anteriores, en particular su capacidad de ser programada para resolver problemas de cualquier complejidad, mucho más allá del simple cálculo de números.

Este trabajo de la condesa fue publicado en 1843 en las Taylor’s Scientific Memoirs y se le reconoce como su trabajo matemático más importante. Fue un salto conceptual que anticipa las capacidades y las implicaciones de la informática moderna cien años antes de que se realizaran.

Al decir de la escritora y biógrafa Margaret Alic, «Las aportaciones originales de Ada Lovelace se referían a la programación de la máquina analítica, e ideó varios programas para hacer cálculos matemáticos avanzados».

El biógrafo Walter Isaacson atribuye la visión de Lovelace con respecto a la aplicación de la informática a cualquier proceso basado en símbolos lógicos, a una observación sobre los textiles: «Cuando vio algunos telares mecánicos que utilizan tarjetas perforadas para dirigir el tejido de hermosos patrones, le recordó cómo el motor de Babbage utiliza tarjetas perforadas para hacer los cálculos».

La misma Ada escribió: «…la Máquina Analítica teje patrones algebraicos de la misma manera que el telar de Jacquard teje flores y hojas». Y también sobre «la capacidad de la máquina de bifurcarse hacia diferentes instrucciones basándose en ciertas condiciones».

Además, al describir los poderes de procesamiento simbólico de la máquina, escribió: «Suponiendo, por ejemplo, que las relaciones fundamentales de los sonidos () en la ciencia de la armonía y de la composición musical fueran susceptibles de tal expresión y adaptación, la Máquina podría componer piezas de música de cualquier grado de dificultad y extensión». «La Máquina Analítica no tiene pretensiones de originar ninguna cosa (). Puede hacer cualquier cosa que nosotros sepamos ordenarle cómo hacerlo».

El resto de las notas de Ada estuvieron dedicadas a la mecánica de la programación de la Máquina Analítica. Finaliza con su programa para el cálculo de los números de Bernoulli, matemático suizo que escribió sobre estos números en un libro clásico de probabilidad, El arte de la conjetura, publicado en 1713; se afirma que hay fragmentos de la correspondencia de Ada con De Morgan que prueban que ella los estudió en 1842. El programa de Ada para derivar los números de Bernoulli demostraba la capacidad de bifurcación condicional de la Máquina Analítica y usaba dos bucles.

Este fue el trabajo más importante de su vida, mencionado como «Notes by A. A. L.», ante el temor de que su trabajo pudiera ser censurado y olvidado por ser mujer.

En 1953 fueron republicadas notas de Ada sobre la Máquina Analítica de Babbage. El motor ahora ha sido reconocido como un modelo de principios para una computadora, y las notas de Ada como una descripción de un ordenador y el software.

Si su mentalidad de «ciencia poética» la llevó a examinar cómo los individuos y la sociedad se relacionan con la tecnología como una herramienta de colaboración, su incansable búsqueda de conocimientos la llevará por otros senderos, en donde pensó que podía aportar también algo original y propio, caminos estos que ella denominaba como una matemática de la función cerebral o un cálculo del sistema nervioso: «Tengo mis esperanzas, y muy claras, de conseguir algún día fenómenos cerebrales de naturaleza tal que los pueda expresar en ecuaciones matemáticas; en suma, una ley para la acción mutua de las moléculas del cerebro (equivalente a la ley de la gravitación para el mundo planetario y sideral)».

Esta matemática del sistema nervioso le planteaba varias dificultades, entre ellas la de los experimentos prácticos: «Para obtener precisamente los efectos que necesito, debo ser una manipuladora práctica habilísima en las pruebas experimentales; y eso, con materiales difíciles de manejar, como el cerebro, la sangre y los nervios de los animales».

Este hecho –señala el filólogo polaco Witkowski– llevó a nuestra investigadora a utilizar su propio cuerpo como «laboratorio molecular». Y es que la condesa no se detenía ante nada: «Supongo que con el tiempo lo haré todo. Espero dejar a las generaciones futuras un cálculo del sistema nervioso».

Lovelace creía que la intuición y la imaginación eran fundamentales para la aplicación efectiva de los conceptos matemáticos y científicos. Valoraba la metafísica, las matemáticas y la visualización como herramientas para explorar «los mundos invisibles que nos rodean».

A lo largo de su vida, Ada estuvo interesada en la evolución y en todas las técnicas científicas de su época, como la frenología y el mesmerismo. Además se codeó con científicos y personalidades destacadas, como el físico Charles Brewster, el novelista Charles Dickens, o Faraday, inventor del motor eléctrico.

En 1844, ella comentó a su amigo, el científico Woronzow Greig, su deseo de crear un modelo matemático para la forma en que el cerebro da lugar a los pensamientos, y los nervios a los sentimientos («un cálculo del sistema nervioso»). No llega a lograrlo. En parte, su interés en el cerebro proviene de una preocupación de larga data, heredada de su madre, de su locura «potencial». Como parte de su investigación en este proyecto, visitó al ingeniero eléctrico Andrew Crosse en 1844 para aprender cómo llevar a cabo experimentos eléctricos.

En el mismo año, escribió una revisión de un documento del barón Karl von Reichenbach, de investigaciones sobre magnetismo, pero esto no fue publicado.

Para disgusto de su madre, heredó también el lado creativo e intuitivo de su padre, como lo demuestra una carta que le escribió el 6 de febrero de 1841: «Creo poseer la más singular combinación de cualidades que me hacen una preeminente descubridora de las realidades ocultas de la naturaleza…
Primero: debido a alguna peculiaridad de mi sistema nervioso, tengo una percepción de algunas cosas que ningún otro posee; o al menos muy pocos, si es que algún otro la tiene
(); algunos pudieran hablar de una percepción intuitiva de cosas ocultas; es decir, cosas ocultas a los ojos, los oídos y los sentidos normales ().
Segundo: mi inmensa capacidad de razonamiento.
Tercero: mi capacidad de concentración
() no solo usar toda mi energía y existencia en el tema que escoja, sino también concentrarme sobre cualquier tema o idea a partir de todas las clases de fuentes aparentemente irrelevantes o no relacionadas».

En una parte posterior en la misma carta llama a estas tres cualidades su «trinidad científica». No debió de ser por casualidad que Babbage la llamó «la encantadora de números».

Sus ideas fueron difundidas un siglo más tarde por el matemático también británico Alan M. Turing en 1937, y por John von Neumann en 1946, ambos personajes fundamentales en el desarrollo del ordenador tal y como lo conocemos actualmente.

En los últimos tiempos de la vida de Ada se sucedieron las crisis nerviosas, las deudas y los escándalos, como la agitada relación con John Crosse, un pendenciero corredor de apuestas. Y su salud empeoraba cada vez más. Para aliviar el dolor se dejó llevar por el alcohol y las drogas de la época, como el láudano, mezcla de vino blanco, opio y otras sustancias, así como la morfina, que solo empeoraron su estado de salud.

Pero hay que tener en cuenta que en el siglo XIX era común recetarlo, así como la ingesta de bebidas alcohólicas como remedio contra casi cualquier enfermedad. Su salud fue siempre delicada: enfermiza desde su infancia, se recuperó del sarampión y de una invalidez a consecuencia de este, así como del cólera, y padeció por temporadas de ataques de nervios, reumatismo y problemas cardiacos.

En agosto de 1851 Ada es informada de la gravedad de su enfermedad; a pesar de esto, sus ganas de vivir no disminuyen, muestra fortaleza y optimismo continuando sus estudios científicos hasta pocos meses antes de su muerte.

En 1852 le pide a su esposo que la entierren junto a su padre, y este promete cumplir su voluntad. A finales de agosto de ese año tiene un paro cardiaco del que se recupera. En los últimos días de su vida Ada es aislada de sus amigos y sometida a una preparación para la muerte dirigida por su propia madre, consistente en hacerla confesar todos y cada uno de sus pecados y vicios, los verdaderos y los imaginados por su madre también, además de hacer a su madre heredera y responsable de todos sus papeles y asuntos.

Ada muere en la noche del 27 de noviembre de 1852, después de que los médicos le recetaran Atropa belladona, planta usada como narcótico, capaz de causar estados de coma o la muerte. Y quizá también como a su padre, el genio termina por colocarla ante el abismo: «Soy –dice a su marido– uno de esos genios que, a causa de su temperamento físico, corren a su pérdida. Rogad por mí».

El 3 de diciembre, sus restos fueron enterrados al lado de los de su padre, en la iglesia de Hucknall Torkard, en Nottinghamshire, Inglaterra, en una reunión póstuma de dos personajes que fueron semejantes pese a haber vivido tan distantes.

En 1980, el Departamento de Defensa de EE.UU. desarrolló un lenguaje de programación basado en Pascal y lo llamó ADA en su honor. Su retrato está en el interior del holograma de autentificación en 3D de los programas Microsoft. Se utiliza el lenguaje ADA en los sistemas de control, de fabricación, en los sistemas de las actividades bancarias y de información, aviación, comunicación por satélite y diseño, por ejemplo, en los sistemas de control de la industria nuclear checa Westinghouse y el sistema de control del proceso del acero de la Weirton o en el sistema de actividades bancarias en el Estado sueco. También se utiliza en telefonía móvil y en el diseño de circuitos integrados, en los sistemas de pruebas de motores de vehículos y para diseñar toda la automatización de Microsoft Windows (según esto, podríamos preguntarnos qué hubiese hecho Bill Gates sin Ada Byron).

En nuestro país, la Organización Española para la Coeducación Matemática ha adoptado su nombre, OECOM «Ada Byron», con la finalidad de reconocer en la era cibernética el papel pionero de una mujer en el campo de las matemáticas.

El destino quiso que viviera en un período donde estaban los factores necesarios: nació precisamente en la Inglaterra donde se estaban produciendo tantos avances con la revolución tecnológica; debido a su posición social, conoció a Babbage y Mary Somerville; Babbage diseñó sus máquinas en esa época; Menabrea escribió su trabajo en francés y no algún idioma ajeno al conocimiento de Ada; Babbage enfrentó problemas para financiar su proyecto, lo que motivó la traducción del trabajo de Menabrea, y de ahí la génesis de las Notas; y, finalmente, Ada contó también con un marido que la apoyó en sus inquietudes intelectuales.

Ada tenía predisposición y talento natural para las ciencias y una viva imaginación, pero de no haber sido educada en diversas disciplinas del saber –fomentando el despertar de su curiosidad intelectual–, no hubiese producido lo que legó al mundo. De ahí el papel fundamental que juega la educación integral en la vida de todo ser humano, desarrollando todo su potencial, y la importancia de fomentar el estudio comparativo de religiones, ciencias, filosofías y artes.

Pero el talento natural, el carácter personal, la educación y la práctica disciplinada, todo conjugado, no garantizan los resultados si la persona no sabe aprovechar las oportunidades y las circunstancias propicias.

También podríamos preguntarnos qué hubiera pasado de haber tenido Wheatstone y Babbage prejuicios contra Ada por su condición de mujer y, como tal, poco aceptada para las ciencias y matemáticas en esa época. Eso solo nos da una idea de lo que ha perdido el mundo por haber excluido al sexo femenino de esos campos y de tantas otras áreas durante mucho tiempo. Y si generalizamos el prejuicio y la discriminación en sentido general, no solo de las mujeres, sino de tantos seres humanos basados en la gran variedad de ideologías, culturas, creencias, lenguajes, etc., podemos imaginar la magnitud del daño que el mundo ha sufrido y sigue sufriendo por el hecho de sacralizar lo que no son más que diferencias formales que, antes que enfrentarnos, debieran enriquecernos y guiarnos en la búsqueda de ese núcleo de fraternidad sin distinción de raza, condición social, credo, sexo, nacionalidad ni color.

La realización en la práctica de lo correcto debe derivarse de la educación adecuada; crear las oportunidades y condiciones propicias para el desarrollo humano en general y eliminar la discriminación y el prejuicio. Para ello, se necesita decisión, voluntad y la acción de todos los miembros de la sociedad, desde los padres y tutores hasta los políticos y gobernantes.

Es notable que ella en sus cartas hable de sí misma como de alguien que ha desarrollado sus capacidades intelectuales y su percepción de las cosas ocultas, que se defina como científica y metafísica, además de su constante búsqueda del conocimiento de las leyes de la naturaleza y del ser humano.

Padeció las miserias y esclavitudes de la personalidad, fue una mujer que vivió intensamente sus pasiones terrenales en todos los sentidos, corriendo a su perdición a causa de su temperamento, como ella misma reconoce, pero también fue capaz de abrir sus alas y volar, tratando de llegar a las cumbres del conocimiento. De alguna forma, clavada entre el cielo y la tierra. Hundiendo los dedos en el barro pero con la mirada puesta en las estrellas. Soñaba, con ese valor que siempre le otorgó la imaginación, que el tiempo «le permitiría hacer todo» y tal vez así sea. Tal vez lo deseó con tal intensidad que volverá una y otra vez para seguir haciendo, descubriendo, progresando, superándose… para seguir investigando las leyes inexplicadas de la naturaleza y los poderes latentes en el ser humano y así alcanzar, al fin, esa cima que tanto anhelaba, donde la ciencia, la mística y la belleza se abrazan en justa expresión de la armonía.

Nuestro homenaje de respeto y admiración para esta gran mujer que supo encender dentro de sí misma el sueño de la dama.

 

BIBLIOGRAFÍA:

-http://busqueda-constante.blogspot.com.es/2008/07/ada-byron-condesa-de-lovelace.html

Ada Lovelace honoured by Google doodle», The Guardian, 2012 Dec 10

-Wikimedia Commons

https://matematicasycosmos.wordpress.com/2013/12/02/ada-lovelace-pionera-de-la-informatica-moderna-una-cuestion-a-debate/

www.buscabiografias.com/biografia/…/Augusta%20Ada%20Byron%20-..

.-es.wikipedia.org/wiki/Ada_Lovelace

-Mujeres que fueron pioneras en ciencia

DANIEL RODRÍGUEZ HERRERA SEGUIR A ESMULTIVAC 2014-10-14

-Toole, 1999,

-Zieger, 2006.

-Wooley, 1999,

-Winstone, 2005

-Ada Lovelace honored by Google doodle. The Guardian

-Biografía de Mary Somerville

-Margaret Alic

-Autobiografía de Charles Babbage

-Louis Menebrea

-Máquina analítica. Google

Angélica Salmerón Jiménez

-La resurrección digital de Ada Lovelace

-Fuegi & Francis, 2003, 19

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