Isadora Duncan

Isadora Duncan: cuando la danza se transforma en oración

«Durante muchos días no me venía ningún movimiento. Y un día me llegó este pensamiento: Estas columnas que parecen tan rígidas y quietas no son realmente rígidas; cada una se curva ligeramente desde la base hasta su altura, cada una está en constante movimiento, sin descanso, y el movimiento de cada una de ellas está en armonía con el de las otras. Y mientras esto pensaba, mis brazos se elevaban lentamente hacia el templo y me incliné hacia adelante. Y entonces supe que había encontrado mi danza, y que era una oración» (lsadora Duncan ante el Partenón. Atenas, 1903).

lsadora… ¿Tal vez tu nombre guarda el secreto por el que te consagraste en vida al servicio de un nuevo arte, de una nueva danza?

lsa-dora... Contiene el perfume del nombre de una antigua diosa, lsis-dorada. Han sido muy pocos los que han podido alzar una punta del misterioso velo de lsis, y tú, sin duda, lo conseguiste.

Tanto te adelantaste a tu época con tus revolucionarias ideas sobre la educación, el arte y la danza y una nueva humanidad, que el mundo no estaba preparado para comprenderte. Por eso te llamaron bailarina de pies descalzos... porque ellos veían un cuerpo danzando magistralmente, y no realmente a un alma que trataba de expresarse a través de la danza, con energía y amor infinitos.

Y, sin embargo, no predicaste en el desierto. Algunas de las semillas que plantaste comenzaron tímidamente a crecer, otras permanecen enterradas en espera de esos hombres y mujeres con los que soñaste. Conseguiste que la danza se despojara de muchas de las trabas y estrecheces que la asfixiaban en tu época; pero, a pesar de haber conseguido una técnica perfecta en cuerpos perfectos, la danza de hoy día, en general, ha trabajado en la forma, lejos todavía de tener ese contenido trascendente y místico del que nos hablas. Por esto, lo hasta ahora conseguido sería no el fin, sino la plataforma a partir de la cual los auténticos bailarines y bailarinas debieran lanzarse, olvidando ya sus propios cuerpos, para entregarse en brazos de Terpsícore, con ese entusiasmo dionisíaco que hiciera comulgar al público, ya no meramente espectador, con un ideal de belleza, amor y sabiduría, que es la verdadera misión de todo arte.

Aunque nunca mis ojos podrán contemplar tu danza, te imagino con los ojos del alma danzando en ese rítmico palpitar de la Naturaleza, de todo lo que está vivo y respira, pero ahora sin las limitaciones de un cuerpo que envejece y se encorva por los años; y ahora, permite a esta pequeña aspirante al arte de Terpsícore que intente transmitir en muy pocas líneas lo que te llevó a hacer de la danza algo más que un entretenimiento, algo más que una pasión.

Una vida, una meta, un sueño

Es en San Francisco, 1878, donde lsadora viene al mundo, precisamente en una familia de artistas. Educada en las artes de Euterpe y Terpsícore, a los diez años, junto a su hermana, dará clases de baile sin haberlas recibido antes. Su manera de interpretar la danza escandalizaba al público americano, lo que la impulsa a embarcar rumbo a Europa a los diecinueve años con toda su familia. Obtuvo su primer gran triunfo en la Ópera de Berlín, entusiasmando con su danza clásica y libre, con pies descalzos, peplo griego y una simple cortina de fondo. Era capaz de convertir en danza desde un poema de Walt Whitman a un cuadro de Botticelli o un madrigal de Monteverdi. Con sus movimientos ondulares se sentía capaz de danzar a la naturaleza y a la vida con libertad y belleza insólitas. Su estilo estuvo muy alejado del ballet clásico, académico y rígido que ella no soportaba.

Su pasión por la cultura griega la llevó a comprar cerca de Atenas una colina donde comenzó a construir un templo consagrado a la danza, que nunca terminaría. En 1904 fundó una escuela de baile cerca de Berlín, pero nueve años más tarde, la muerte de sus dos hijos pequeños ahogados la sumió en una depresión de la que tardó diez años en salir, truncando su carrera artística. Cuando volvió a ponerse la túnica, realizó giras triunfales por Europa y América, hasta que en 1921 se establece en Moscú. A pesar de sus convicciones feministas, contrae matrimonio con un poeta ruso, que acabaría suicidándose cuando lsadora se separa de él en 1925. Dos años más tarde, moría lsadora en trágico accidente, al enrollársele el chal con las ruedas del automóvil en que paseaba por Niza.

Nos legó dos obras escritas: My Life, publicada un año antes de su muerte, y The Art of the Dance, publicada póstumamente en 1928.

Aquellos sueños del templo y la escuela de la danza futura nunca fueron totalmente realizados, y esta discípula predilecta de Terpsícore desapareció sin dejar seguidores, sino tan solo un recuerdo de la revitalización de la Grecia clásica y de sus danzas inmortales, habiendo hallado el verdadero espíritu de la danza.

Las artes

Para lsadora, es la misión de todo arte expresar los más altos y bellos ideales del ser humano. El arte reflejará siempre lo mejor del artista, el cual deberá ser capaz de extender un puente entre los arquetipos a los que solo el genio tiene acceso y las miserias y vulgaridades humanas.

Todo arte debe ir cargado de un mensaje, sin necesidad de más explicación, pues la belleza se siente antes que se comprende. Los egipcios hablaban de cuatro vías de acceso para cuatro naturalezas humanas, llevando todas ellas a un misma verdad esencial; son estas la religión, la ciencia, el arte y la política. Para lsadora, la danza fue una vez la más noble de las artes, y lo será de nuevo; si bien ha tocado fondo, la danza del futuro, cuando recupere su puesto, será complementaria y necesaria para las demás vías, para las demás artes, pues una vez tuvieron todas un mismo tronco, aunque hoy estén separadas y en clara competencia.

Enamorada de la civilización helénica, para lsadora fueron los griegos los mayores estudiosos de las leyes de la Naturaleza: en toda su pintura, escultura, arquitectura, literatura, danza y tragedia sacaron sus movimientos de los de la Naturaleza. Incluso lo vemos en las representaciones de los dioses griegos que, siendo la expresión de las fuerzas de la Naturaleza, siempre se muestran en una pose que expresa la concentración y evolución de esas fuerzas. Por esto el arte griego no es el arte privativo de una nación, sino que ha sido y será el arte de toda la humanidad por siempre.

Estudiando en los museos de todo el mundo los miles de vasijas y bajorrrelieves griegos, comprendió que no hay figura alguna en cuyo movimiento no se presuponga otro movimiento, en una evolución siempre creciente en donde no hay finales ni paradas; todos los movimientos de la Tierra siguen las líneas del movimiento ondulatorio: tanto luz como sonido viajan en ondas, así como el movimiento de las aguas, vientos y árboles.

Es propio de un hombre cultivado el hacer uso de las fuerzas de la Naturaleza mediante canales armónicos a esas fuerzas, y nunca el ir contra natura y contra todo arte íntimamente conectado con las raíces de la Naturaleza, pues esta siempre ha sido y debe ser la fuente de inspiración para todo arte. Así que danza natural debiera significar únicamente que la danza nunca va contra natura, no que todo se abandona a la casualidad.

«Todo el arte consciente de la humanidad ha salido del descubrimiento de la belleza natural del cuerpo humano: el hombre trató de reproducirlo en la arena o en la pared, y así nacieron la pintura y la escultura. De nuestro entendimento de las armonías y proporciones de los miembros del cuerpo apareció la arquitectura. La belleza de la mujer es eterna, porque la forma humana no puede estar a merced de la moda o el gusto de una época. Es la guía de la evolución humana hacia la conquista de la raza humana, hacia el ideal del futuro, la que sueña en llegar a ser Dios» (I.Duncan, 1909).

El origen de la danza y su espíritu

Si buscamos el auténtico origen de la danza, si vamos a la Naturaleza, encontramos que la danza del futuro es la danza del pasado, la danza de la eternidad, y ha sido y será siempre la misma.

Nietzsche dijo que no podía creer en un Dios que no pudiera danzar, y también dijo: «Consideremos perdido el día en que no hayamos bailado». Pero no se refería a la ejecución de piruetas, sino a la exaltación de la vida en movimiento. lsadora enseña a los jóvenes de su escuela que la danza no es una diversión sino una religión, una expresión de la vida: «La vida es la raíz y el arte es la flor», pues la flor es para la planta un claro indicativo de que está viva y en la plenitud de su energía, mientras que una planta enferma apenas tendrá energía suficiente para alimentar sus hojas. Del mismo modo, para el hombre, si está en clara armonía con la Naturaleza y tiene sus energías bien canalizadas, el desarrollo de alguna de las artes será indicativo de que está pleno de vida.

Uno de los principios de la vida es la armonía de la música; el hombre no ha inventado ni la armonía de la música ni la armonía del movimiento, sino que estos existen en la Naturaleza. Así que buscaremos el ritmo del movimiento humano desde el ritmo del movimiento del agua, de la tierra, en el movimiento de los animales, en el soplo del viento, e incluso en el hombre primitivo, cuyo cuerpo todavía se movía en armonía con la Naturaleza. Para descubrir el ritmo de la danza, debemos escuchar las pulsaciones de la Tierra; los grandes compositores –Bach, Beethoven, Wagner– han combinado en sus trabajos con absoluta perfección el ritmo humano y el terrestre.

La danza del pasado alcanzó su punto más álgido cuando formaba el coro de la tragedia griega –el eterno himno de la lucha entre el hombre y su destino–. El coro, como verdadera alma de la tragedia, proporcionaba a los espectadores la fortaleza para soportar aquellos momentos que de otra manera hubieran sido terribles para el aguante humano, pues con Esquilo llegaban a convertirse en auténticas catarsis (hoy diríamos «terapias de grupo»). Cuando la tragedia se convierte más tarde en drama, el coro pasará a desempeñar un papel inferior y ornamental.

Este sería, pues, el mayor objeto de la danza, tomar su legítimo lugar en la tragedia junto a la música y la poesía, haciendo de intermediaria entre la tragedia y la audiencia, creando completa armonía entre ellos. Hoy la danza ha extraviado su camino; debe regresar a su lugar original, cogida de la mano de las musas rodeando a Apolo.

¿Qué debemos hacer para traer de nuevo a Terpsícore, musa de la danza entre nosotros? Propone lsadora recobrar el ideal de belleza de la forma humana y recobrar la belleza ideal del movimiento, que es la expresión natural de esta forma humana. Las vasijas griegas son documentos de que estas dos bellezas están unidas con perfecta estabilidad.

«Siempre, las líneas de una forma realmente bella sugieren movimiento, incluso en reposo. Y siempre, las líneas que son realmente bellas en movimiento sugieren reposo, incluso en el más rápido vuelo. Es esta cualidad del reposo en el movimiento lo que les confiere a los movimientos su eterno elemento».

Una de las figuras más comunes en las danzas báquicas es aquella con la cabeza inclinada hacia atrás (perros, leones y tigres aúllan a la luna de igual forma). Es el movimiento dionisíaco universal. Para lsadora, la danza es el ritmo de todo lo que muere para vivir de nuevo; es el eterno elevarse del sol. No solo es el arte que da expresión al alma humana a través del movimiento, sino el fundamento de un completo concepto de la vida, más libre, más armónico, más natural. Los verdaderos movimientos no se inventan, sino que se descubren. Es el propósito de la danza expresar los más nobles y más profundos sentimientos del alma humana, aquellos que salen de los dioses que hay en nosotros: Apolo (la luz y la armonía), Pan (las fuerzas de la Naturaleza), Baco (o el entusiasmo), Afrodita (la belleza, el amor). «Ver en la danza solo una diversión frívola o placentera es degradarla».

Es posible danzar de dos maneras. Uno puede arrojarse en el espíritu de la danza y danzar este espíritu: Dionisos. Uno puede contemplar el espíritu de la danza y danzar como uno que relata una historia: Apolo. Para lsadora, Dionisos no ha muerto. Es el eterno dios, todopoderoso, que bajo muchos nombres y en muchas formas inspira a cada artista creativo.

En el año 100 d.C. había en una de la colinas de Roma una escuela de sacerdotes consagrados a la danza; para ingresar, los jóvenes eran elegidos de entre las familias más aristocráticas, con un linaje centenario sin mancha alguna. Aunque se les enseñaban todas las artes y filosofías, era la danza su principal expresión. Bailaban ante la gente para celebrar la llegada de las cuatro estaciones, con tanta alegría y pureza que su danza elevaba a la audiencia, actuando como bálsamo sobre las almas enfermas. Con tal expresión es con la que lsadora tanto soñaba para su escuela.

Leer el relato que lsadora hace de alguna de sus experiencias místicas mientras bailaba con los acordes del maestro Wagner es un auténtico regalo: «Los movimientos de mi danza me llevan hacia arriba y hacia adelante; y siento la presencia de un inmenso poder dentro de mí que escucha la música y luego atraviesa todo mi cuerpo, tratando de encontrar una vía de salida…». Después de muchos meses de trabajo que le llevan a visualizar en sí misma un centro como fuente de expresión espiritual y de brillante luz, nos dice: «Cuando había aprendido a concentrar toda mi fuerza en este centro, descubrí que después, cuando escuchaba música, los rayos y vibraciones de la música fluían a esta fuente de luz dentro de mí, donde se reflejaban a sí mismos en una visión espiritual, no como el espejo de la mente sino del alma: y desde esta visión podría expresarlos en la danza».

Para entender por qué lsadora detesta el ballet clásico de su época, debemos tener en cuenta que, a finales del siglo XIX, el ballet romántico se había convertido en un amaneramiento artificioso, con estiradas bailarinas de tutús encorsetados que frenaban la libertad de movimiento por la que lsadora luchaba; y, además, estaban esas puntas que torturan los pies hasta hacerlos sangrar, cuando ella danzaba descalza y semidesnuda…

Esto nos dice al respecto: «La escuela de ballet de hoy día, luchando en vano contra las leyes naturales de la gravedad o del deseo natural de los individuos, y trabajando en discordancia en sus formas y movimientos con respecto a los de la naturaleza, produce un movimiento estéril que no da nacimiento a futuros movimientos, sino que muere en ese mismo instante. (…) La escuela de ballet enseñó a sus alumnas que la fuente central de todo movimiento está en el centro de la espalda, en la base de la columna. Desde este eje, dice el maestro de ballet, las piernas, brazos y tronco deben moverse libremente, dando el resultado de una marioneta articulada. Este método produce un movimiento mecánico artificial que no es válido para el alma».

lsadora no está interesada en bailar por bailar, pues el baile es la expresión de la vida y no una serie de trucos gimnásticos o bellos movimientos. Así, no le gusta el ballet que obliga al cuerpo a adoptar posturas antinaturales, ni tampoco el baile social de la época: «Yo condeno las danzas modernas, no tanto por lo indecente de la expresión sino porque son en esencia estériles y vanos. La gente joven que los practica por un tiempo, generalmente se hace inútil y frívola, como los movimientos que han estado practicando, igual que se harían sus mentes si fueran continuamente alimentadas con una dieta de malos poemas y novelas baratas». ¡Qué diría, pues, si contemplara por unos instantes a la juventud de este siglo XXI en sus convulsiones histéricas y saltos (no me atrevo a llamarlo baile, y mucho menos, danza), bajo una espantosa serie de sonidos inarmónicos (tampoco lo llamaremos música por respeto a Euterpe), que les conducen a extraer lo más bajo y bestializante del ser humano!

«¿Por qué deben nuestros muchachos flexionar sus rodillas en esa fastidiosa y servil danza del Minuete, o girar en los laberintos del falso sentimentalismo del vals? Mejor dejarles avanzar en grandes zancadas y saltos, con las frentes elevadas y los brazos extendidos hacia adelante, bailando el lenguaje de nuestros pioneros, la fortaleza de nuestros héroes, la justicia, la bondad, la pureza de nuestras mujeres, y a través de todo ello, el inspirado amor y ternura de nuestras madres».

La escuela de danza, escuela de vida

Durante toda su vida, lsadora soñó con una escuela de danza ideal, donde los niños crecieran en una atmósfera de belleza tal que sus cuerpos tendieran a imitar la belleza que contemplaran, y que, unida a la práctica continua de bellos movimientos que les fueran naturales, los niños crecieran y se movieran acordes a un impulso interior, en concordancia con la Naturaleza. Sería una escuela internacional de niños donde hubiera un concepto más justo de la vida, abriendo las puertas al futuro de una nueva humanidad.

«Bailar es vivir. Lo que yo quiero es una escuela de vida, porque las mayores riquezas del hombre están en su alma, en su imaginación. Debe haber otra vida después de esta, pero no sé qué es lo que allí tendremos. Esto es lo que sé: nuestras riquezas en la tierra residen en nuestra voluntad, en nuestra vida interior».

El propósito de su escuela será redescubrir los movimientos rítmicos y bellos del cuerpo humano, devolver a la vida ese movimiento ideal que estaría en armonía con el más elevado modelo físico, y despertar una vez más un arte que había permanecido dormido durante dos mil años. Así como el músico utiliza un instrumento para expresar su arte y el cantante la voz, ella usaría el más grande de todos los instrumentos, el cuerpo humano, y su lenguaje sería el movimiento.

La contemplación de movimientos rítmicos ha sido en cada época una parte muy importante de las ceremonias religiosas, pues la magia del gesto siempre formó parte de todo ritual. Los dedos de las manos son auténticas antenas, captando corrientes que circulan en el espacio, y por eso pueden curar, pero también, como contraparte, hacer daño… Si no se sabe canalizar esa energía armónicamente, los movimientos del cuerpo y de la cara son como una carta abierta para quien sabe leer en ellos, pudiendo con ellos crear y destruir en los mundos sutiles, seamos conscientes de ello o no.

Para lograr la armonía, los niños deberían hacer diariamente ejercicios elegidos de manera que coincidan con sus propios deseos, para que sean realizados con buena disposición y humor. Se comienza con una simple preparación gimnástica para hacer los músculos fuertes y flexibles; pero el objeto no es el desarrollo de estos músculos, como ocurre en la gimnasia sueca o el culturismo. Para el bailarín, la técnica es solo el medio: los primeros pasos de danza solo vienen después de concluir estos ejercicios. Luego, el cuerpo deberá ser olvidado, porque será solo un instrumento bien adaptado y armónico cuyos movimientos expresen no solo los del cuerpo, sino también los pensamientos y sentimientos de un alma.

Los alumnos visten con ropas libres y graciosas durante los deportes, en el recreo, en sus paseos por los bosques, corriendo y saltando naturalmente hasta que hayan aprendido a expresarse a través del movimiento con tanta facilidad como otros pueden hacerlo a través de la palabra o del canto. A través de la danz,a se le pueden revelar al niño muchos secretos de la Naturaleza y de sus fuerzas internas y externas; Jean-Jacques Rousseau, en su libro Emilio o De la educación de los niños, llegó tan lejos como para decir que un niño no debería ser enseñado a leer o escribir hasta que tiene doce años: hasta ese momento todo su conocimiento debería ser enseñado a través de la danza y la música, pues las palabras poco significan para un niño.

Dice lsadora: «No enseñéis a las niñas a imitar ni a ninfas ni a cortesanas, pero hacedlas danzar como las vestales de los viejos tiempos, que se consagraron hace dos mil años. Y cuando lleguen a ser encarnaciones de modernas vestales, serán transformadas: mujeres enamoradas del Amor y del gozo de la maternidad. En este momento, su danza, completa y distinguida, será la más bella de todas».

El bailarín renovado

Los tres grandes maestros en Europa precursores de la danza tal y como lsadora la concibe son Beethoven –creando la danza con ritmo poderoso–, Wagner y Nietzsche, creando este al filósofo bailarín. A menudo se pregunta quién compondrá la verdadera música para la danza americana, que no contenga el ritmo del jazz, que nos lleva a movernos de cintura para abajo, sino que se eleve desde el plexo solar, el hogar temporal del alma.

De la misma manera, hay tres clases de bailarines: primero, aquellos que ven en la danza una especie de destreza gimnástica hecha a base de graciosos e impersonales arabescos; segundo, aquellos que, concentrando sus mentes, abandonan el cuerpo al ritmo de una emoción deseada, un sentimiento o experiencia recordado. La tercera clase de bailarín entiende que el alma puede ser despertada, puede poseer por completo al cuerpo (y no viceversa), transmutándolo en una nube luminosa en movimiento. Después de mucho estudio este bailarín entiende que su cuerpo es simplemente la manifestación luminosa de su alma, y este cuerpo danza acorde con una música oída en su interior. Este es el verdadero bailarín creativo, natural pero no imitativo, hablándonos en un movimiento salido de sí mismo. Los medios para este despertar pueden ser, en parte, una revelación de la belleza de la Naturaleza, unido a esta clase de música que habla al alma, dando vida al impulso y a la inspiración.

«Es la misión del bailarín expresar qué es lo más moral, sano y bello en el arte de la danza. Convertido en médium humano, el movimiento de la Naturaleza entera corre a través de él. Esta danza es una verdadera oración; cada movimiento alcanza los cielos en largas ondulaciones y se hace parte del eterno ritmo de las esferas».

La danza del futuro tendrá que volver a ser un arte religioso como era para los griegos, porque el arte que no es religioso es mera mercancía. El bailarín del futuro será uno cuyo cuerpo y alma hayan crecido tan armoniosamente juntos que el lenguaje natural de esa alma llegará a ser el movimiento del cuerpo. Y este bailarín no pertenecerá a una nación sino a toda la humanidad.

La bailarina del futuro no imitará a las hadas, ni a las ninfas, ni coquetamente, sino como una mujer en su más grande y pura expresión. Ella bailará la libertad de la mujer, con el mensaje y aspiraciones de miles de mujeres: «Bailará con su cuerpo emergiendo de nuevo desde los siglos de civilizado olvido, emergiendo no en la desnudez del hombre primitivo, sino como una nueva desnudez nunca más en guerra con la espiritualidad y la inteligencia, sino fundiéndose en ellas con una gloriosa armonía» (1902).

Es la mujer un eslabón en la cadena de la vida: la mujer debe aprender la belleza de la forma y del movimiento a través de la danza; con el movimiento de su cuerpo hallará el secreto de la proporción perfecta de líneas y curvas, y de esta manera, el arte de la danza será un auténtico manantial de nueva vida, tanto para la escultura, como para la pintura y la arquitectura. Y el manantial del arte de la danza será el estudio de los movimientos de la Naturaleza, que llevan implícita la ley del movimiento ondulatorio, como es ondulatorio el movimiento de la energía, y de la ondas del mar.

La danza del futuro es la danza del pasado

Durante toda su vida lsadora intentó trabajar para esta danza del futuro con la que tanto soñaba. Tal vez no tuviera las cualidades necesarias, pero lo que sí sabía es que tenía voluntad; y la voluntad y la energía a veces sobrepasan al genio, al talento o al temperamento.

Para ella no solo era una cuestión de opiniones sobre las distintas danzas y métodos, comparados con su propia escuela y su danza del futuro: era una cuestión tan importante como el desarrollo del sexo femenino hacia la belleza y la salud, del retorno hacia la fuerza original y hacia los movimientos que son naturales para el cuerpo de la mujer. «Es una cuestión del desarrollo de madres perfectas y del nacimiento de niños sanos y bellos. La escuela de danza del futuro es para desarrollar y mostrar la forma ideal de la mujer. Será, como lo fue, un museo de la belleza viva de ese tiempo».

La danza de lsadora fue malinterpretada como una vuelta a las viejas danzas griegas, o como un resurgir de las antiguas danzas, incluso de las tribus primitivas. Su danza futura sería un nuevo movimiento, consecuencia de toda la evolución a través de la cual ha pasado la humanidad; volver a las danzas griegas sería tan imposible como innecesario, pues no somos griegos ni estamos en la Grecia clásica. La danza de lsadora no es ni griega ni antigua, sino la expresión espontánea de su alma elevada por la belleza.

En la época de Sófocles la danza, la poesía, la música, el drama y la arquitectura formaban una unidad armónica, como un único arte manifestado de diversas formas. Era una auténtica fusión en un cálido abrazo, estando todas ellas al servicio del un teatro que pretende mostrar la imagen del hombre ideal o del hombre-dios. Los personajes y el coro eran el centro de un armónico conjunto, como es el plexo solar el centro del hombre. Hacia ellos todo convergía; de ellos partía todo como los rayos de una luz.

Las artes que se agrupaban alrededor de la tragedia están ahora separadas, cuando ninguna de ellas debiera existir aislada: la arquitectura ha erigido teatros donde prima el criterio comercial, siendo edificios poco convenientes, tanto para el público como para los actores, y la danza recurre a la pantomima tratando de imitar al lenguaje. Encontramos, por un lado, el teatro de la música; por otro, el de la palabra hablada…

El sueño más hermoso para lsadora sería, pues, el de reencontrar el teatro griego, que no quiere decir copiarlo, sino respirar su vida, recrearlo en este tiempo nuevo dándole otra inspiración acorde a las necesidades del hombre de cada tiempo, que si bien no son muy distintas del hombre de hace dos mil años, hay siempre matices que hacen al ser humano de cada época único. Y, como decía lsadora, ¡por un milagro de amor y devoción, unir de nuevo las artes y los artistas! Así, la danza, unida de nuevo con la música y la poesía, debe llegar a ser una vez más el coro trágico: este era el único camino que ella veía para que la danza llegara otra vez a ser un arte.

Siempre ha habido dos clases de danza: la sagrada y la profana. Esta última no quiere decir pecaminosa, sino la danza que expresa el ser físico y el goce de los sentidos; mientras que la danza sagrada manifiesta las aspiraciones del espíritu para elevarse a una esfera superior a la terrenal, siendo la mayor expresión de la religión de la danza, tal y como era vivido por lsadora, que un ser humano deje de parecer humano y se transmute en el movimiento de las estrellas.

«El verdadero arte viene del interior y no necesita de decorados exteriores. En mi escuela no tenemos ni ricos atuendos ni ornamentos, sino solo la belleza que sale del alma cuando llega la inspiracion, y sale del cuerpo, que es su símbolo. Música y arte son tan necesarios a la gente como el aire o el pan, porque el arte es pan espiritual para la humanidad».

 

Bibliografía

Mi vida. lsadora Duncan.

The Art of the Dance. lsadora Duncan.

El teatro mistérico en Grecia. La tragedia.Jorge Á. Livraga.

Creación artística y creación espiritual. Mikhael Alvanhov.