María del Carmen Hernández y Espinosa

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María del Carmen Hernández y Espinosa (1828-1894), duquesa de Santoña, nació en Motril (Granada). Se casa en segundas nupcias con el duque de Santoña, gentilhombre de Su Majestad y poseedor de una fortuna. Funda la primera destilería de alcohol del sur de España, y compra el Balneario de Lanjarón en la provincia de Granada, instalando en él los baños termales más importantes de la época. Su obra más destacada es la fundación del Hospital Infantil del Niño Jesús de Madrid a expensas de su propio peculio y construido en terrenos de su propiedad.


María del Carmen Hernández y Espinosa: un hospital para los niños
María del Carmen Hernández y Espinosa (1828-1894), duquesa de Santoña, nació en Motril, provincia de Granada, en 1828, y fue hija de José Hernández Guerrero (1805-1870) y de María del Carmen Espinosa de los Monteros y Burgos, emparentada esta con la familia Burgos de Motril, que se dedicaba a la explotación del azúcar y era dueña de fábricas azucareras, quien inmortalizó su apellido a raíz del político y escritor Javier de Burgos, el primer ministro de Fomento de la historia de España, responsable de la división territorial de España en provincias.
Grandes contradicciones marcaron su vida: quedó huérfana de madre siendo muy joven y tuvo que soportar a un padre tiránico del que se apartó pronto, para no volver a verlo nunca más. En su Motril natal, se cruzó en su vida un capitán de caballería del que pronto se enamoraría. Tenía él dieciséis años más que la joven María del Carmen Hernández. Era ella una jovencita de dieciocho años que sigue los pasos de su marido, hasta que voluntariamente y mucho antes de lo que le correspondía, el capitán decide pasar a la reserva activa, una vez terminada la Guerra de Marruecos en 1860. El matrimonio y el único hijo que tuvieron, se trasladan a Madrid. Tiempo después al capitán le sobreviene la muerte, a los sesenta años, dejando viuda a nuestro personaje.
María del Carmen Hernández es invitada a un acto organizado por el Partido Liberal con el fin de atraer a las clases sociales más distinguidas a la causa de la Restauración borbónica, como viuda de un oficial que luchó junto a O’Donnel. En esta fiesta vería por primera vez a Juan Manuel de Manzanedo y González de la Teja (1803-1882), uno de los más importantes y ricos españoles de la época, nombrado al poco tiempo duque de Santoña, gentilhombre de Su Majestad y poseedor de una inmensa fortuna amasada en Cuba.
Once meses duraría la viudedad de doña María Hernández, quien pide como regalo de boda a su futuro esposo, Juan Manuel de Manzanedo y González de la Teja, el Palacio Goyeneche (hoy Palacio de Santoña), que tiene entrada por la calle Huertas n.º 13 de Madrid, de soberbia construcción. Lo había construido Juan Francisco de Goyeneche, el banquero personal del rey Felipe V, Fue diseñado por José de Churriguera, aunque después de su muerte, comienza la construcción, en 1731, Pedro de Ribera (1681-1742). María del Carmen Hernández realizará distintas transformaciones convirtiéndolo en uno de los edificios más lujosos de Madrid.
En 1882, con el fallecimiento de su marido, la vida de la duquesa de Santoña cambia radicalmente. Regresa desde Cuba una hija del duque, Josefa Manzanedo Intentas, quien la acusa de apropiación indebida de la herencia paterna, así es que la denuncia. El pleito dura diez largos y dolorosos años. Doña María Hernández comprobó que sus propios abogados la traicionaban y la hija del difunto marido se iba apropiando de todo lo que el duque le había dejado. En 1893, sale la sentencia en su contra, y tiene que abandonar el palacio y entregar toda su fortuna. Parece ser que hubo un complot en su contra, en el que estaría involucrado José Canalejas (1854-1912), entonces ministro, pero que llegaría a ser presidente del Gobierno, quien consiguió expropiar el palacio, quedándoselo para él, donde vivió hasta que lo asesinaron en 1912. La duquesa fue testigo de cómo su hijastra compraba las voluntades de jueces y abogados, que poco a poco la fueron dejando en la miseria. Termina sus días en 1894, arruinada y empobrecida a tal extremo que es llamada «la duquesa mendiga», viviendo en un piso modesto, sencillo y frío de la calle Olózaga de la capital de España, donde vivía desde hacía un año con sus tres nietas, hijas de su único hijo, que había fallecido.
Los herederos de Canalejas vendieron el palacio de los duques de Santoña a la Cámara de Industria en 1933, y desde 1962 es la sede de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid y se mantiene como la duquesa de Santoña lo reformó.
Su obra
En una vida con muchas contradicciones, su sentido fraternal, caritativo y de beneficencia la lleva a realizar importantes obras. Fue pionera de grandes realizaciones en beneficio de los más desamparados de su época, y estuvo siempre preocupada por los males de la sociedad en que le tocó vivir.
Así, doña María del Carmen Hernández, duquesa de Santoña, gracias a su espíritu fraternal, funda la primera destilería de alcohol del sur de España, dándole el nombre de «Las tres hermanas» en honor a sus tres nietas.
En 1873 compró el Balneario de Lanjarón en la provincia de Granada, y en él hizo una ampliación para instalar los baños termales más importantes de la época, convirtiéndolo en uno de los destinos turístico-sanitarios más destacados en España, que fue reconocido con la Medalla de Oro de París, y que en aquel momento fue el lugar de veraneo de la alta burguesía del sur del país.
No obstante, lo más destacado de su obra es, sin duda alguna, la fundación del Hospital Infantil del Niño Jesús, en la que la duquesa tuvo un claro protagonismo, porque la creación fue a expensas de su propio peculio, y fue construido en terrenos de su propiedad. Este hospital fue uno de los primeros hospitales pediátricos de España y de Europa; su construcción data de 1876, fecha en que una Real Orden autoriza a la duquesa a fundar y mantener la Asociación Nacional para la Fundación y Sostenimiento de Hospitales de Niños en España. El hospital se inauguró en 1877, y ocupó al principio una casa de la calle del Laurel 23, en el barrio madrileño de Las Peñuelas. Sigue siendo puntero hoy en día en la investigación de la patología infantil.
De esta forma honramos la valentía de esta motrileña que, pese a las adversidades de la vida que le tocó asumir, pudo mantener el espíritu de victoria entregando sus mejores obras al bien común.