Sylvia Earle

Sylvia Earle es una leyenda viva dentro de la exploración submarina; es la persona que más metros ha descendido en una inmersión acuática con un equipo autónomo y sin ayuda desde la superficie. Científica, oceanógrafa, bióloga marina, investigadora y escritora activa como defensora de la preservación y cuidado de los fondos oceánicos, nació en 1935 en Estados Unidos.

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Sylvia Earle, la señora de las profundidades

«Nuestra salud depende de la salud de los océanos». (…) «Los seres humanos son las únicas criaturas con la habilidad de sumergirse profundamente en el mar, volar alto en el cielo, enviar mensajes instantáneos a todo el mundo, reflexionar sobre el pasado, evaluar el presente e imaginar el futuro» (Sylvia Earle).

Sylvia Earle puede ser considerada ya una de las grandes leyendas vivas dentro de la exploración submarina, donde se la conoce como «la señora de las profundidades», un apodo que se ha ganado a pulso porque es la persona que más metros ha descendido en una inmersión acuática con un equipo autónomo y sin ayuda de la superficie. Fue además una de las primeras personas en utilizar las botellas de aire comprimido que inventara en 1943 otro de los grandes nombres de la exploración submarina: Jacques Cousteau.

Científica, oceanógrafa, bióloga marina, investigadora y escritora activa como defensora de la preservación y cuidado de los fondos oceánicos, la doctora Sylvia Earle nació el 30 de agosto de 1935 en Gibbsown (New Jersey) y está considerada como una de las grandes exploradoras del siglo XX. Reconocida por la revista Time como «heroína del planeta», ha liderado más de 60 expediciones en todo el mundo con más de 7000 horas de inmersión y ha vivido durante seis largas temporadas en el fondo del mar. Sus trabajos de investigación de las profundidades marinas y su amor por los océanos se vieron recompensados en nuestro país con el Premio Internacional de la Sociedad Geográfica Española en 2005.

Con motivo de este premio, Odile Rodríguez de la Fuente, la hija menor del gran Félix, el amigo de los animales, le hizo una preciosa entrevista en la que la propia Sylvia nos cuenta la gran aventura de su vida y cómo tuvo claro desde pequeña lo que quería lograr:

«Yo empecé de niña, haciendo lo que hacen los niños: preguntar. Lo preguntaba todo y nunca he dejado de hacerlo. Todos los exploradores y científicos que conozco empiezan así, de niños, y no llegan a crecer nunca. Hay que conservar esa capacidad de asombro, pero por desgracia, la gente pierde esta cualidad a lo largo de la vida, aunque creo que yo nunca la perderé, pienso que no es posible. En mi caso, tuve la gran suerte de contar con unos padres que fomentaban la curiosidad y el carácter inquisitivo. Muy a menudo los padres están encantados de que sus hijos empiecen a andar y a hablar, pero luego les mandan sentarse y callarse, justo cuando empiezan a explorar, a hacer preguntas e investigar para descubrir cómo funciona el mundo, que es en el fondo lo que hacen los científicos».

«Uno de los problemas actuales es que estamos perdiendo el contacto con la Naturaleza y los niños ya no tienen la oportunidad de hacer lo que les dicta su instinto: conocer los árboles, los bosques, los insectos, las flores, las ranas, meterse en el agua y ver los peces cara a cara y no solo en el plato, sino como seres vivos y respetándolos por lo que son. Son cosas que yo tuve la oportunidad y la suerte de hacer de niña. No hay que temer a la Naturaleza, sino abrazarla y darse cuenta de que formamos parte de ella. (…) Talamos árboles y secamos pantanos sin importarnos que la fauna se vea desplazada o desaparezca. Solo ahora que existe una crisis la gente empieza a darse cuenta, porque ven afectados aspectos fundamentales de sus vidas. La Naturaleza está vinculada a la economía, a nuestra salud, a nuestra seguridad e incluso a nuestra supervivencia. Estas vinculaciones siempre han existido, pero solo cuando se ven claramente amenazadas el mundo se da cuenta de que debemos actuar antes de que sea demasiado tarde. No solo está en peligro el futuro de las aves salvajes, las ballenas, los arrecifes de coral y las selvas tropicales, sino nuestro propio futuro».

«Para mí, uno de los grandes milagros de la vida es la enorme semejanza que existe entre todos los seres. (…) Las diferencias a nivel químico son mínimas en lo relativo al ADN y al ARN. El otro milagro es la enorme diversidad existente. (…) Cada gato, cada caballo, cada perro, pulga o mosca, cada flor o cada hoja de árbol son algo único. ¿Por qué nos sorprende tanto que cada pez sea único? Cuando vemos una lata de sardinas nos parecen todas iguales, pero no lo son. Cada una ha tenido una existencia distinta y presentan pequeñas diferencias que, analizadas en detalle, resultan grandes diferencias. No hay dos peces idénticos. En un banco de barracudas, hay algunas agresivas y curiosas, mientras que otras son reservadas y tímidas. No he visto nunca dos meros exactamente iguales».

«Bucear con ballenas que vienen a observarte es algo bastante asombroso, o que unos delfines salvajes decidan nadar a tu lado, o ver cómo un pececito que vive en un percebe gira los ojos para mirarte, preguntándose qué eres. (…) Los libros no contienen todas las respuestas».

«La intuición es fundamental para la investigación científica. ¿Qué es la intuición sino el producto de todo lo que nos da vueltas por la cabeza sin que seamos conscientes de ello? Es lo que diferencia a las personas de los ordenadores. Los ordenadores saben la información que tienen porque alguien se la ha introducido deliberadamente; en cambio, las personas tenemos información procedente de la observación, que puede manifestarse o no y dar lugar a las corazonadas.(…). La inteligencia no es algo que podamos delimitar de forma concreta, es una mezcla de nuestros sentimientos y experiencias, algo global».

«Me preocupa este muro con el que se rodea cada vez más la humanidad. No es la Naturaleza la que lo está levantando, somos nosotros quienes nos aislamos en nuestras estructuras de hormigón y acero, en autopistas que nos separan de la Naturaleza. Estamos recubriendo el sistema que nos sustenta, como si bloqueásemos las arterias del planeta, impidiendo que la tierra absorba agua para reabastecer los acuíferos. Cualquier ciudad está totalmente cubierta de superficies duras. ¿Cómo puede penetrar la lluvia para rellenar los acuíferos y llegar a los ríos y lagos, de modo que se mantenga el ciclo del agua? Hemos producido un gran bloqueo que debemos subsanar para preservar la vida».

Odile Rodríguez de la Fuente finaliza la entrevista planteando a la oceanógrafa la siguiente cuestión: «Nuestros lectores pueden pensar: pero ¿qué puedo hacer yo? Es una tarea enorme, no tengo poder, no soy político», a lo que responde:

«Tienen que mirarse al espejo y preguntarse qué saben hacer. Si sabes escribir, escribe. Si sabes cantar, canta. Si se te dan bien las matemáticas, aprovecha esta capacidad. Si eres madre, trabaja con tus hijos. Si eres un niño, habla con tus mayores y diles que te importa el medio ambiente. Si ejerces un cargo político, sé responsable y actúa como es debido. Puede suponerte un coste a corto plazo, pero a la larga estarás más satisfecho con tu vida que si cedes ante las presiones y buscas la vía fácil. Nadie es totalmente incapaz. Todo el mundo tiene poder, la última palabra es “úsalo”».

Si el currículo y la trayectoria de Sylvia Earle son algo extraordinario y admirable, aún lo son más, si cabe, su valor y su coraje para aventurarse por donde pocos se hubieran atrevido incluso a imaginar. Su humildad, su constancia y su insaciable curiosidad, arropada por su entusiasmo y su visión de los océanos como lugares amables repletos de vida y de descubrimientos por hacer, la han llevado a ser una de las pocas personas que pueden presumir de haber observado directamente parajes y criaturas nunca antes visualizadas por el ser humano.