Emmi Pikler

La pediatra húngara Emmi Pikler proponía que la sobreprotección de un niño no le ayuda en su desarrollo. Su generosa labor con miles de huérfanos de la Segunda Guerra Mundial, a los que acogió y educó, le proporcionó un método para crear las condiciones óptimas para que un niño pueda acrecentar sus habilidades motoras y cognitivas.

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«Intentar enseñar a un niño algo que puede aprender por sí mismo no es tan solo inútil, sino también perjudicial».

Por alguna razón, la grandeza siempre va de la mano de personas con una fuerza interior extraordinaria para superar las barreras que las circunstancias de la vida van poniendo a su paso. Este es el caso de la pediatra húngara Emmi Pikler (1902-1984) quien, a pesar de ser mujer y verse obligada a no ejercer la medicina por ser judía, consiguió aportar al mundo una enorme cuota de humanidad. A ella le deben la vida miles de huérfanos de la Segunda Guerra Mundial, y haber tenido la posibilidad de ser felices, pese a las circunstancias, en la Casa Cuna Loczy que fundó en Budapest.

Gracias a su carácter observador, Emmi constató durante sus prácticas en el Hospital Universitario de Viena que en la sección de Traumatología Infantil existían importantes diferencias en las estadísticas sobre accidentes infantiles: entre los niños de los barrios obreros (niños que jugaban y corrían en las calles, trepaban a los árboles y se aferraban de los travesaños de los tranvías) se producían muchas menos fracturas y conmociones que entre los niños de familias más acomodadas, criados en un clima de disciplina y de sobreprotección. Así mismo advirtió durante un día de playa la excesiva sobreprotección de algunos padres, que aíslan a sus hijos para defenderlos de todo mal… lo que en su opinión produce una carencia lógica en la adquisición de recursos y habilidades en su desarrollo madurativo, tanto a nivel motor como cognitivo.

Es por ello por lo que comienza a gestar la idea de un nuevo enfoque en la intervención del adulto en el desarrollo del niño, cambiar la sobreprotección por el acompañamiento natural en los procesos del crecimiento, respetando los diferentes ritmos de cada bebé y motivando la propia iniciativa desde el comienzo:

Cuando el niño actúa por su propia iniciativa e interés aprende, y adquiere capacidades y conocimientos mucho más sólidos que si se le intenta inculcar desde el exterior estos mismos aprendizajes.

La Dra. Pikler demuestra a través de un ensayo con una muestra de mil sujetos que el desarrollo motor se produce de manera espontánea:

El niño aprende a sentarse y a andar aunque no se le siente ni se le lleve de la mano. Va aprendiendo con flexibilidad y con prudencia las sucesivas habilidades motoras con su propia acción y en los momentos que él elige.

La originalidad de su aportación pedagógica reside en el propósito de establecer un método nuevo de educación, consistente en dejar al niño en completa libertad para moverse (uso de ropa y coberturas anchas, espacio suficiente y ausencia total de adiestramiento por parte del adulto). Con este objetivo, elabora unos manuales para la formación de las educadoras.

En su libro más difundido, Moverse en libertad, explica el propósito de establecer un método de educación en el que el desarrollo motor del niño se produzca de un modo espontáneo, en función de su maduración orgánica y nerviosa. La actitud no intervencionista del adulto adquiere en este método una especial relevancia.

Además, escribió una serie de manuales en los que concreta hasta el último detalle los múltiples aspectos de la crianza y la vida cotidiana de los pequeños:

  • Mobiliario: cómo tenía que ser el cambiador, cómo tenían que ser las cunas, las mesas y las sillas donde iban a comer los niños, qué no era aconsejable… y sobre todo, por qué.
  • El tipo de cubiertos (peso, profundidad de la cuchara…); la forma de los vasos; el uso de cuencos en lugar de platos…
  • Las prendas de ropa: la de los más pequeños; la ropa para dormir al aire libre y en el interior; la ropa para facilitar el movimiento…
  • El tipo de juguetes que había que poner a disposición de los pequeños…

La finalidad de todas estas medidas era el bienestar físico, afectivo y psíquico de cada bebé y la búsqueda de las condiciones óptimas para el mejor desarrollo posible de cada uno de ellos.

Pero Loczy –además de procurar a los niños que allí vivían una experiencia de vida que preservase su desarrollo– se convirtió, también, en un ámbito de investigaciones fundamentadas en numerosas observaciones, extremadamente minuciosas, concernientes a los diferentes aspectos del desarrollo del bebé. Fruto de esta doble labor del buen cuidado en la crianza por una parte, y de investigación aplicada por otra, en 1961 Loczy se convirtió en un Hogar Infantil de Metodología Aplicada y, más tarde, en el Instituto de Metodología, Puericultura y Educación. En 1970, el Instituto Loczy se convirtió en el Instituto Nacional de Metodología de los Hogares Infantiles. Y en la actualidad, cuando los orfanatos han sido sustituidos por una política de familias de acogida, la escuela infantil continúa su labor en Budapest.

Hoy en el mundo entero se ponen en práctica los Principios Loczy, gracias a la promoción de estos valores por la Asociación Internacional Pikler, que cuenta con más de 300 miembros y 200 donantes provenientes de doce países de tres continentes:

  • El respeto al niño como persona, como ser único que establece relaciones y que influye en los acontecimientos de su entorno, y, en consecuencia, el valor de una atención lo más individualizada posible.
  • La libertad de movimiento y la conquista de la autonomía. El valor de la actividad autónoma basada en la iniciativa del niño, que surge de su propio interés, que le proporciona satisfacción y que se autorrefuerza por el resultado que obtiene; y, en consecuencia, el valor de un entorno estimulante y rico que despierte interés.
  • La pedagogía de la vida cotidiana, el valor de las pequeñas cosas, grandes cosas para los niños. La comunicación verbal de todas las actuaciones que la persona adulta hace al niño. La suavidad de los gestos. La petición de su participación, la espera atenta de su colaboración en estas actividades cotidianas de alimentación, higiene, vestido, etc.
  • La estabilidad, la regularidad, como fuente de seguridad. El valor de las relaciones personales con el adulto, que proporcionan la seguridad necesaria al pequeño para su progreso global.

Dichos valores y principios los ejerció durante toda su vida y es el ejemplo el que mueve los corazones de los seres humanos que trabajan por mejorar su entorno. Es por ello por lo que la Dra. Emmi Pikler se ha ganado su sitio en la historia como una mujer genial.