Ada Luz Márquez: pedagoga, poeta, trovadora, astrónoma del alma y mujer con alas

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No soy nada más que alma.

No tengo más que mi cuerpo.

No doy otra cosa que mi corazón.

Ada Luz Márquez (Hermana Águila)

 

Ada nació el 18 de septiembre de 1979 en Madrid, España. Es escritora, fundadora y formadora inicial de la escuela «Hijas de la Tierra», narradora y poeta por naturaleza, educadora por vocación con estudios universitarios de Pedagogía en la Universidad Complutense de Madrid, Educación Social en la UNED, Máster en Naturopatía y educación musical en el Real Conservatorio de Música de Madrid. Además, ha creado y participado en numerosos proyectos educativos en diferentes ámbitos (niños, personas en riesgo de exclusión social, ancianos, mujeres, jóvenes) con la intención de educar, sensibilizar y embellecer el mundo.

Ada, cuéntame algo de ti…

Estudié varios años de Pedagogía y Educación Social por pura vocación. Considero la educación como la herramienta más poderosa de revolución, de cambio, de transformación. Mi vocación consiste en hacer despertar y florecer las almas. También he vivido durante muchos años, y aún vivo, esporádicamente y a ratos, en pleno contacto con la Naturaleza. Me formé en Naturopatía y siento que la combinación de poesía, educación y naturaleza es la alquimia mágica, la fórmula perfecta para la sanación individual y colectiva de la familia Humanidad.

He creado y participado en muchos proyectos sociales y educativos. La vida me ha ido encaminando como comunicadora, narradora, trovadora, animadora sociocultural, guardiana de la Tierra, etc., sobre todo, sorprendiéndome a mí misma de la cantidad de dones que le brotan a un ser humano cuando pierde el miedo a perder y apuesta por lo que sueña.

«Pedagogía como vocación». ¿Podrías desarrollar esta idea?

Yo vi en la universidad que la pedagogía ha perdido mucha esencia. Se ha institucionalizado demasiado. El valor real que tiene la pedagogía es ayudar al otro a ser quien es, a impulsar a ser tu mejor . Esa esencia es lo que me hizo enamorarme de la pedagogía. Lo que pasa es que, institucionalmente, nos forman para el mercado laboral, pero se ha perdido la función real de la pedagogía, que es guiar a las personas a cumplir sus sueños, a realizar sus metas, a dejar florecer toda la potencia que llevan dentro.

¿Escribes principalmente para las mujeres?

El mundo está muy desequilibrado con relación a los sexos. Sigue habiendo una brecha enorme. Solo por el hecho de haber nacido mujeres, ya venimos con el patrón de culpa, de vergüenza y de miedo. No es justo. Las mujeres son las creadoras del mundo, llevamos una fuerza muy valiosa, y la mejor manera de luchar contra esa injusticia es atreviéndose a ser, desplegar lo que uno lleva dentro. Cada uno trae un don a esta Tierra para compartir con los demás. Cualquier expresión artística es para los demás, no es para uno solo. Por ejemplo, si yo escribo poesía y lo guardo en un cajón, ¿qué sentido tiene? Compartir también forma parte de ser.

¿Cómo se puede uno atrever a ser uno mismo?

Sobre todo, no abandonando nunca tu integridad. No dejándote el alma por el camino, y si te la dejas, volviendo a por ella cuando puedas. Como en el cuento de Piel de foca, de Clarissa Pinkola Estés, podemos abandonar nuestra piel (alma), pero podemos volver por ella en cualquier momento. El alma se puede extraviar, pero nunca va a desaparecer. Podemos en cualquier momento volver a ser nosotros mismos; se trata de no fallarse a uno mismo, de estar en paz consigo mismo. Y además, al crecer tú, crece todo a tu alrededor. Nos enseñan a ser iguales a otras personas para ser aceptadas, cuando lo hermoso y lo que hace mejorar el mundo es volver a ser lo originales que somos. Nacimos originales, pero cuando crecemos, nos van desconectando de nuestro propio centro, y ahí nuestra gran labor está en recordar, volver a recordar nuestra propia esencia, volver a pasar por dentro.

¿Con mejorar el mundo, a qué te refieres?

Vivimos en una sociedad, desde que se produjo la Revolución Industrial, en donde se ha industrializado también al ser humano. Nos enseñan que, para ser útiles, necesitamos hacer algo productivo que genere dinero, porque si no, uno no sirve para nada. Y diría que lo que hay que hacer es dar, ofrecer lo que uno tiene y llevar a cabo lo que te hace brillar los ojos. Es sencillo pero es difícil. Yo he vivido en zonas rurales entre una especie de incomprensión, mucha ignorancia y mucho rechazo también. Rechazo por mi vocación educativo-artística, por escribir. Pero seguiré escribiendo, para mí es una necesidad vital. Si lo dejo, los días se convierten en un mero respirar y dejar pasar las horas.

Para ti, ¿qué significa escribir poesía?

Una conversación conmigo misma y con el universo, es decir, no tiene límites, no tiene una sola interpretación. Estar viva. Poder poner en palabras un sentimiento es algo tan sutil, es catártico para quien lo lee y para quien lo escribe. De alguna manera, es como se apartan las nieblas y podemos ver el horizonte.

A quienes no entienden tu mensaje o te critican, ¿qué les dirías?

Yo creo que es esencial que sea posible tanto un pensamiento como el otro, porque lo más importante es que exista la libertad de pensamiento. Más allá de si yo estoy de acuerdo o no con lo que piense cada uno, yo debo honrar y respetar su expresión de voz. Aprendemos las cosas no cuando nos las enseñan, sino cuando estamos preparados para aprenderlas. Entonces, a lo mejor, no ha llegado el momento en el que esa persona recibe el mensaje. Como decía Tagore: «El bosque sería muy triste si solo cantaran los pájaros que mejor lo hacen». Realmente estamos aquí para dar lo mejor de nosotros mismos y darnos permiso para hacerlo. No es fácil, no es un camino liviano, sino que está lleno de dificultades y de barreras.

Desde mi infancia ha sido así. Yo era una niña rara que escribía, me llevaba bien con todo el mundo pero con pocos amigos. Sabía que muchas veces al hablar, no me comprendían. Aprendí a leer con poemas de Khalil Gibran, Pizarnik, Lao Tse, Tagore y Walt Whitman, entre otros, y escribí poesía desde que aprendí a escribir. Mi primer cuaderno de poemas lo creé con siete años de edad, sobre la muerte y los mundos de cristal y silencio.

Nunca perdí mi conexión con la poesía, no importaba si nadie me leía ni me aplaudía. Con mi poesía y en mis clases online tengo la gran oportunidad de conocer a personas maravillosas y mi labor, en este caso como educadora, es acompañarlas a recordar y a escuchar la voz sabia que tienen dentro. No se trata de transmitir conocimientos, no se trata de transmitir información; se trata de ayudar a esa persona a recordar la sabiduría que ya tiene dentro de sí. Todos sabemos cómo reaccionar en ciertas situaciones aunque nadie nos ha enseñado. Eso que llevamos dentro son, digamos, instintos espirituales más allá del instinto físico. Esa es la voz del corazón, una metáfora de que cada uno puede entenderse. Hay que escuchar a esa niña que hay en nosotras, a esa mujer que hay en nosotras, a esa anciana que hay en nosotras, porque ninguna de ellas tiene edad. Llevamos el universo dentro, no hace falta que venga nadie externo a decírnoslo. Una mujer, cuando está conectada con su naturaleza, tiene desarrollada la intuición y la visión de la mujer sabia y tiene desarrollada la espontaneidad y la alegría de la niña.

¿Cuáles son tus proyectos?

He impartido muchos talleres presenciales llamados «El Sendero del Águila», y mi labor, en este caso como pedagoga, ha sido fusionar la poesía, la música, la simbología y la sabiduría ancestral pedagógicamente para ayudar a cada uno a ser lo mejor de sí mismo, para que florezca y brille.

He autoeditado y autopublicado dos libros: UTOPoesÍAS, en 2013, y Susurros de la tierra, en 2016. También participo en diversas antologías literarias (Poetas del 15 de Mayo, por ejemplo), revistas literarias, blogs y programas de radio. En mi canal de Youtube (Ada Luz Márquez) podrás ver muchos vídeos de mis presentaciones mágico-poéticas por varios lugares del mundo.

Pero, sobre todo, mi mayor aspiración en la vida es recordar mi esencia y lograr ser cada día más humana, más humilde y más coherente.

Para más información acerca de los eventos y tutoriales, pueden escribirme a [email protected], entrar en la página de Facebook o contactar con www.escuelahijasdelatierra.org.

Desde que este entrevista fue escrita, nació un nuevo proyecto, Escuela Hijas de la Tierra, en enero de 2017. La filosofía del movimiento Escuela Hijas de la Tierra late y resuena con el pensamiento y la filosofía de pedagogos como Paulo Freire y María Montessori, abogando por una pedagogía libertaria que otorgue alas en lugar de cortarlas. En este espacio se recuperan del olvido herramientas que son transmitidas de abuelas a nietas, que no aparecen en ningún libro y que contienen la humilde sabiduría antigua de la Madre Tierra.

Gracias, Ada Luz Márquez, por invitarnos a florecer y ser.

Latido de los elementos

El agua dijo: Fluye, no te estanques. La vida es constante movimiento, no se detiene.

El fuego dijo: Transfórmate, no te quedes inmóvil en la vacuidad de la calma aparente. La vida es un incendio, un constante crepitar.

El aire dijo: Libera, suelta, despréndete de todo aquello que te impide ser y volar en libertad. La vida es un suspiro, un soplido, un instante.

La tierra dijo: Enraízate, eleva tus ramas y florece. La vida contiene el misterio de toda semilla y la sabiduría milenaria de todos los bosques.

El corazón dijo: Ensánchate, ábrete, expándete y ama, ama todo lo que tu alma infinita abarque. La vida, si no contiene y se contiene en el Amor, no es Vida.

Del libro Susurros de la Tierra (Ada Luz Márquez).