Teresa Claramunt

Teresa Claramunt: trabajar en condiciones dignas

Teresa Claramunt fue una mujer obrera, representante de la clase trabajadora, y su lucha ha dejado la huella de la que fue probablemente una de las primeras mujeres revolucionarias del siglo XIX, por lo que se ha convertido en una de las mujeres geniales a admirar en nuestra evolución social.

Fue una mujer decidida, se enfrentó a una sociedad, y dedicó su vida a defender los derechos de las mujeres y de los trabajadores. Con su esfuerzo logró influir en las organizaciones sindicales y en la enseñanza.

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Nació en Barbastro en 1862, pero su familia se trasladó a Sabadell, donde comenzó a trabajar en la industria textil siendo casi una niña, por lo que apenas pudo asistir a la escuela.

Era el momento histórico en el que surgía el capitalismo, el amparo de la Revolución industrial y las teorías políticas del liberalismo. Las premisas de este liberalismo eran: la defensa de la propiedad privada de los medios de producción; la libertad de mercado, donde lo fundamental será el ánimo de lucro, que significa una acumulación cada vez mayor de la riqueza en manos de unos pocos, a costa de la miseria de los trabajadores.

Teresa se volcó en las cuestiones sociales de la época e, influenciada por las ideas anarquistas, destacó como militante. Con veintiún años, encabeza una huelga general en demanda de la jornada laboral de diez horas, la llamada «huelga de las siete semanas», que originó uno de los conflictos laborales más importantes que tuvieron lugar en Sabadell.

Para entender esta huelga, que marcaría la trayectoria de Teresa, hay que analizar el congreso de la Federación de Trabajadores de la Región Española que se celebró en Sabadell del 1 al 3 de julio de 1882. Se analizaron las posibilidades de plasmar la resistencia contra el capitalismo, la solidaridad entre trabajadores y la lucha por conseguir la jornada laboral de ocho horas. Esta demanda de ocho horas fue considerada utópica, por lo que pidieron la de diez horas. Podemos leer en un panfleto de la época:

«Compañeros: es muy justo que nosotros disfrutemos también como el industrial disfruta de los adelantos en la industria por medio de la ciencia, y es justo que sea el descanso para nuestra instrucción el premio a que aspiramos; así que de nuevo os invitamos a que meditéis que solo nosotros sabemos las grandes fatigas que pasamos y la necesidad que tenemos de que se nos mire como hombres y no como máquinas».

Esta huelga movilizó a 11.000 trabajadores, pero fue sofocada con una violenta represión que hizo volver a los trabajadores a las fábricas. El conflicto se saldó con unos 250 despedidos, entre ellos la propia Teresa Claramunt. La consecuencia de esta huelga fue un empeoramiento de las condiciones de vida, así como la prohibición del asociacionismo obrero y un fortalecimiento de las posturas de la patronal.

Esto conllevó una reflexión profunda de los movimientos anarquistas, haciendo que pasaran de un anarquismo teórico a otro más activo.

En 1884 Teresa Claramunt organizó un grupo anarquista de mujeres, con el que llevó a cabo una actividad político-social que tenía la intención de solucionar la situación de opresión en la que se encontraban.

Los trabajadores vivían en una situación de miseria material, moral y cultural. Sufrían un régimen de trabajo muy duro, con jornadas de 14 horas diarias sin ningún tipo de seguro, sufrían fuertes multas si no cumplían con su trabajo, tenían amplios periodos de paro sin ningún tipo de subsidio, lo que significaba miseria y muerte. Por este trabajo salvaje recibían salarios muy escasos y las mujeres y niños trabajaban, incluso, en situaciones de semiesclavitud.

En 1893 detuvieron a Teresa a la salida de un mitin porque durante el acto fueron lanzadas dos bombas. Su detención no duró mucho y fue liberada al demostrarse que ella no estuvo implicada. En 1896 fue detenida porque durante la procesión del Corpus, en Barcelona, estalló una bomba. El autor de este acto nunca fue descubierto, pero las autoridades, en su empeño por acabar con el anarquismo, llevaron a Teresa, junto con muchos de sus compañeros, a la prisión de Montjuic, donde fueron torturados con crueldad .

Después de pasar por el trato inhumano de la prisión, Teresa, de nuevo en libertad, sin arrepentirse de sus ideas de libertad, participó en protestas y mítines por los que fue llevada de nuevo a la prisión de Montjuic, donde se le había condenado a cadena perpetua. Finalmente, fue desterrada gracias a influencias, y Teresa marchó a Londres y luego a París, para finalmente volver a España en 1898. En 1903 ya era conocida en Andalucía, y viajó hasta allí con el fin de difundir su lucha obrera, pero la detuvo la Guardia Civil en Ronda. La llevaron hasta Málaga y allí la desterraron de nuevo a Barcelona.

Aunque no escribió mucho, publicó un folleto titulado «La mujer. Consideraciones sobre su estado ante las prerrogativas del hombre», una crítica al hombre que intenta imponerse como autoridad en el ámbito familiar, donde afirma que la mujer se ha de emancipar y debe cuidarse de ella misma, pues culpa a la educación de la dependencia que la mujer tiene hacia el hombre.

Durante la Semana Trágica de 1909, para evitar una nueva detención, sus compañeros la enviaron a Zaragoza. En 1911 fundó la revista El Productor, la cual fue muy importante en el ámbito obrero. En esta fecha fue acusada de haber dirigido una huelga general en Zaragoza y fue llevada de nuevo a prisión.

Su tarea principal en defensa de los trabajadores se llevó a cabo en Sabadell, que era un importante núcleo industrial donde sobresalía la industria textil de hilatura y tejidos de lana y algodón. Por su condición de ciudad industrial, era el lugar donde se desarrollaba el liberalismo de las clases dirigentes, al tiempo que entre las clases trabajadoras se asentaban las ideas avanzadas del federalismo internacionalista y los movimientos obreros.

La salud de Teresa era ya frágil y vivió unos años en Sevilla para intentar curarse de su enfermedad, pero Teresa seguía luchando y, en 1923, participó en un importante mitin en Sevilla contra la dictadura de Primo de Rivera. En 1924 se traslada nuevamente a Barcelona, pero se encuentra ya muy condicionada físicamente; su casa se convierte en el centro de actividad anarquista y es visitada por grandes figuras internacionales. A pesar de sus limitaciones, participa en otro mitin en Barcelona.

Muere el 11 de abril de 1931 en Barcelona, por lo que no vio el triunfo de la II República por tres días. Su funeral se celebró el 14 de abril, el día del advenimiento de la República.